Opinión > Análisis / Nelson Fernández

Mujica y la lección que Japón da a Latinoamérica

La mala planificación y el no cumplimiento de lo previsto siempre tienen sus costos
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16 de octubre de 2016 a las 05:00
Irritado, Mujica hace afirmaciones que son tomadas como broma o ironía de chascarrillos, pero que esconden apreciaciones relevantes.

Pasa más cuando se molesta por algo, cuando sale de su escenario de confort, que cuando –siendo admirado– elige el discurso apropiado para la platea del momento.
Son dichos al pasar, pero no cuestiones repentinas que alguien dice en caliente y que realmente no piensa. No. Son creencias que el veterano tupamaro tiene, y que no son convenientes de andar largando por ahí, pero que en una de esas, salido del libreto formal, pueden escaparse.

Es como aquel extraordinario personaje de historieta argentina El otro yo del Dr. Merengue, que era una genialidad del humorista porteño Guillermo Divito, más conocido por su apellido, y que ganó fama como director de la revista Rico Tipo.

El "otro yo" del Dr. Merengue aparecía cuando el médico prolijo y caballero se irritaba ante determinada ocasión. Entonces, mientras "el doctor" guardaba la compostura de siempre, en el último cuadro de la historieta aparecía, saliendo de adentro del cuerpo del doctor, un "fantasma" que decía con crudeza lo que pensaba Merengue y que callaba para no romper las reglas sociales de buenas costumbres.

Mujica no se caracteriza por ser cuidadoso, ni por guardar ciertas reglas. Pero aunque sea natural y espontáneo, el expresidente tiene un discurso encuadrado en su ideología, en lo que representa y en lo que conduce. Y cada tanto, ante una instancia de irritación o cuando cree que no lo escuchan, se despacha con algo que asombra.

Lo de "esta vieja es peor que el tuerto", que dijo en Florida para refererirse a Cristina Fernández y Néstor Kirchner, era lo que Mujica pensaba pero no decía. De alguna manera, por la afiniidad ideológica de su MPP con el kirchnerismo, Mujica mantenía cautela y esperanza en recomponer relaciones con el entonces gobierno argentino. Pero lo tenía harto Cristina; y su "otro yo" lo dijo cuando creyó que los micrófonos estaban apagados.

La afirmación de esta semana se dio en Santo Domingo, antes de la presentación del libro Una oveja negra en el poder. Pepe Mujica, la política de la gente.
Mujica está recorriendo varios países para presentar el libro, y en cada ciudad que llega logra gran convocatoria.

Preguntaba cuánto tiempo sería la presentación, y le respondieron que eso era lo que él quisiera. Así, sin limite.
"Lo que diga no; lo que diga la agenda", respondió el expresidente, ya visiblemente molesto.

La organizadora le contó que habían previsto que tuviera una duración flexible: "habíamos pensado dos horas máximo", dijo, y muy conciliadora agregó que eso también se podría acomodar.

Luego de un intercambio de detalles, y cuando vio que iban a agregarle algo en la agenda que no estaba en los planes, Mujica dijo: "No, no; porque ustedes planifican mucho y después no les sale nada, son latinoamericanos... como nosotros".

Como siempre le pasa a Mujica cuando tira una de sus ocurrencias, los que están alrededor se lo festejan, aunque fuera una crítica para los anfitriones.
Y ahí fue cuando el senador uruguayo expresó: "Si vos vieras a los japoneses, como organizaron la presentación del libro, te caés de espalda. ¡Pero nada que ver! ¡Nada que ver!".

Mujica podría decir que no hay contradicción en su insistencia en que Uruguay apueste a la "patria grande" latinoamericana en lugar de buscar sociedad con los países desarrollados y la dura afirmación del lunes.

Mujica podría decir que puso eso como ejemplo, pero que prefiere los modelos socialistas a los capitalistas, que le gustan más los países que acogen empresas autogestionadas, a las de grandes corporaciones, aun cuando esas especies de cooperativas sean al estilo uruguayo de conformarse con el "más o menos".

Pero es claro que la comparación desnudó las carencias de unos y las virtudes de otros.

Las carencias son nuestras, las virtudes son ajenas.

Cuando Mujica recordó a la mujer que ella actuaba así porque era latinoamericana, para que no quedara como una acusación despectiva enseguida aclaró que él también es latinoamericano.

Pero a diferencia de la anfitriona, que parecía feliz con su improvisación, Mujica le mostró fastidio. Y le puso el ejemplo japonés. Y le dijo con énfasis, "¡nada que ver!".

Eso, porque cuando alguien puede comparar entre la improvisación y el orden, elige el orden.

Los efectos son diferentes si la planificación se hace con metas y estrategias para cumplirlas, de forma que todo esté previsto, que si se impulsan con buena voluntad y un plan flexible que se puede acomodar a las dificultades.

La economía genera resultados diferentes cuando se actúa de una u otra forma. Y eso impacta en lo social.

El desarrollo genera puestos de trabajo de calidad, salarios acordes, y bienestar general. Nunca hay un bienestar asegurado, porque todo tiene riesgos y vaivenes, pero obviamente los resultados son diferentes si se actúa bien o mal.

El "otro yo" de Mujica les espetó a sus anfitriones que no cumplen lo que planifican.
Uruguay tiene muchos "méritos" en eso mismo. Y no solo en estos gobiernos frenteamplistas. Es un problema que se arrastra en el tiempo. Es bueno reconocerlo, para corregirlo

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