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Mosaicos de un norte vecino y ancestral

Tucumán, Salta y Jujuy son provincias que atraen al turismo local e internacional por su belleza, atractivos y calidad de servicios
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28 de julio de 2015 a las 05:00


Por Pablo Donadio

Don Javier toma el charango con la mano izquierda. Su mirada está centrada al otro lado de la cuesta, donde su nieto anda rodeado de cabras. De tanto en tanto regresa al instrumento y lo observa con detenimiento, como si buscara una sorpresa en ese compañero de ruta, algún reflejo del sol jujeño en sus cuerdas. Es un otoño-invierno tardío en la Quebrada, y las hojas verdes del jacarandá comienzan a verse ocres sobre las texturas cobrizas y violáceas de Humahuaca.

Es un espectáculo sublime para los ojos, que encuentra en la música un abrigo para las estaciones y el alma. "Sabes, muchacho..., –dice el viejo, y hace un largo silencio– toda esta enorme y compleja región que es el noroeste argentino al que ahora llaman NOA, podría describirse en unas simples notas de este instrumento, en un silbo de una quena. Somos una misma cosa, a la que un día partieron en pedazos". Matías regresa a los saltos con la canasta de comida vacía y lo abraza. Su rostro de niño sin mal lleva las huellas de un pasado mestizo, de esa región sin fronteras que añora su abuelo y que acaso fue el sueño del Chacho Peñaloza, de Martín Miguel de Güemes y tantos otros, y que se desmoronó cuando Buenos Aires le clavó para siempre a la naturaleza la daga de los límites políticos.

Se alejan, y los veo desaparecer en la bruma mañanera. Miro los cerros multicolores y pienso qué viene a buscar la gente aquí. Si es esta historia tan propia y a la vez ajena para nosotros, capitalinos, o si solo se trata de paisajes y paseos; si son los artistas célebres del pago, como Jaime Torres, o los discretos como don Javier, que hacen bailar hasta al más patadura en las fiestas folclóricas y los carnavales; o si se trata de una moda afianzada en la hotelería boutique y las recetas criollas llevadas a platos gourmet, que hizo de este suelo un destino internacional. Quizá sea en la misma complejidad donde yace esa irresistible riqueza.

Tucumán, cuna de la independencia

Atrapada entre Catamarca, Santiago del Estero y Salta, Tucumán es la hermana del medio que quiso llamar la atención desde pequeña. Pese a su escaso territorio, es uno de los distritos más diversos del país, y el inicio de la ruta de ascenso norteño. Todo comienza en San Miguel, su coqueta, casi señorial, ciudad. Y es que no solo es la capital provincial, sino un emblema patrio: en una casita céntrica de la peatonal Congreso, hoy Museo Casa Histórica, fue declarada la independencia de las Provincias Unidas el 9 de julio de 1816, nada menos. Allí vamos con María Clara para sumergirnos en esos días coloniales, paseando por habitaciones y galerías donde relucen fotos, retratos de próceres, documentos y objetos de aquel entonces. Dicen que fue esa mística, junto a los verdes valles que la circundan, lo que supo darle el infalible mote de Jardín de la República. Por las noches el museo propone una interesante experiencia de luces y sonidos, que invita a revivir la contienda revolucionaria con actores que salen vestidos de época desde el mismísimo Salón de la Jura. Puertas afuera el cambio a la realidad no es tan rápido como uno lo imagina. Persiste cierto halo glamoroso en los estilos arquitectónicos de los edificios del casco histórico, como el de la casa de gobierno o las iglesias consagradas a sus santos.

Pero la modernidad ha encontrado su lugar también, y la Ruta de la Empanada es un buen ejemplo. Se trata de un circuito por varios restaurantes de lujo que profesan la pureza de los 12 repulgues y el relleno de carne jugosa, una marca gastronómica tucumana. Para el día siguiente nuestros anfitriones nos convocan "a la aventura", un término tan vago como tentador. Y esto ocurre porque una de las grandes ventajas de Tucumán es la cercanía: a media hora al norte puede visitarse el dique El Cadillal, donde las actividades náuticas, el rapel y la escalada no le temen al frío, y realizar también paseos por pueblos productores de cítricos. "La otra es ir al oeste en busca de los pueblos de la costa", propone el guía Fernando Olmedo, y no dudamos.

