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Pablo Aharonian, el hombre capaz de escribir la danza

Aharonián, uruguayo, es el único representante latino de un rol peculiar. Trabajó con Nureyev, vive en Chile y volvió por Carmen
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25 de julio de 2016 a las 05:00
En la década de 1940, una revolución silenciosa comenzó en el mundo del ballet. Ya se habían atisbado intentos anteriores de registrar coreografías pero la complejidad del movimiento humano, en el espacio del escenario y en el tiempo de la música, hicieron que los proyectos culminaran siempre en fracaso. Fueron necesarios una bailarina y un matemático para que el lenguaje de la danza llegara finalmente al papel.

Creación de Joan y Rudolf Benesh, el método de notación Benesh se armó de pequeños puntos, líneas y figuras para expresar sobre un pentagrama la progresión de pasos de los bailarines, desde los elongamientos más simples hasta las piruetas más elaboradas. Esto no solo permitía conservar en la memoria más tangible cada paso de nuevas coreografías y proteger a los creadores de plagios, sino también asegurar la reproducción pura, liberada de los errores que la práctica pudiese imprimirle a una obra.

Con los años y la institucionalización, el método, también llamado "coreología", comenzó a ganarse espacio en las grandes compañías del mundo y en los flancos de coreógrafos fundamentales como Kenneth MacMillan o John Cranko, cada uno con su propia coreóloga, versada en este código. Como lengua enrevesada que es, la coreología requiere siempre del coreólogo, un traductor que convierte el movimiento en signo y, al instruir a bailarines, vuelve a transformar al signo en movimiento.

El maestro y exbailarín Pablo Aharonián es la cara y la pluma de la profesión en estas latitudes, único coreólogo de América Latina. Parte del Ballet de Santiago de Chile, Aharonian se encarga de reponer en diferentes partes del mundo las obras de la coreógrafa Marcia Haydée, cuya Carmen será representada por el Ballet Nacional del Sodre (BNS) desde el 11 de agosto. Aunque su acento chileno no lo delate, Aharonian, uruguayo, es hijo de la misma institución a la que hoy visita de forma transitoria, con un pesado cuaderno de notaciones que debe transmitir.

Talento enamorado

De la misma manera que su pasaporte desborda de destinos, su carrera ha sabido acumular títulos, compañías y partenaires. Sin embargo, la trayectoria de Aharonián comenzó relativamente tarde, a los 18, cuando logró, tras cuatro años de intentar convencer a sus padres, tomar clases con Raúl Severo.
"Mis padres me llevaban a ver conciertos y óperas, y una tía cantaba en el Coro del Sodre. Siempre estuve en contacto con la música, pero nunca me había atraído el ballet", comentó Aharonián, capaz de identificar la obra exacta con la que cambió de opinión: El combate. "Ahí me enamoré del ballet", señaló, y un montaje posterior de Romeo y Julieta se lo confirmó. "Quise bailar como Severo".

Solo cuatro años después Aharonian tuvo la oportunidad de ocupar el lugar de su maestro, primer bailarín del BSN, para ese entonces retirado. La inusual rapidez de su formación y de su ascenso no le eran ajenos, sino que lo impulsaban constantemente a esforzarse más. "Era un momento difícil porque el Sodre se había quemado; trabajábamos en condiciones primarias. Pero igualmente era una época en la que uno aprendía mucho, porque todavía había bailarines de la época de oro del BNS. Siempre me gustó rodearme de gente que supiera más que yo, para que me aportara. Severo me decía "la pequeña esponja", porque absorbía todo lo que podía, y siempre fue muy consciente de que empecé muy tarde, entonces no podía perder tiempo. Yo trabajaba las mañanas en el Sodre y en las tardes hacía dos clases más. Estaba todo el día trabajando".

La Scala de Milán fue la segunda e inesperada parada de Aharonian, quien fue contratado por uno de los mejores bailarines del siglo XX, Rudolf Nureyev, para un rol en Romeo y Julieta. "Él necesitaba un bailarín de mis características para un rol. Yo era un bailarín muy particular, porque era atlético", señaló Aharonian, quien atribuye esa seña de identidad a su formación anterior en deporte y a sus raíces armenias, "fortachonas". La interpretación, empero, era otro de sus fuertes.

