Marta Aguiar
Marta Aguiar
Soledad López
Flavia Píriz

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Mujeres entre fierros

El entrenamiento, la dieta y los prejuicios que fluyen en torno a las chicas que deciden dedicar gran parte de sus vidas a las pesas y a los ejercicios físicos
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29 de diciembre de 2015 a las 05:00
Por Pedro Dutour y María Orfila
Fotos: Andrés Silveira

Sacrificio. Es la palabra que mejor define la vida de estas tres atletas. Marta Aguiar, Soledad López y Flavia Píriz no tienen el cuerpo que la sociedad espera (y desea) de las mujeres pero tienen exactamente el que quieren: una obra compuesta de músculos cuidadosamente trabajados como un rompecabezas. El entrenamiento para competir en fitness coreográfico, body fitness y women physique, respectivamente, las ha convertido en mujeres fibrosas, voluptuosas, simétricas y lo suficientemente fuertes para plantarle la cara al que les grite que se parecen a un travesti. Viven entre la admiración y el rechazo. Su historia es mucho más que un índice de masa muscular. Son la voluntad hecha carne.

Dieta de por vida
Hay dos tipos de dietas: la de volumen y la de definición. La diferencia es que si la primera resulta frugal, la que se hace semanas antes de una competencia es mucho más limitada. Esta es la que consigue que la piel se pegue al músculo y se exhiba cada redondez trabajada en el gimnasio. Pollo, atún, arroz y claras de huevo es el menú que se repite todos los días. El pescado se incorpora al final del entrenamiento. Nada de harinas, nada de frituras, nada de dulces. Y pocos lácteos. Estos "te borran un poco; no te ayudan a que termines de definirte bien", dice Marta en un rincón de Steel Gym desde donde se ve una repisa repleta de trofeos.

Las tres cumplen con seis comidas diarias, una cada tres horas, el ritmo de un bebé recién nacido. Las claras de huevo se comen al desayuno. Marta las hace en una especie de waflera con avena, queso magro y jamón que, por lo menos por la foto que sacó esa mañana, hasta abre el apetito. A veces come una crema hecha con avena y proteína de soja, con un toque de edulcorante y vainilla; otras veces desayuna un sándwich de queso magro y una porción de budín de peras. "No lo dudes: dieta 25%, entrenamiento 25%, voluntad 50%" es una de sus máximas de vida. O esta: "Tenés que comer magro para estar magro". Entre competencia y competencia, Marta engorda entre cinco y seis kilos, los que baja uno por semana con una ingesta aproximada de 1.200 calorías diarias.

"Vamos bajando las cantidades a medida que vamos llegando al momento de la competición", explica Soledad. Esta atleta calcula que come un kilo de pollo por día; a Flavia, por suerte, se lo venden a precio de mayorista.

Flavia se come cinco claras de huevo acompañadas de dos "puñaditos" de arroz blanco, algún día condimentado con perejil y limón. El ingrediente principal se repite en su tanda de almuerzos, esta vez con atún y cebollitas salteadas. Las verduras y hortalizas se reservan para la noche para irse a dormir con el estómago (aun más) liviano, aunque agrega un poco de carne vacuna, de digestión lenta, para que los músculos se alimenten durante el reposo. Soledad, en cambio, no come carne roja.

Flavia no cuenta las calorías que ingiere pero sabe que son pocas y que, por esta razón, siempre tiene frío. Acepta un cafecito durante la entrevista, por supuesto sin azúcar, pero no repite. Otra taza hubiera sido un exceso. "Entrenar es fácil, es una hora; lo difícil es la comida que te lleva todo el día", cuenta.

La dieta de las tres se completa con batidos de proteína de suero de leche (whey protein, por su nombre en inglés), de alta calidad nutritiva, fácil absorción por el cuerpo y bajos en grasa y carbohidratos. Soledad se toma una medida como desayuno y otra luego de entrenar; a veces la prepara con leche y otras con agua. Flavia también toma cápsulas de carnitina para quemar más grasa y glutamina en polvo para reparar los tejidos y recuperarse del cansancio. Además de la rutina gastronómica, aquí pesa lo económico. Un kilo de whey protein no baja de 1.300 pesos, el frasco de la carnitina de 500 pesos y el de la glutamina de 800 pesos. "Estábamos yendo a Brasil a comprar pero ahora no se puede ir más", se lamenta la fisicoculturista. El gasto es mayor para estas atletas que, por lo general, no tienen espónsores (Marta es la única de las tres que cuenta con un patrocinio, el de Nutrex, una marca de suplementos deportivos) ni reciben "más que una medalla", como recordó Soledad, de premio.

Rutina física
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A una buena dieta hay que acompañarla con un entrenamiento de rigor, que no pierda detalle para la disciplina que corresponda. Aquí también la buena conducta y puntualidad cuentan para tener el cuerpo y la mente a tono con la exigencia.