Alejada unos 100 kilómetros, Tafí del Valle es la villa turística por excelencia, y su visita requiere surcar la montaña que atraviesa la provincia como una columna vertebral. Allí Tucumán se hace selva, baja la temperatura y la mata espesa devora por momentos una traza zigzagueante, rodeada de bruma y sonidos misteriosos que atendemos impávidos, mate en mano. Pero en apenas un rato la vegetación se aplana, el suelo se torna rojizo y de la repentina aridez brotan los colosales cardones, postales de este suelo. Es casi la hora 16, pero en la estancia Las Carreras nunca es tarde para probar quesos. La visita incluye los pasos de la elaboración, ordeñe incluido, y también algunas opciones de cabalgata. "Cuando disponemos de más días cargamos los animales con alforjas y nos vamos hasta el filo, donde puede apreciarse la magnitud de los Valles Calchaquíes mientras disfrutamos de un asadito", nos tienta Olmedo. Muy a nuestro pesar, dejamos para la próxima esa propuesta, las cercanas ruinas de los indios Quilmes y la visita a Amaicha del Valle, el pueblo gestor de la Fiesta Nacional de la Pachamama que involucra a sus 5.000 habitantes, y que se jacta de ser "la ciudad del Sol", gracias a un prodigioso microclima en el que, aseguran, nunca llueve.

Salta, la más moderna

Viajes Salta
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Cruzamos los límites provinciales por la mítica RN 40, y nos azota la duda: si visitar el famoso cordón de viñedos donde el torrontés hace de Cafayate una plaza salteña de exportación; o desandar la pequeña Cachi, ripio mediante. Es una mañana hermosa, y el mate humeante y las medialunas calientes aportan la energía necesaria para la segunda travesía. Cabecera de estos valles, la silenciosa Cachi quedó un tanto olvidada tras la aparición del asfalto de la RN9 que conecta las capitales de Tucumán, Salta y Jujuy. En ella hay, sin embargo, un racimo de parajes y puestos camperos donde la agricultura de montaña hace su épica resistencia a los fríos invernales y los soles francos del verano. El esplendor de los pimientos secándose en las laderas, los campos brotados de girasoles y frutales llenos de naranjas, limones y mandarinas compensan el sufrimiento del tren delantero. También, hay paisajes únicos, como la Quebrada de las Flechas, una nota del realismo mágico, donde los picos de los cerros inclinados parecen haber perdido el sentido. Ese es el contexto que lleva a Cachi, que lejos de los hoteles alta gama de Cafayate y el recorrido por bodegas de renombre, invita a la discreción.

En esa aparente escasez, radica su encanto. Es un lugar ideal para escuchar la historia en voces de su gente y caminar entre casitas de adobe, que vistas desde el cementerio de altura tejen una trama marrón propia de una película. Cachi es también la plaza de muchos montañistas que hacen su aclimatación aquí para animarse a los 6.380 metros sobre el nivel del mar del Nevado, su vigía. Abajo, la vida es calma, y en sus almacenes se sigue vendiendo queso de cabra casero, harina y porotos sueltos, y el pan fresco siempre lleva grasa. En las dos manzanas céntricas aparece la movida, destacada en lo gastronómico por restós de categoría como Ashpamanta, Oliver o La Merced del Alto, que llevan en platos gourmet exquisitos tamales (choclo amarillo pisado con carne, envuelto en la chala del maíz), humitas (choclo cocido en leche, queso y cebolla) o empanadas deli. Pero uno no conoce Salta sin llegar a la ciudad, y entonces tomamos temprano la RP 33 hasta los pies del cerro San Bernardo. Allí la gran capital del noroeste argentino se desparrama sobre el valle.

