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Mucho más que peleas

Se cumplen 30 años de la publicación del primer volumen del cómic japonés Dragon Ball, una historia universal y divertida que se convirtió en un clásico
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20 de febrero de 2015 a las 18:30

Peleas infinitas entre personajes que gritan (y gritan muy fuerte) cosas incomprensibles mientras lanzan golpes y bolas de colores de sus manos, una violencia gratuita en el marco de una historia poco profunda y repetitiva sobre “los más fuertes del universo”.

Esa es la versión simplificada de Dragon Ball, que desde su primera publicación hace 30 años se ha convertido en el manga (comic japonés) y animé (dibujos animados también nipones) más famoso a nivel mundial. Se trata de un producto cultural que sigue generando derivados como videojuegos y películas y, por supuesto, cosechando ganancias y captando fanáticos.

Dragon Ball es un shonen, término que define a las historias para niños y jóvenes. No obstante, la trama original contiene chistes sexuales y un grado de violencia que en la versión animada occidental fueron censurados, lo que marca las diferencias de moral entre Japón y Occidente. Más allá de tener una estructura trillada (aunque esto fue una derivación del desarrollo de la historia, ya lo veremos más adelante), esta serie tiene varias particularidades que la destacan sobre el resto y la hacen digna de elogio.

Un viaje diverso

La primera característica que posee es que es en su origen es una historia diversa. Su creador, Akira Toriyama, ya era popular en su tierra con el manga Dr. Slump, una historia de ciencia ficción con una fuerte carga de humor, algo que se repite en Dragon Ball. Si bien esta tiene una trama que gira en torno a la acción y a la lucha, no es solo un relato de artes marciales, sino que agrega ciencia ficción (viajes espaciales, en el tiempo, extraterrestres), aventuras en su formato más tradicional (viajar de un pueblo al otro resolviendo problemas) y hasta algo de drama.

Dragon Ball comenzó como el cuento del viaje de un niño tonto, aunque muy fuerte y con la particularidad de tener una cola de mono, llamado Son Goku, y una chica muy bonita e inteligente llamada Bulma. Ambos viajan por el mundo buscando las siete esferas del dragón del título que, al ser reunidas, conceden a quien las posea un único deseo. La historia está inspirada en el clásico cuento chino Viaje al oeste, que tiene como protagonista al Rey Mono, Sun Wukong.

Goku, además de la mitología china, tiene otra influencia clara, que es el actor y artista marcial Jackie Chan, de cuyas películas Toriyama es fanático. En ellas el intérprete chino combina la lucha con un toque de humor y desparpajo que el colega suyo Bruce Lee no tenía.

A medida que la historia se fue desarrollando, el perfil fue cambiando y las grandes peleas fueron cobrando cada vez más preponderancia. La cosa se puso más seria, los enemigos más fuertes y empezaron a aparecer las transformaciones, con los protagonistas convirtiéndose en masas de músculos de pelo dorado, llamada “Super Saiyajin”. A la larga, esto acabó convirtiendo a Dragon Ball en una historia muy repetitiva y rebuscada, algo en lo que colaboró que el propio Toriyama escribiera casi sin planificar a futuro y que sus editores, viendo que aquello era una máquina de generar dinero, lo obligaran a continuar la historia.

Esta falta de planificación hizo que el origen de Goku cambiara, descubriéndose que es un extraterrestre que escapó de su planeta mientras este era destruido (historia muy similar a la de Superman) y enviado a la Tierra para destruirla. Al llegar, se golpea la cabeza y pierde la memoria, creciendo como humano y defendiendo al planeta de los invasores alienígenas.

Al este y al oeste

A pesar de originarse en Japón, de que su primera etapa se basa en un relato chino y de que se manejan conceptos como el de ki (energía) que son ajenos a la cultura occidental, Dragon Ball no es una historia puramente oriental.

El mundo en el que viven los personajes tiene tanto pagodas como rascacielos, y desde dinosaurios a máquinas futuristas. Hay humanos, animales antropomórficos y extraterrestres, así como personajes con estética occidental, asiática, indígena y árabe. El estilo de dibujo es caricaturesco, pero escapa en cierta forma a los cánones del dibujo animado japonés, aunque sin romperlos del todo.

A su vez, los nombres de los personajes son en su mayoría paródicos, con deformaciones de comidas o prendas de ropa interior, casi sin nombres japoneses difíciles de pronunciar para un extranjero. Dragon Ball es accesible para el público tanto en su estética como en su trama universal, que también combina las artes marciales orientales con temáticas como el viaje espacial, con más tradición en occidente.

Esta universalidad permitió a niños y adolescentes de todo el mundo familiarizarse con esa obra, que abrió la puerta a la invasión definitiva de la animación japonesa en el resto del mundo.

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