Soledad decidió dedicarse a entrenar en body fitness a los 38 años; para muchos, fue demasiado tarde, pero para ella fue una prueba de vida. "Lo hice después de mi separación. Fue como un impulso; quería hacer algo por mí misma", asegura. Quiso, entre otras cosas, borrar el "no se puede" asociado a cumplir cuatro décadas. "La gente tiene el concepto de que llegás a los 40 y te arruinás. Quise demostrar que, a pesar de la edad, no hay excusas", dice. Desde 2009 ha participado en torneos nacionales y ha representado al país en sudamericanos. En octubre se coronó campeona en la Master Copa Mercosur. Con 44 años y dos hijos (una niña de 10 y un niño de 9), esta atleta ha logrado compaginar su vida familiar con el entrenamiento —así sea el propio como el de sus alumnos en el Gimnasio Espartacus— y la competencia.

En body fitness no importa el peso, sino la talla. Ella mide 1,69 metros y, por lo tanto, es catalogada como de talla alta. El trabajo muscular y la dieta hicieron que en el último tiempo aumentara en volumen y en masa. "Cuando empecé en este deporte pesaba 58 kilos; hoy estoy pesando 64", relata.
Soledad le dedica una hora intensa al entrenamiento de lunes a viernes y resalta que, ese momento bien realizado, alcanza y basta para mantenerse a nivel. "No se necesita más", afirma. Y explica: "Es mentira que para tener un cuerpo bien trabajado hay que estar 24 horas en un gimnasio. Con una hora buena en calidad, sin celulares, sin hablar, concentrado, es más que suficiente". Sábados y domingos no toca ni un fierro.

Varias veces al año sube al escenario sobre zapatos de taco fino que, por reglamento, no pueden superar los 10 centímetros. Un bikini diminuto muestra solo una cosa: su cuerpo, el que no debe ser ni excesivamente delgado ni excesivamente musculado. Pero para ella es más. "Muestro un trabajo terminado", comenta. Tiene dos minutos para exhibir simetría, definición muscular, piel tonificada, confianza, gracia y actitud, aspectos que pulió tras meses de duro entrenamiento, privación alimenticia y ensayo de poses (perfiles, espalda y frente) delante del espejo. Son 120 segundos en los que, además de hombros gruesos, abdominales cuadriculados y cintura estrecha, tiene que demostrar que sigue siendo femenina. "En este deporte corremos el riesgo de ser varoniles (...) La femineidad es fundamental", dice contra todo prejuicio. A pesar de que transpira todo el día en el gimnasio, Soledad siempre se maquilla los ojos y se pone algún brillito en los labios.

Marta, de 38 años, hace fitness coreográfico y ha competido en torneos internacionales con gran destaque, como el Olimpia o el Arnold Classic (creada por el propio Schwarzenegger). "Hice deportes toda la vida", cuenta. A los 9 años empezó con la natación, después siguió con la gimnasia olímpica, artística y aeróbica. "Hasta que apareció el fitness", continúa. "A partir de ahí me enganché y comencé a competir y ha sido así desde hace 20 años. También hice halterofilia; todo lo relacionado a las pesas me gusta", relata con entusiasmo.

Como todas, tiene una rutina de entrenamiento que sigue al pie de la letra. Se levanta muy temprano y, en ayunas, hace cardio —como bicicleta fija— en su casa. Tras 40 minutos, toca desayunar. "Y ahí arranca mi día", entre las 7.30 y 8 de la mañana. En total, entrena tres horas por día y finaliza con otra sesión de cardio. Esta rutina se incrementa cuando está "en preparación" para una competencia, con el objetivo de bajar de peso y estar lo más "magra" posible.

Sobre todo, "entreno la coreografía y las piernas. Mis piernas son muy delgaditas. La parte de arriba es natural; me quedó así de la gimnasia olímpica. No entreno ni hombros ni espalda ni brazos ni nada", asegura esta atleta de espalda bien formada, hombros firmes y brazos bien trabajados.

Ella tiene otra prueba: el baile. "El fitness es diferente al fisicoculturismo. Mucha gente no sabe que yo hago la parte de coreografía. Ven las fotos en bikini y piensan que es solo eso", lamenta. Aquí no alcanza el tono muscular, el nivel de grasa, la simetría y la proporción corporal; tiene que ejecutar una rutina coreográfica que incluye ejercicios de flexibilidad, elasticidad, saltos y acrobacias en un máximo de dos minutos. "Lo que más le gusta al jurado es el show que puedas dar", relata. Ella elige su música (este año baila SexyBack, de Justin Timberlake) y su vestimenta. Muchas veces viste un traje plateado y unos championes con luces, pero cambia de bikini porque no le gusta salir igual en todas las fotos.

