Entre los muros y rejas de una casa rural de Turquía, en la que cinco hermanas jóvenes huérfanas son recluidas, lo que define al filme nominado por los Oscar a Mejor película extranjera es la voracidad natural con la que las protagonistas reclaman o anhelan su libertad. Su intensidad. La pequeña épica que llevan adelante, sabiendo que hay algo más allá afuera, y que, con candidez y convicción, sus objetivos no son inalcanzables.
Catalizador y condena, las cinco hermanas van a la playa tras finalizar las clases, encaramándose en los hombros de unos compañeros y luchando, jocosas, a derribarse entre sí. El gesto infantil, sin embargo, se tiñe de perversión casi al instante: ante ojos ajenos, aquellos no eran meros juegos, sino expresiones de una sexualidad licenciosa, que amenaza con destruir hogares, dignidades.
La respuesta de la abuela y el tío de las jóvenes, con una familiaridad alarmante, es darles una golpiza y mantenerlas en cautiverio, convirtiendo a la casa en una "fábrica de esposas" en la que una sucesión de mujeres mayores del pueblo les enseña a coser, cocinar, limpiar, y, por encima de todo, obedecer.
No obstante, entre las grietas de esa prisión, la resistencia se encuentra bajo la forma de escapadas esporádicas, con la intención de encontrarse con muchachos o presenciar partidos de fútbol. Empero, esas pequeñas travesuras solo logran que los muros se alcen y que las rejas bloqueen cada vez más ventanas, sancionándolas con una vida monótona, de tareas insípidas y matrimonios arreglados.
Sin embargo, incluso cuando el espectador es introducido en la cansina rutina de las hermanas o en las reuniones con sus pretendientes, en las que no pueden decir una palabra, la ópera prima de Deniz Gamzer Ergüven no pierde tensión. La libertad y la felicidad de las hermanas parecen en juego en cada momento, y la combativa inconformidad y la valentía de la más pequeña, Lale (Günes Sensoy), nunca descansan.
Cada una de las hermanas, astutamente desarrolladas tanto desde guion como desde actuación, muestra distintas caras de la adolescencia femenina, cada una con un rasgo que la identifica, pero no la caricaturiza. Mientras que Lale resuelve los conflictos de forma aguerrida, Sonay (Ilayda Akdogan), la mayor, lo hace a través de la seducción. Entre ellas, las demás hermanas se debaten entre una abnegación casi catatónica, la melancolía y la completa inocencia, logrando un estado de complementación ideal, solo escindido por los mandatos culturales.
La naturalidad de las actrices, cuatro inexperientes y solo una con películas atrás, en ningún momento roza la desprolijidad, sino que mantiene la frescura de la película: tendidas en el piso o sentadas en el asiento trasero de un auto, sus cuerpos y sus cabellos forman una única maraña, y, cuando llegan los créditos, parece irreal que las jóvenes lleven distintos apellidos.
Al ver cualquier imagen de la película, la comparación con Las vírgenes suicidas (1999) de Sofía Coppola se vuelve ineludible: cinco hermanas unidas, cinco adolescentes de miradas lánguidas y largas cabelleras, cinco mujeres jóvenes reprimidas por un entorno estricto. Sin embargo, mientras las hermanas estadounidenses flotan casi por inercia en los suburbios, víctimas de una depresión que parece serles inherente, las turcas desbordan otro tipo de intensidad, una que desborda de ganas de vivir, de torcer el destino, aunque sea levemente, a su favor.
La fotografía luminosa, que perfila sus largos cabellos como si fuesen filamentos dorados, contribuye a una visión romantizada de sus vicisitudes que hace que el duro despertar de la realidad sea aun más estrepitoso. La cámara movediza, en tanto, las sigue con empatía, oscilando entre la inquietud y el temor, como si fuese otra de las hermanas, incapaz de someterse a los grilletes que les imponen.
Ese "monstruo de cinco cabezas, diez piernas y diez brazos", como las identificó Gamzer Ergüven, manifestó "el deseo de contar cómo es ser muchacha y mujer en Turquía". Sin embargo, tanto los temperamentos de los personajes como el lazo que mantienen posee aspiraciones aun mayores. Son vehículos de una esencia que las trasciende, que habla y demanda por todas las demás.El drama con el que debutó el director Lázló Nemes se destaca como una de las favoritas, ya habiéndose consagrado con el Globo de Oro a Mejor película extranjera. Durante la segunda guerra mundial, Saul, un prisionero húngaro-judío, es obligado a cremar los cadáveres del campo de concentración de Auschwitz. Al descubrir el cuerpo de un niño que él piensa que es su hijo, Saul decide honrarlo y desafiar todas las reglas que está forzado a acatar.
El abrazo de la serpiente (Colombia)
Theeb (Jordania)
Logrando la primera nominación jordana en la historia de los Oscar, la película de Naji Abu Nowar se centra en Theeb, un joven que vive en una tribu beduina dentro del Imperio Otomano junto a su hermano, Hussein. En plena primera guerra mundial, Hussein se embarca en un viaje para ayudar a un oficial británico, y Theeb, temeroso de perder a su hermano, lo sigue.
A War (Dinamarca)
El comandante danés Claus Pedersen y sus compañeros en armas están estacionados en una provincia afgana, mientras que, en Dinamarca, la esposa de Pedersen intenta llevar adelante una familia con tres hijos que extrañan a su padre. Durante su misión, Pedersen deberá tomar una decisión que impactará en los destinos de sus hombres, los civiles y su familia.
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