Ni tanto, ni tan poco, pero quizá sea la última

Unos ven al gobierno con el camino despejado para despegar y otros lo ven prisionero del popular matrimonio del MPP. Conclusiones drásticas y apuradas que no parecen tener mucha base.

La transición de Sendic a Topolansky fue simple y de trámite, lo que fue valorado dentro y fuera del país como un reflejo de democracia madura, que cuando cae alguien por más alto cargo que ocupe, lo sucede quien debe hacerlo según las normas, y a otra cosa.

Ahora emergen dos preguntas sustanciales. La primera: ¿hay una oportunidad auspiciante para el gobierno? ¿Se abre un nuevo período para reconstruir una interna que ha estado tensa, como para trabajar en unidad en procura de mejorar la gestión, y que eso sea valorado por la opinión pública?

La segunda: ¿Tabaré Vázquez quedá aún más complicado con un ala del Frente que no comparte sus ideas macro y que le ha perdido afecto, y que ahora gana más peso en la toma de decisiones?

Las respuestas no son lineales.

El Frente Amplio tiene 16 votos en el Senado (15 más el vicepresidente) que al inicio del período era seis del MPP, tres de la 711, uno de la 1001, uno de Casa Grande (Constanza Moreira), dos del Partido Socialista y tres del Frente Líber Seregni. Eso se puede traducir a 5 senadores del ala socialdemócrata y socialista democrático, y 11 de los grupos más de izquierda, con metas de socialismo (con los reparos que tiene la simplificación).

La relación se mantiene en esencia, aunque hay algunos cambios. El senador Marcos Otheguy se había ido de la 711 y con otros ex Sendic fundaron "Rumbo de izquierda", por lo que la 711 comenzó con tres votos y ahora queda con uno, por aquella pérdida y por la caída de Sendic.

Hoy la bancada queda con: MPP (7), 711 (1), 1001 (1), Rumbo (1), Casa Grande (1), FLS (3) y PS (2).

Ese voto adicional del MPP no cambia casi nada: lo fuerte es la presencia de una de sus principales dirigentes en la presidencia de la cámara.

En Diputados, el Frente Amplio esta semana recuperó el voto número 50, tras la renuncia del disidente Gonzalo Mujica. Como éste había sido electo por la 609, el MPP gana (o recupera) una banca.

Ese episodio sí tiene incidencia, porque la oposición pierde esa ventaja que tuvo durante meses para votar alguna investigadora o para complicar al oficialismo. Pero recuperar el voto 50 no significa que el Frente Amplio tenga asegurada la mayoría propia en forma automática, y si los proyectos son importantes, y por lo tanto polémicos, la negociación no será sencilla.

La primera conclusión es que Vázquez no queda prisionero del MPP. Topolansky arrancó el período con dura derrota ante Daniel Martínez, y muchos frentistas decían que no le veían condiciones para liderar un proyecto, para ser ejecutiva. Ahora, aunque no sea igual, tiene chance de reivindicarse, mostrar que puede presidir el Parlamento y hacerlo bien, tender puentes para hacer acuerdos y votar leyes.

El MPP la va a querer ayudar, porque se ayuda a sí mismo como sector, y de esa manera, aunque no sea necesariamente la intención, estarán ayudando a Vázquez. Además, el nuevo voto (de Charles Carrera) no modifica la relación de fuerzas.

La segunda conclusión es que el gobierno puede aprovechar el cambio para mejorar, pero que la mejora no es automática. Echar la culpa a Sendic por la demora en aprobar proyectos, no sólo es injusto sino que es equivocado. Él no iba a reuniones de coordinación ni era operador político, pero la débil producción legislativa es producto de un oficialismo que ha funcionado mal.

Podrán aprovechar el cambio para generar oportunidad de cambio, pero para eso deberán hacer las cosas bien y rápido, porque la desaprobación neta de gestión no es coyuntural, por molestia por algo puntual, sino de tipo estructural. No es como en Montevideo que la gente bajó el pulgar un mes por la suba del precio de boleto y después con la baja de tarifa todo volvió a su cauce.

Tabaré puede hacerlo porque tiene capital político para ello ya que en popularidad neta está al tope del ranking de líderes de todos los partidos. Su gestión es apoyada solamente por 31% de los uruguayos y reprobada por 41%, pero los que expresan simpatía son 42%, o sea que ahí tiene una franja amplia entre los que puede recuperar apoyos.

Pero no le será fácil, porque la simpatía también ha bajado, ya que arrancó en 52% y la "luna de miel" se le fue rápido (todos datos son de encuestas de Equipos Consultores).

La oposición también aprendió una lección estos días. Pese a un acuerdo de bancadas sobre la forma de tramitar el recambio de vicepresidente, a la hora de votar hubo que hacer un cuarto intermedio para que los blancos resolvieran un ajuste interno por dos diputados rebeldes (cuestionaban lo acordado y querían debate acalorado).

El fantasma del "voto 50" –en el entendido de un "voto decisivo"– sobrevoló la reunión. Hay un riesgo para la oposición, que se presenta como alternativa al Frente, porque si les cuesta cumplir un acuerdo de este tipo, muchos se preguntarán: ¿cómo harán en caso de ser gobierno, para asegurar los votos a proyectos polémicos?

La era post-Sendic abre un nuevo tiempo, que no trae cambios drásticos de por sí, pero que da oportunidad al gobierno, y al Frente Amplio en su conjunto, para frenar la pérdida de aprobación y de adhesión. Requerirá inteligencia, esfuerzo y un plan. Y aunque siempre hay oportunidades, para que sea efectiva y de resultados concretos y a tiempo, ésta tiene aroma a "la última".