Pablo Aharonian
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Como solista, Aharonian procuró trabajar "el triple para merecer la posición" y vivió el momento de apogeo de La Scala, en la que había grandes producciones y llegaban maestros ilustres. "En lo artístico tenías la posibilidad de aprender constantemente, y en lo económico era tan solvente que te podías dar el lujo de ver espectáculos en París, Berlín, Londres", comentó. Sin embargo, problemas de permisos de trabajo en Europa obligaron al bailarín a trasladarse a Chile, a probar su suerte en el Ballet de Santiago.

"Comparado con Milán, Santiago no me gustó para nada. Pero me hice de amigos, bailaba mucho y era muy lindo tener la cercanía con mi familia. Todo eso hizo que la ciudad me sedujera". Treinta y cuatro años después de que lo reclutara el húngaro Ivan Nagy, entonces al frente del Ballet de Santiago, Aharonian continúa en la compañía, aunque ahora como mano derecha de Haydée y representante de una profesión prestigiosa dentro del mundo de la danza, aunque generalmente desconocida por sus espectadores.

Pasión por la precisión

El viraje hacia la coreología sucedió a los 41 años, cuando Aharonian decidió retirarse de la danza aún en el zenit de sus capacidades físicas. Nagy se rehusaba a perderlo, y le encomendó estudiar coreología en Londres, donde Aharonian complementó su título con estudios en pantomima antigua y repertorio clásico y romántico.

"En La Scala se montaban los ballets con coreólogos y en Santiago había ido la coreóloga de Cranko con sus libros, y yo miraba todo. Lo encontraba interesantísimo, pero era como un jeroglífico, como sánscrito. No entendía nada y no sabía en qué me estaba zambullendo", comentó entre risas. A fines de la década de 1990, tras un año de arduos estudios en Londres, Aharonian adoptó su nuevo rol, y hoy se declara "fan de la coreología".

Mano derecha de Haydée durante la creación de nuevas piezas, Aharonian debe anotar los pasos de los bailarines a la vez que coteja con la partitura musical. "Espero al estreno para tener la partitura de coreología final, para ver todas las luces, los movimientos escénicos, que pueden cambiar respecto de la coreografía. Tras el estreno trabajo en cada función, porque estoy intentando grabar los ballets en mi mente", comentó, definiendo un trabajo meticuloso que requiere concentración extrema, y memoria visual y auditiva.

Un único ballet lleva meses en ser escrito, no solo considerando pasos, sino también anotaciones de vestuario, escenografía y utilería. El resultado final, para Aharonian, no se mide en páginas, sino en biblioratos de varios kilos. "La Bella Durmiente pesa siete kilos. El lago de los cisnes también. Carmen pesa alrededor de unos cuatro kilos".

El vínculo de Aharonian con Haydée se centra en la familiaridad y en la confianza: "a veces, cuando se monta una obra de ella en otro país, ella no llega hasta el final de los ensayos, entonces yo lo monto y elijo los repartos". No obstante, Aharonian admite que su profesión supone una lucha constante con la tecnología. "Mucha gente piensa que no es tan importante la coreología, creen que pueden sacar los pasos del DVD. Pueden aprender cosas, pero, ¿y el estilo? ¿y lo que el coreógrafo quería de cada rol? El día en el que se filmó el DVD, además, puede que el bailarín se haya atrasado con la música o que el director de orquesta haya tocado más lento o más rápido, siempre hay detalles que no son absolutamente exactos a lo que el coreógrafo había pedido", señaló.

Habiendo repuesto ballets en Corea, Suecia, Australia y Alemania, su primer retorno a Uruguay como coreólogo es un paso de peso. "Para mí significa volver a mis comienzos, a las calles a las que llegaba lleno de ilusiones. Yo nunca dejé de tener la camiseta puesta como uruguayo. Adonde vaya, en mi currículum siempre dice 'uruguayo de padres armenios', porque creo que tenemos que ser embajadores de Uruguay. Y si uno tiene la suerte de hacer bien su trabajo, que lo llamen de muchas partes, que te aprecien, es una gran propaganda para el país también".

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