Hotelería de lujo, paseos en autos antiguos y degustación de Malbec y Syrah en bodegas son parte de su oferta diaria, que se complementa con reductos como el boliche Balderrama, donde Mercedes Sosa supo dejar su emblemática voz. También en los barcitos de la plaza 9 de Julio se enciende la capital, sobre todo de noche, y cobra vida de verdadera metrópoli. El teleférico que la muestra desde lo alto, las vertientes de San Lorenzo y el Tren de las Nubes, el remozado ferrocarril que sale de la capital y recorre 217 kilómetros hasta el viaducto La Polvorilla (Andes salteños), son otros atractivos para el regreso.

Jujuy, magia en la Quebrada

Viajes Jujuy 3
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Ya al límite con Bolivia, Jujuy se caracteriza por contar con cuatro regiones completamente distintas. El ambiente selvático y profuso de Las Yungas, al sureste; La Puna, de cielos diáfanos, aridez y manadas de vicuñas que son el deleite de los safaris fotográficos; y al sur el Valle, donde la capital San Salvador parece un cuenco al que sus ríos brillantes dan el sobrenombre de Tacita de Plata. Ahí mismo comienza el cuarto distrito, la Quebrada de Humahuaca, su nave insignia. Rostro norteño por excelencia, es la que mejor exhibe la multiplicidad de elementos culturales que le dieron vida a la raíz local. Usos y costumbres, celebraciones, adaptaciones del lenguaje, manifestaciones religiosas y tradicionales, músicas, modos de vida y hasta algunos de sus sistemas productivos son parte de un legado histórico inalterable por siglos. Tal es su encanto, que cuando la Unesco resolvió en 2003 incluirla como Patrimonio de la Humanidad, tuvo que crear una nueva categoría: Paisaje cultural. Entre sus pueblitos está Purmamarca, y el cerro de los Siete Colores. Allí nos asomamos en busca de agua caliente y su ingenuidad nos enamora. Visitamos el mercado improvisado de la plaza central, repleta de aguayos, ollas de barro, abrigos de lana de llama e infaltables instrumentos de viento.

En frente está la iglesia Santa Rosa de Lima, escenario del Festival Coplero de enero, y donde cada tarde los misachicos (niños locales) se toman de las manos y al ritmo de quenas y tambores realizan el rito de canto y baile que oficia de invitación a misa. Asistimos maravillados a ese espectáculo, charlamos y seguimos mateando con visitantes ocasionales como nosotros. Compartimos también el camino de los Colorados, un paseo por atrás del pueblo que desnuda los ocres, verdes, anaranjados, púrpuras y rosados del Siete Colores, enmarcando corrales y algunas chacritas menores como la de don Javier, músico e improvisado guía local. Él es quien nos cuenta que desde aquí se ofrece la visita a Las Salinas Grandes, un mar blanco de salitre a dos horas de distancia, donde los trabajadores hacen esculturas y hasta casas con la propia sal. Mucho por descubrir, nos repetimos otra vez... y seguimos camino a Humahuaca, la reina del pago. Callecitas de piedra y adobe, y mercados de verduras donde la negociación con las cholas es toda una experiencia guían nuestro último día. Hay un sol que raja la tierra, pero estamos de festejo por el solsticio de invierno, y todo es espuma y alegría, desde la peña del maestro Vilca a De Ahicito, donde las ardientes chacareras y bailecitos convocan a las bellísimas jujeñas y los bailarines del pago, que suelen enseñar los pasos fundamentales a todo aquel que se anime a las danzas criollas, y al sentir, claro, de este fantástico rincón del mundo.

Agenda de viaje

Tucumán>

Ente Tucumán Turismo: Calle 24 de Septiembre 484, Tucumán.

Web: www.tucumanturismo.gov.ar

Casa de Tucumán: Congreso 151, San Miguel. Todos los días de 10 a 18.

E-mail: [email protected]

Salta>

Salta Turismo: Calle Buenos Aires 93, Salta.

Web: turismo.salta.gov.ar

Teleférico San Bernardo: Calle San Martín 4400, Salta.

Tren de las nubes. Web: www.trenalasnubes.com.ar

Jujuy>

Secretaría de Turismo Jujuy: Gorriti 295, San Salvador.

Web: www.turismo.jujuy.gov.ar

Quebrada de Humahuca: Información de la ruta quebradeña en el portal

www.quebradadehumahuaca.info

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