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Opción de no tener nuevo presupuesto
La resistencia de una mayoría del Frente Amplio y del movimiento sindical a las medidas de austeridad anunciadas por el equipo económico plantea incertidumbre sobre el presupuesto para este período. A menos que el presidente Tabaré Vázquez y su ministro de Economía, Danilo Astori, cedan a demandas de mayor gasto y hagan otras concesiones, pueden trancarse las discusiones que acaban de iniciarse con la bancada oficialista. En un escenario extremo, si no hubiera acuerdo seguiría rigiendo el presupuesto actual. Es improbable que se llegue a esa situación, ya que perjudicaría tanto a proyectos del gobierno como a los reclamos sectoriales de mayor laxitud, al quedar en el limbo los aumentos salariales o partidas en muchas áreas, como la educación.
Por otra parte, la mayoritaria bancada oficialista siempre termina votando unida, pese al desacuerdo de algunos legisladores. Con seguridad habrá un largo período de tironeos en los meses próximos, con el equipo económico resistiendo palmo a palmo los embates de los sectores que quieren cambiarle el libreto. Pero llega a la discusión presupuestal en debilidad minoritaria. El MPP del expresidente José Mujica, el sector del vicepresidente Raúl Sendic y el Partido Comunista, que tienen mayoría en la bancada legislativa de la alianza de izquierda y cuentan con el respaldo del PIT-CNT, lideran las exigencias de abrir más la billetera y acentuar la presencia del Estado en la economía. Son los dos caminos que el país tiene que evitar, como sostienen atinadamente Astori y su equipo, con el respaldo de Vázquez, para salir de la coyuntura adversa que enfrenta el país.
En el ciclo actual de crecimiento alicaído, de dificultades externas en aumento en materia comercial y de menor consumo interno, son esenciales la prudencia fiscal y la apertura a la inversión externa y privada. Estas necesidades imperiosas entrecierran el abanico de concesiones que puedan hacerse al sector mayoritario del Frente Amplio, para superar las profundas divisiones internas que complican al oficialismo. No parece factible la alternativa de que, si persisten las disidencias, Vázquez y Astori procuren el respaldo de la oposición. Es un camino habitual en otros países, como Estados Unidos y algunos europeos, en los que parlamentarios oficialistas u opositores cruzan líneas partidarias en algunos temas. Pero en Uruguay es difícil imaginar a parte del Frente Amplio y a los partidos opositores votando juntos para aprobar el presupuesto, con otra parte del oficialismo votando en contra.
En la definición del intríngulis creado por las diferencias de enfoque dentro de la fuerza gobernante será decisiva la influencia que pueda ejercer Vázquez y la firmeza con que se plante ante los reclamos. A diferencia de su primer período, cuando su autoridad era indiscutida, enfrenta ahora las renuencias internas del poderoso bloque que lideran Mujica y su propio vicepresidente. Mujica comparte con Vázquez la responsabilidad de las dos primeras administraciones frenteamplistas en haber gastado a manos llenas durante la década de bonanza exportadora iniciada en 2003, omitiendo la previsión elemental de ahorrar en un fondo que hubiera ayudado a sortear el adverso ciclo actual. Se requiere que todos en el Frente Amplio reconozcan su responsabilidad en este descuido para que salga finalmente un presupuesto acorde con la realidad. Pero no es seguro que así ocurra.
