Linng Cardozo

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Ombú el día que esperaba al electricista

Tiene los lápices siempre con la punta afilada. En sus dos acepciones: para dibujar bien y para ironizar. Se trata del caricaturista Ombú.
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17 de noviembre de 2016 a las 04:50

Dibuja desde los 6 años cuando vio los almanaques de la fábrica Alpargatas con las ilustraciones de Florencio Molina Campos. Desde allí no paró. No bebe en la fuente de agua casi contaminada que suele presentar el denominado "arte contemporáneo". "Para mi es tan contemporáneo Lucien Freud como El Bosco o Pieter Bruegel o Nam Yum Paik", dice convencido. A sus espaldas, Ombú tiene una enorme biblioteca que parece caérsele encima. Allí hay sólo libros de arte. Cuando habla de algún artista, gira en su silla, busca y encuentra un libro para explicar de qué está hablando. En la gran mesa –una suerte de mueble polifuncional en donde dibuja, enseña, come y posa un vaso de vino- está ordenadamente tapizada de papeles, tintas, acuarelas, ecoline, pinceles, lápices. Tiene pedacitos de papel Canson con pruebas de colores. Sus caricaturas son simples, con un austero manejo del color pero con un agregado potente: la palabra. "Sí, pueden ordenar el trabajo o lo que quiero decir". Y recuerda a Peloduro, otro gran caricaturista que empleaba la palabra en sus trabajos. Para explicarse mejor, dice: "Sábat y Arotxa –grandes caricaturistas- no usan la palabra. Les alcanza con lo que dibujan. Está muy bien". Es interesante observar el trazo de las letras de Ombú: se parecen a la tipografía de Joaquín Torres García. "Es cierto, tenés razón". "La palabra, además, tiene un componente compositivo, además de guiñadas irónicas". Es evidente además que lo pictórico lo domina en todos los planos. "Yo observo mucho, hay que saber mirar", explica. Pero un trabajo de Ombú no es la caricatura clásica –en donde el personaje o la situación son sobredimensionadas en sus aristas más visibles- sino un trabajo plástico. "Claro. Yo creo en la composición y la armonía. Hay veces que lo logro y otras veces no". En los años 70 dibujaba algo. Se fue para México y allí se metió de lleno en la caricatura política. Claro: llevaba en sus alforjas las clases de pintura con José Luis Montes, Julio Alpuy y Guillermo Fernández. En México se vinculó a maestros como Rogelio Naranjo, Rius (Eduardo del Río) o el chileno José Palomo. Y de lejos a tantos otros, como el recientemente fallecido Carlos Nine, un referente de la caricatura argentina.

"Pasá por acá. Es en el baño. Le puse un portalámpara pero no funciona". Así recibe Fermín Hontou (Ombú) a este periodista con cara de electricista en su apartamento de la calle Piedras, allá abajo donde la Ciudad Vieja casi se descuida y se cae adentro del puerto.

Ombú –así firma sus trabajos- es un caricaturista, esa suerte de "arte menor" que en forma cotidiana conmueve a millones de personas en todo el mundo. "La caricatura es una palabra usada con sentido peyorativo", dice Ombú mientras continúa disculpándose por su confusión eléctrica.

Sus caricaturas son simples, con un austero manejo del color pero con un agregado potente: la palabra.

Es interesante observar el trazo de las letras de Ombú: se parecen a la tipografía de Joaquín Torres García.

CUANDO SE EXPONE

Ombú frecuenta exposiciones y museos. Le gusta, separado "pero con alguna novia", el caricaturista recorre Montevideo en donde pone sus ojos con frecuencia para saborear imágenes. Parte de su trabajo está en el libro de caricaturas "Me Río de la Plata, creadores desde acá hacia el mundo". Como Sábat y Arotxa, divulga sus retratos a lápiz, tinta china y acuarela. Y allí aparecen otras miradas de Ombú, en tanto se recogen caricaturas de artistas que se publican en "El País Cultural". Ha expuesto en dos oportunidades en la sala Carlos F. Sáez del Ministerio de Transporte y Obras Públicas. La primera se trató de Montevideo desde el ojo de Ombú. La segunda –reciente- recogió dibujos eróticos hechos en México y acá. "Me censuré. Esa serie contiene dibujos que creí oportuno no exhibir", dice sonriendo. Nuevamente la composición plástica aparece con toda su virulencia en estos trabajos en donde la mujer desnuda adquiere un enorme valor sensual. No hace falta la palabra. ¿Para qué?

UN ANIMAL DEL PAPEL

Ombú no es amigo de las computadoras. Todos sus trabajos son en papel. Están cuidadosamente guardados, tanto en su casa como en el semanario Brecha en donde hace más de 20 años que trabaja. "Me siento bien con el papel. Pero además hay una cuestión importante: no me arriesgo a que me roben todo el trabajo. A Tunda (otro caricaturista con el cual tuvieron juntos un taller), le robaron la computadora con todos sus trabajos. A mí eso no me va a pasar". Gira nuevamente sobre la silla y muestra sus carpetas temáticas.

"Ahora le destino menos tiempo al dibujo y más a pensar. Creo que he adquirido eso que se llama oficio y entonces cuando tengo la idea clara no me lleva tiempo dibujarla. Antes me podía pasar dos días dibujando. Ahora no."

NOTA. El electricista no llegó. Avisó que pasaría otro día.

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