Opinión > Hecho de la Semana / Miguel Arregui

Mundo de fantasía

Un alud de páginas web estúpidas o mentirosas socava los cimientos de la civilización
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26 de noviembre de 2016 a las 05:00
Un gran cúmulo de falsedades, o de información de baja calidad, suele darse por cierto por estar en la web: una frase de Winston Churchill sobre Argentina jamás dicha; unos poemas de Borges que Borges nunca escribió; un comentario de Eduardo Galeano que en realidad pertenece a otra persona. Y noticias de toda índole que en realidad no existen. No se trata de errores, como los que los medios de comunicación convencionales cometen y deben rectificar, sino de historias falsas a sabiendas con fines políticos o comerciales.

El éxito de las noticias falsas y de las estafas se sustenta, como siempre, en la ignorancia y la credulidad de muchas personas, o en su deseo consciente o inconsciente de que sean verdaderas. El apocalipsis inminente, que se anuncia desde hace muchos miles de años, es la profecía más exitosa de la historia. Siempre hay nuevos creyentes.

Muchos grandes jugadores en la web, como Google o Facebook, tienden a confirmar los gustos y los prejuicios del lector guiándose por el historial de sus búsquedas. Las redes se esfuerzan en direccionarnos hacia nuestras preferencias, ideas, prejuicios o temores. Y son "neutrales": no se ocupan de discriminar entre verdades y mentiras, y venden publicidad para todas ellas.

Entonces la web está llena de lunáticos que difunden disparates y contribuyen a alimentar la creciente contaminación y la desconfianza en los medios del establishment. Nada más fascinante que las grandes conspiraciones, aunque luego jamás se confirmen y nadie se ocupe de pedir disculpas.

"Internet ha deformado nuestro sentido de la realidad", sostiene un reciente artículo de The New York Times. "Existen sitios completos cuya única misión es publicar en línea noticias escandalosas y completamente falsas (como las noticias verdaderas, las noticias falsas también se han convertido en un negocio)".

Recién ahora, después de muchos líos, Google y Facebook están tomando medidas para estrangular los ingresos publicitarios de las páginas de falsas noticias, señaló esta semana la Agence France-Presse (AFP). Pero algunos quieren más: exigen que se considere a Facebook una empresa mediática con responsabilidad editorial, que incluye responsabilidad civil y penal.

¿Cómo luchar contra la desinformación? Para los medios tradicionales no será muy diferente a lo que han procurado siempre: informar y opinar, además de tratar de ser útiles, buscar formas atractivas y pedir disculpas cuando se erra. Al fin, los lectores con sentido crítico y mayor amplitud cultural están pertrechados para distinguir lo verdadero de lo falso, a la larga y a la corta. Pero lamentablemente muchos otros, menos preparados y más vulnerables, seguirán envueltos en la nebulosa informativa.

Y después está el asunto de la censura. Google, el buscador más importante del mundo, abandonó China en 2010 disconforme con las limitaciones. Pero ahora planea regresar con tal de poder vender publicidad y no regalar espacio a la competencia. Facebook, que fue prohibido en China en 2009, prueba un programa para adaptarse a la censura, como ya hizo en otros países. Yahoo! ha sido acusada de colaborar con gobiernos para entregar disidentes.

Muchas dictaduras sienten terror ante redes poco colaboradoras, como Twitter o WhatsApp, capaces de expandir torbellinos como la primavera árabe.
Uruguay, como el mundo, está cada vez más conectado. Casi dos tercios de los hogares cuenta con conexión wifi y ocho de cada 10 uruguayos accede a internet. El usuario promedio está conectado más de cuatro horas por día, lo que es muchísimo. Claro que a través de internet las personas se comunican, leen diarios, escuchan radio, miran televisión o ven cine. Pero también hay ciberdependencia o adicción, que suele combinarse con ansiedad, soledad y depresión.

Hay millones de páginas de información irrelevante, tuiteros exitosos por su ingenio, personajes de Facebook livianos y correctos con miles de amigos. Pero no se halla mucho debate real sino, más bien, pose y vanidad. Tal vez estemos pidiendo demasiado. En mayo de este año el antropólogo y ensayista Daniel Vidart, desilusionado, se despidió de sus "amigos" en Facebook. "Un lindo gatito ha cosechado más Me Gusta, más atención y más comentarios que mis diarias entregas de prosa y poesía", lamentó.

Hay superproducción de mails, mensajes, memes, verdades a medias, mentiras completas, insultos, frases ingeniosas y de Perogrullo, niños graciosos, niños con hambre, más insultos, fotos de familia, declaraciones de amores eternos que duran tres meses. Esa mezcolanza inabarcable es un miasma que puede erosionar los delicados cimientos de la civilización.

Recuerda la frase de Woody Allen: La Humanidad se halla en una encrucijada: un camino conduce a la desesperación absoluta y otro a la extinción total. Quiera Dios que tengamos la sabiduría de elegir correctamente.

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