Juan Ignacio Beracochea tiene 19 años, vive en Minas, y tiene muy claro que será director de orquesta. A pesar de haber tocado durante años la viola, en determinado momento descubrió "ese instrumento silencioso que es la batuta", como lo describe. Y se enamoró.
En una edad en la que sus pares están pensando en videojuegos y estilos musicales más actuales –que pueden ir desde el rock al reggaetón y la cumbia– Beracochea no se sentía identificado con esos géneros. Su acercamiento a la
música sinfónica es el resultado de la búsqueda personal. "No tenía ni conocía mi estilo musical, pero no me conformaba escuchando rock. Cuando empecé a conocer el mundo de la música clásica me empezó a generar muchas sensaciones", recuerda ahora al hablar con
El Observador.
A su corta edad fue designado como uno de los directores de la Orquesta Juvenil de Minas y dirigió una orquesta joven en Venezuela. Es, además, parte de la Orquesta Juvenil del
Sodre, dirigida bajo la dirección artística de Ariel Britos, donde aprende esta profesión artística junto a un centenar de niños, adolescentes y jóvenes de todo el país –de entre 9 y 27 años– en un edificio ubicado frente al Auditorio Nacional Adela Reta, en el centro de Montevideo.
"Cuando aparece una persona que está claramente identificada con esto, la orquesta le genera todo lo que necesita, le da todas las herramientas y la infraestructura, para que pueda desarrollarse" explica Britos.
"Cuando aparece una persona que está claramente identificada con esto, la orquesta le genera todo lo que necesita, le da todas las herramientas, toda la infraestructura para que pueda desarrollarse" Ariel Britos, Director Artístico de la Orquesta Juvenil del Sodre
La Orquesta Juvenil del Sodre fue creada en 2011, sucesora de la orquesta juvenil José Artigas, para formar parte del Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles, que ya tenía 15 años de existencia.
Lejos de ser un hobby
OSODRE 5.JPG
undefined
undefined
El telón levantado, el escenario vestido de blanco por los tradicionales paneles acústicos, las sillas dispuestas en semicírculo. Algunos cellos recostados en el piso y los instrumentos de percusión en último plano. Coronando la disposición en el escenario de la sala principal del Auditorio Nacional del Sodre hay una tarima con baranda y atril, desde donde el director dará indicaciones con su batuta.
Los integrantes de la orquesta están comenzando con la lectura de una nueva obra. Con la mirada en su partitura, Alba Pallas espera la llegada del compás en el que debe empezar a tocar. Tiene 18 años y hace nueve está enamorada de clarinete. Tomando clases de música, un día le propusieron probar ese instrumento. "Me gustó y me lo quedé", afirma.
Además de estudiar música y tocar en la Orquesta Juvenil, estudia Economía y busca el equilibrio para poder realizar ambas cosas. Pero para ella, la música es lo primordial. "La gente cree que la música es mi hobby y la economía mi carrera. Es al revés".
Pallas se integró a la Orquesta en 2013 y desde entonces ha tocado en todos los conciertos y giras nacionales e internacionales, algo que le da un gran sentido de pertenencia. "Cuando digo que soy música no digo que toco el clarinete, digo que toco el clarinete en la Orquesta Juvenil del Sodre", remarca.
Espacio propio
Saliendo del Auditorio del Sodre, en una de las antiguas casas de dos pisos ubicdas en la calle Andes, está la sede de la Orquesta Juvenil del Sodre, inaugurada al año de estar en funcionamiento. Allí los músicos toman clases y comparten tiempos puente entre materias, ensayos y conciertos, vestidos como cualquier otro joven de su edad: de jeans, remera y championes, lejos de la formalidad que podría imponer una orquesta.
"Estamos trabajando en esta sede porque nuestra actividad estaba excediendo la capacidad del Auditorio. Necesitábamos salas para clases, salas individuales, de ensayos parciales. El movimiento es mucho, pero somos indivisibles con el Sodre", explica la directora académica, Claudia Rieiro.
Un largo pasillo va descubriendo a sus lados puertas de madera y vidrio que dan paso a salones de diferentes dimensiones. Cada una lleva el nombre alguno de los grandes compositores –Tchaikovsky, Mahler, Bach, Mozart y Brahms son algunos de los más destacados del ámbito internacional–, mientras que en representación de lo nacional está el salón Eduardo Fabini.
Pablo Do Santos tiene 22 años, desde los 16 forma parte de la orquesta como flautista y combina su tiempo entre sus estudios de profesorado de música y su dedicación a la orquesta. Por ello, pasa muchas horas de su día en la sede. "Es mi casa. Cuando tengo tiempo libre y no tengo que venir, vengo igual", expresa con orgullo.
En la búsqueda de darle un camino de profesionalismo a quienes lo demandan, la orquesta juvenil y las demás escuelas del Sodre firmaron un convenio con UTU que permite la certificación de quienes cumplan con los procesos académicos planteados en la propia orquesta.
"La idea es tener un título que a nivel formal pueda fortalecer esa área académica. Es algo que les brinda soporte y también ayuda a impulsarlos", señala Rieiro.
En la entrada de la sede, una larga y empinada escalera que simula ser un piano tiene un mensaje en su último escalón: "Llegaste". Pero al dar el último paso se descubre otro mensaje en el suelo: "Aquí es donde todo comienza".