Ricardo Peirano

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Mercosur a la deriva

El bloque cae a nuevos niveles de desorden institucional y de desprestigio internacional
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31 de julio de 2016 a las 05:00
Con un tema de importancia menor –¿quién ejerce la presidencia pro témpore del Mercosur?, algo que no sirve para mucho, ni la presidencia ni el Mercosur–, el otrora ambicioso Mercado Común del Sur, que nunca llegó ni a mercado común ni siquiera a una zona de libre comercio ni tampoco Unión Aduanera, cae a nuevos niveles de desorden institucional y de desprestigio internacional. Los cinco miembros no han podido ponerse de acuerdo en el traspaso de la presidencia pro témpore a Venezuela, país al que le correspondería por orden alfabético aunque no por orden democrático.

Si el bloque ya mostraba serios problemas entre sus cuatro miembros originales por las asimetrías comerciales y por la inestabilidad de los socios grandes, más problemas tuvo cuando a alguien se le ocurrió la peregrina idea de incorporar a la Venezuela chavista en el año 2006. Venezuela roncaba fuerte en esas épocas bajo el mando de Chávez, que con el precio del petróleo en fuerte recuperación repartía dólares a diestra y siniestra. Venezuela, país absolutamente dependiente de las exportaciones de petróleo y con elevados aranceles y controles de cambios y de importaciones, poco y nada tenía que hacer en una zona de libre de comercio o en un mercado común. Entrar de buena voluntad en el Mercosur le hubiera implicado desmantelar todos los mecanismos proteccionistas que con singular habilidad había ido construyendo Chávez, sobre la base de los controles económicos que dejó Carlos Andrés Pérez. Y claro está, Chávez no pensaba ni por un momento liberalizar su economía ni siquiera con los países del bloque. A lo sumo, podría decretar exenciones arancelarias como "favores políticos" a una nación amiga, para luego recoger el favor debido.

Por tanto, desde el principio se supo que el ingreso de Venezuela no era para expandir el bloque o ayudar a su liberación. Más bien, era previsible una aminoración del paso de integración comercial y la transformación de un acuerdo económico en un club de amigos políticos. Y así quedó demostrado cuando se excluyó a Paraguay en 2012 a raíz del juicio político al presidente Fernando Lugo para darle entrada como miembro pleno a Venezuela. Tres gobiernos del mismo color político decidieron suspender a Paraguay y abrir la puerta de atrás para que entrara Venezuela, aplicando la célebre máxima de nuestro expresidente José Mujica de que "lo político está por encima de lo jurídico", concepto nefasto no solo en las relaciones internacionales sino en la vida de nuestro propio país, cuando se quiso ignorar varias veces lo que decía la Constitución.

Tanto permeó la idea del "club de amigos políticos", que una de las ideas de la curiosa reforma constitucional que propone el Frente Amplio es dar rango constitucional a los mecanismos de integración regionales y tratar de evitar acuerdos de libre comercio con otras naciones o bloques. Lo que no tuvieron en cuenta los inspiradores de este punto es que "los amigos del club político" pueden cambiar de color como ha ocurrido en los últimos meses en Argentina y Brasil.

Ya no existe más aquel apoyo monocorde a los disparates del señor Maduro, hiciera lo que hiciera. Ya la espada de la cláusula democrática puede caerle en cualquier momento. Solo Uruguay exhibe una "encomiable lealtad chavista" que en algunos casos será simpatía ideológica real que impide ver los desmanes de Maduro contra su gente y el estado económico y social de Venezuela, y en otros será una simpatía estratégica para que Venezuela nos siga comprando lácteos y otros productos. Los amigos vienen y van, hasta por eso es malo incluir estos temas de integración e inserción internacional en la Constitución, donde quedan como escritos en piedra.

Más importante que eso es pensar cuál es el lugar del Uruguay en el mundo. En un mundo que comienza a cerrarse por temor al comercio, a la pérdida de empleos o al ingreso de inmigrantes, no deja de ser sorprendente que el único punto en el que están de acuerdo Hillary Clinton, Donald Trump y Bernie Sanders, el "socialista" del Partido Demócrata, es en la oposición al TPP (Alianza Trans pacífica) que impulsó Obama con Hillary a su rueda en la Secretaría de Estado. Y que los tres manifiesten deseos de restringir el Nafta que une a Estados Unidos con México y Canadá.

Con el Mercosur a la deriva y con el nacionalismo en auge, es preciso luchar por la apertura comercial con quien se pueda. Y Chile demostró que se puede con muchos países de muy diverso signo político. Es hora de apurar el paso antes de que quedemos nosotros también a la deriva en materia de inserción internacional.

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