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Oportunidad para reformas en la "nueva" Argentina

Los cambios promovidos por el nuevo presidente Mauricio Macri están teniendo un impacto positivo, pero el tiempo puede transformarse en su mayor obstáculo
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28 de septiembre de 2016 a las 05:00
John Paul Rathbone, Financial Times

Las reformas del nuevo presidente Mauricio Macri están teniendo un impacto positivo, pero el tiempo puede ser su mayor obstáculo. "Me sorprende que no estén mirando sus teléfonos", bromeó Alfonso Prat-Gay. Era la mañana del 24 de junio de 2016, y el ministro de Finanzas de Argentina estaba animando a su público: un grupo de inversores con sede en Nueva York que, potencialmente, podría invertir miles de millones en su país. También era el día siguiente a la votación del Reino Unido para salirse de la Unión Europea (UE).

Los mercados globales habían enloquecido. Los operadores y los inversores de todo el mundo estaban en alerta. Muchos habían cancelado reuniones. Sin embargo, en la mansión de Park Avenue, la sala de conferencias estaba llena más allá de su capacidad, un signo del entusiasmo que la "nueva" Argentina puede generar en el extranjero. Incluso Larry Fink, el director ejecutivo de BlackRock, la empresa gestora de activos más grande del mundo, estaba allí.

"Ya se trate de Brexit o de las realidades políticas de EEUU éstas son expresiones de ira popular.
La sabiduría convencional a menudo se ha equivocado al interpretar esta ira", le dijo Fink al absorto público ante la Sociedad de las Américas/Consejo de las Américas (AS/COA, por sus siglas en inglés). "Pero yo creo que hay algunos países que están intentando detener esa ira y construir un mejor futuro. El presidente Macri ha demostrado lo que puede hacer. Con suerte, Europa seguirá el ejemplo de Argentina".

Macri ha disfrutado de reconocimientos similares –por lo menos en el extranjero– a medida que su gobierno ha comenzado a sacar a Argentina del callejón sin salida al que sus predecesores, Cristina Fernández de Kirchner y su difunto esposo Néstor Kirchner, habían conducido al país durante 12 años de gobierno populista.

La primera tarea del presidente Macri –aparentemente poco espectacular pero de hecho revolucionaria– es hacer que Argentina sea nuevamente un país normal.

En rápida sucesión, eliminó el control de cambios; resolvió una demanda de una década de duración que había bloqueado a Argentina de los mercados internacionales de capital; emitió un bono por US$16,5 mil millones, el más grande en la historia de los mercados emergentes; comenzó a compilar y a publicar estadísticas nacionales precisas, por primera vez en una década; y aumentó significativamente las tarifas de los intensamente subvencionados servicios públicos.

Buenos Aires también criticó abiertamente los abusos en contra de la democracia en Venezuela, un raro ejemplo de liderazgo regional pero todavía en consonancia con el simple deseo de Macri de "decir la verdad".

Este enfoque práctico reanimó a un país que estaba sufriendo de "agotamiento populista".
Nueve meses después de haber comenzado su mandato, el presidente Macri continúa disfrutando de índices de aprobación superiores al 50%.

Un continuo apoyo popular como este es particularmente impresionante dado que su programa de reforma está siendo liderado por un gobierno de minoría y por un presidente conocido por su poco amigable falta de carisma.

Aun así, por impresionante que esto pueda ser, ¿es suficiente para proclamar una "nueva" Argentina, dado que el país –uno de los 10 más ricos del mundo hace un siglo– ha sido víctima de tantas falsas esperanzas?

Existen varias razones por las que la situación de Argentina pudiera ser diferente esta vez. En primer lugar, se encuentra la calidad del gobierno de Macri.

El gobierno está lleno de funcionarios competentes, muchos de los cuales dejaron prestigiosos empleos en el sector privado en el extranjero. "En 50 años, nunca he visto tal afluencia de competencia", declaró Martín Migoya, director ejecutivo de Globant, una empresa de tecnología con sede en Buenos Aires. "Me transmite confianza e incluso tal vez sirva de modelo para el resto de Latinoamérica".

Gran parte de la administración de Macri también proviene de una generación más joven que no se autodefine automáticamente en reacción ante la dictadura militar.

Además, aunque la economía está en recesión y la inflación del 40% continúa acosando al país, el desorden que Macri heredó "no es tan grande como el impago de la deuda soberana de 2001 al que Néstor Kirchner tuvo que enfrentarse, ni hay hiperinflación a la que Carlos Menem (presidente de 1989 a 1999) tuvo que enfrentarse", comentó el consultor político Sergio Berensztein.

La segunda razón es una comparación, cada vez más favorecedora, con la administración anterior, gracias a una serie de inconcebibles escándalos de corrupción. Esto fracturó a la oposición peronista y a su vez ayudó a Macri a ganar apoyo político.

La tercera razón es el programa de reformas del gobierno. Este combina apertura hacia el mundo y regulaciones favorables a las empresas con una sensibilidad ante las cuestiones sociales y ante la política interna.

De hecho, a pesar de tener una reputación de ser frío y calculador, Macri mantuvo los programas sociales; la austeridad hasta el momento sólo incluyó los aumentos de las tarifas.

Los precios domésticos de la energía, congelados desde hace una década, se cuadruplicaron en marzo; sin embargo, a pesar de eso, se mantuvieron por debajo de los costos de producción.
Esto es pragmático pero arriesgado, ya que un gasto público sin restricciones en respuesta a la presión popular es un perenne talón de Aquiles argentino.

Una advertencia temprana se produjo en julio, cuando Macri sufrió su primera protesta pública en forma de cacerolazo.

El president había hecho un llamamiento a los argentinos para que ahorraran energía en medio del invierno y mediante la reducción en el uso de la calefacción. Pero debido a que había sido recientemente fotografiado en su casa con su esposa, quien estaba descalza y en manga corta, la exhorrtación provocó la ira pública y la marcha que, aunque pequeña, no fue insignificante.

Los argentinos, en su mayoría, parecen haber aceptado la idea de Macri, al menos por ahora.
El reto consiste en convencerlos de que el nuevo enfoque continuará después del final de la actual administración.

Aquí, también, existe un "plan de secuenciación". Las autoridades esperan que para octubre del próximo año, una decreciente inflación y una economía en recuperación ayuden a la coalición de Macri a ganar una mayoría en las elecciones legislativas.

Eso, a su vez, podría ayudar al presidente a continuar con reformas estructurales más duras –como las relacionadas con el corrupto poder judicial y con una economía plagada de oligopolio–y así ganar un segundo mandato.

Pero nadie dijo que forjar una nueva Argentina sería fácil.

Sorprendentemente, ya se rumorea que hubo algunos "encontronazos" entre los ministros de Macri en cuanto a quién podría sucederlo como presidente en 2024.

Tal vez esto sea una señal de que en la nueva Argentina, algunas cosas –como los inflados egos de sus talentosos compatriotas por los que son objeto de broma– puede que nunca cambien.

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