Monstruos, humanos y una fábula maravillosa

Ya desde los primeros instantes se entiende –así se tengan 7 años– que las cosas no son tan claras. Pero la historia de esta película no es tan sencilla como “los malos son buenos y los buenos son malos” porque más allá de este claro maniqueísmo que hemos visto mil veces y más aún en películas infantiles, Los Boxtrolls critica bastante más a los humanos “normales”, quienes son presentados como una turba ignorante y agresiva o sus líderes como un grupo de egoístas obsesionados con la riqueza (en este caso, los quesos) capaces de olvidar a sus hijos en su afán de seguir acumulando.

Para hacerse una idea, el entorno recuerda a la novela victoriana más terrible de Charles Dickens, por decir uno. La historia tiene como protagonista a Huevo, un niño humano que es criado por los Boxtrolls por razones que se develarán posteriormente, quien tratará de que su familia adoptiva deje de encerrarse en sus cajas y reaccione ante esta cacería sistemática que los está diezmando. La historia, así como se ha presentado en estas líneas, no parece a priori liviana o para niños y es bien cierto que no se está ante el clásico producto edulcorado.

No faltan momentos de película de monstruos o coqueteos con el cine de horror. Sin embargo, no le falta tampoco a Los Boxtrolls buenísimos momentos de humor, tanto en las acciones como en los diálogos, que encuentran en sus mejores personajes a Señor Trucho, Señor Fideo y Señor Mollejas, los miembros de la brigada exterminadora que acompaña a Hurtado, cuyos dos primeros integrantes se van cuestionando filosóficamente si realmente son héroes ya que su accionar es cuando menos dudoso. Mollejas es simplemente un demente violento que mete miedo. Y para hablar de personajes que meten miedo, si de algo puede vanagloriarse el filme es de tener un villano inolvidable. Hurtado (que en la versión original le da voz nada menos que Ben Kingsley) es tremendo. Algo así como un heredero de Cruela Deville –ella hacía todo por un abrigo de piel de dálmatas–, él quiere un sombrero blanco que significa que pertenece a la elite de Quesavilla. Maligno sí, pero con una motivación que parte de ese mismo orden social de capitalismo crudo que expresa la película, que lo obliga a hacer barbaridades con tal de trepar en la escala social.

Dueña de una animación artesanal stop-motion y una estética que recuerda a grandes clásicos animados del cine europeo, la película de los directores Graham Annable y Anthony Stacchi es una parada obligada para grandes y chicos, que quizá lamentablemente pase desapercibida por no adaptar historietas de superhéroes, contar con una maquinaria publicitaria invasiva o apostar a un método artesanal de trabajo.

Cuando ya se rumorea su candidatura al Oscar a Mejor película animada (donde solo podría competir con La gran aventura Lego) es una gran chance de poderla ver antes de que se vuelva de culto.