El entrenamiento de Flavia es diferente. Ahora compite en women physique pero antes era fisicoculturista. Basta ver su espalda para saber de qué se trata: es la que presenta mayor desarrollo muscular de las tres. "Yo hipertrofio el músculo; rompo fibra", dice en una afirmación que causa cierta impresión y enseguida cualquiera se pregunta si eso está bien. Por supuesto que sí. Es parte de una disciplina de entrenamiento bien cuidada. Su entrenamiento tiene un objetivo claro: aumentar el grosor y la longitud de las fibras musculares, lo que se consigue a base de pacientes repeticiones de ejercicios "hasta el punto en el que no sentís nada, se te duermen las piernas y se te inflaman; es como cuando te golpeás". Esa sensación de extremidades hinchadas y adormiladas es señal de que se ha abierto una brecha en la carne que pronto debe ser llenada con proteínas para que no vuelva a su lugar; sino, habrá hecho un esfuerzo inútil.

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Con 45 años y tres hijos (una de 25 y otra de 9, y un varón de 12) le gustaba de chica la gimnasia artística y la olímpica, y ahora –dice– se ha centrado en los aparatos. El entrenamiento, basado en una buena dieta, es muy estricto. Los lunes hace piernas, los martes, hombros y pecho. Los miércoles vuelve a trabajar en piernas con diferentes ejercicios; los jueves toca espalda y lumbares; el viernes, otra vez piernas, y los sábados, brazos. Levanta, con barra incluida, "20 kilos y poquito". Los domingos aprovecha para salir en bicicleta o hacer cardio.

El women physique le ha ido sacando terreno al culturismo al presentar atletas más femeninas, es decir, con menos volumen. "En culturismo están más grandotas", ilustra. El cambio de categoría le sacó más peso del visible porque, de otro modo, tendría que tomar anabólicos y, según ella, "te desfiguran". Sobre el escenario, Flavia tiene que exhibir bíceps de frente y de espalda (con las manos abiertas), perfil de tríceps y pectoral de perfil en unos pocos segundos. Sus músculos deben aparecer sumamente redondeados y separados, casi como si hubieran sido esculpidos con un cincel.

"Es sacrificado. A veces me digo: por qué lo hago, estoy loca, por qué no tengo una vida normal. Los días antes de un torneo estoy liquidada. Pasás hambre, estás de mal humor... Pero me gusta", señala Flavia. Luego de pasar ese trance, el sentido competitivo es lo que la devuelve al ruedo, siempre.

Expuestas a los prejuicios

Estas mujeres son muy conscientes de cómo la gente las observa. Los prejuicios están a la orden del día y es eso una variable más con la que tienen que lidiar por haber elegido este deporte. No encajan en ningún estereotipo femenino. Sin embargo, afrontan la situación con entereza y todas reafirman su femineidad y carácter de mujer.

"La femineidad es fundamental", asevera con firmeza Soledad. "Se dice: 'Ah, qué asco; parece un hombre'. Con ese concepto, los hombres que no tienen músculos parecen mujeres", compara. Para ella una mujer puede "perfectamente" tener músculos y estar torneada, "pero siempre ser femenina. Una es mujer y lo único que busca es tener un cuerpo lindo", agrega. Dice que, justamente, eso se nota sobre el escenario: la gracia para caminar, la postura más allá de las poses reglamentarias, el movimiento.

Soledad cuenta que "siente" que la gente la mira en la calle. Incluso, las madres del colegio de sus hijos, a quienes veía "hablar entre ellas". Reconoce que a la mayoría de los hombres "no les gustan las mujeres" como ella. Cree que los intimidan. "Llegado el momento, hay una presión; el hombre se siente intimidado por nuestro cuerpo. Eso nos limita mucho para encontrar pareja", señala.

Flavia, que vive en Trinidad desde hace dos años, cuenta que suelen decirle que está "loca" por la falta de vida social —no hay noches de fiesta ni alcohol— y por los escasos premios que puede ganar al competir en esta actividad. "Esto lo hago porque me gusta. A mí me gusta verme bien. Competir me obliga a seguir para verme bien, porque si dejo, voy a engordar. Y más a mi edad", asegura. En verano las mujeres la miran "como si fuera una cosa rara". "En el ómnibus me siento observada. No me molesta, me gusta. Me miran más las mujeres que los hombres", reconoce.

"¿Prejuicios?", se pregunta, por su parte, Marta. "Eso pasa en Uruguay", se responde. Mientras que en Estados Unidos la han parado por la calle para sacarle una foto y la han felicitado, en su país le dicen "de todo". Desde que "te parecés a un travesti" hasta que no "sos femenina". Esta atleta sostiene que detrás de esas afirmaciones siempre hay algo de envidia, especialmente, de aquellos hombres que no son capaces de levantar una pesa. "Que te lo diga un hombre que no hace nada es que tiene envidia y que no puede creer que vos lo hiciste con voluntad. Si yo parezco un hombre porque tengo los músculos marcados entonces un hombre sin músculos, ¿que tiene? ¿Físico de mujer?", remata en sintonía con Soledad, su amiga.

Y añade: "No aspiro a que nadie quiera ser como yo. Hago esto porque a mí me gusta y atrás hay todo un trabajo. No es hacer sacrificios porque yo lo elegí; es una competencia conmigo misma".

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