"¿Vos viniste sola y te vas sola?", le preguntó una funcionaria de la escuela 77, República del Salvador, a una niña sobre las 8 de la mañana. La niña parecía no saber qué responder. Finalmente, la funcionaria cerró la puerta de la escuela y la niña quedó adentro.
Al poco tiempo, dos niños se acercaron a la escuela. Golpearon la puerta, miraron por la ventana. Nada. Nadie les abría. Otra niña, de sexto año, se acercó mientras su madre la miraba desde el auto. "Su maestra vino siempre y el problema es que si no viene dice que le ponen la falta", contó a El Observador. Varios minutos después, la puerta de la escuela se abrió. La niña corrió al auto a decirle a su madre que había clase y los otros dos niños, que habían esperado insistentes, entraron.
A Mateo, que está en cuarto de escuela, lo había llevado su abuela. Pero no corrió la misma suerte que la niña de sexto. Su maestra no había ido y su abuela decidió que no se quedara. Hacía días que no veía a sus compañeros. Prácticamente desde hace dos semanas. Y extrañaba el salón de clase.
En la escuela 27 del Prado había un niño por maestra. Eran cuatro y cuatro. Antes de que fuera la hora de entrar a clase, un padre llamó al chofer de una camioneta que lleva a los alumnos a esa escuela para decirle que su hijo, de primer año, iba a ir como todos los días. Esa camioneta también trabaja para la escuela 70, que estaba cerrada.
Al igual que el padre de ese alumno de primero, el abuelo de un niño de quinto de la escuela 47 del barrio Capurro también lo llevaba siempre. "Prefiero que esté acá con otros niños y no en mi casa, mirando la televisión o jugando con el celular", dijo a El Observador. La semana pasada fue miércoles, jueves y viernes. Cada vez que el abuelo pasaba por delante de la escuela veía a los niños jugando al fútbol o al básquetbol o con los maestros en el comedor.
En los liceos, tener clase hoy también era a suerte y verdad.
Cuatro alumnos de quinto del liceo Bauzá jugaban con sus celulares a la entrada del centro. Habían ido a primera hora, pero el profesor faltó. "Igual nos quedamos porque sabemos que en la materia que tenemos después el profesor viene seguro", dijo uno. Según relataron, los profesores que van pasan la lista, pero los estudiantes no tienen claro si se les va a computar la falta.
En la misma situación estaban los alumnos del liceo Héctor Miranda. Algunas materias sí, otras no. "Siempre algún carnero hay", gritó una. Hace tres semanas que no tienen clase con normalidad porque la semana anterior a que comenzara la huelga los estudiantes ocuparon el centro. Ahora preparaban banderas para cortar la calle. Una de las alumnas comenzó a titubear cuando se le preguntó qué fue lo último que estudió: "Y...es que algunas clases tenemos. No importa qué es lo que estudiamos. Acá no perdemos clase en realidad, porque esto es una lucha".
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