Los expedientes de dos casos de parricidio cometidas en Rocha, en octubre de 2015

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Parricidio, de la fantasía a la realidad

Para entender esta problemática hay que conocer la historia, aunque las patologías psiquiátricas graves suelen explicar la mayoría de esos casos
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25 de junio de 2017 a las 05:00

El futbolista surgido en Danubio Jorge García mató a su padre a golpes con un cenicero en 2014. Sumergido en un cuadro de delirio agudo, quien pintaba para crack tocó fondo dominado por el consumo de drogas. García fue internado en el hospital Vilardebó y logró recuperarse e incluso volver a entrenar este año en un equipo de fútbol (Huracán del Paso de la Arena). Su caso tuvo amplia difusión, pero otros pasaron como noticias breves en los medios de comunicación.

¿Qué lleva a una persona a matar a su padre?, ¿Sólo los enfermos psiquiátricos son capaces de cometer parricidio? ¿Pueden las situaciones de abuso desencadenar ese tipo de homicidio?

En octubre de 2015 en Rocha, y a pocas cuadras de distancia, se produjeron dos parricidios. En ninguno de los casos hubo armas de fuego y los dos tenían un historial de violencia familiar. Uno de los homicidas sufría una patología psiquiátrica grave y por eso fue enviado al hospital Vilardebó; el otro lo mató por plata y porque sentía rabia, y marchó a la cárcel. La increíble coincidencia confirma la imposibilidad de encasillar a los parricidas bajo un mismo paraguas. Buscar características comunes en las personas que matan a su padre es una tarea inútil. Cada caso es un mundo aparte.

Esquizofrenia

A Leonardo Cáceres le diagnosticaron esquizofrenia a los 16 años. Es el menor de sus hermanos y por esa condición siempre tuvo un cuidado especial. Sin embargo, sufrió en carne propia la violencia de su padre y las peleas de este con su madre. En el hogar donde vivía siempre se escuchaban insultos y se veían golpes. Hacía algunos años que sus padres se habían separado, y él se fue con su madre, Norma. Pero bajo su tutela no era posible que Leonardo cumpliera con la medicación para su patología, y por ese motivo fue a vivir con su padre. Esa decisión fue el principio del fin. Leonardo se peleaba con su padre y mantenían costumbres un poco extrañas, pero que ilustraban la violencia de ese hogar. Dormían en la misma cama y cada uno tenía un cuchillo en la cintura.

El 1° de octubre de madrugada ambos amanecieron discutiendo. En determinado momento el padre, Leti Miriam Cáceres, golpeó en la cara a su hijo, quien reaccionó dándole una puñalada en el pecho. Leonardo salió a la calle y llamó a los vecinos para contarles lo que había hecho. Adentro de la modesta vivienda, el padre de Leonardo intentaba buscarlo para darle su merecido, pero se desmayó en la cocina y, tras golpearse la cabeza, murió. En su mano rígida estaba la daga de 30 centímetros que portaba todo el tiempo para defenderse. La declaración del parricida ante la Policía y la Justicia fue muy breve y confusa. De todas formas dijo que se defendió del ataque de su progenitor.

"Cuando nos levantamos empezamos a forcejear y me pegó en la cara no sé con qué. Yo agarré un cuchillo que tenía en la cintura y le di una puñalada en el pecho. Con la mano izquierda agarré el cuchillo que tenía mi padre en la mano para matarme", relató Leonardo ante efectivos policiales, según consta en el expediente judicial al que accedió El Observador.

Leonardo había prometido hace años que mataría a su padre para vengar a su madre. Pero nunca nadie le dio importancia. Dos días antes del homicidio volvió a repetirlo, y esa vez cumplió.

"Los hechos están hechos, no voy a defender a mi hijo, pero yo creo que, así como un homicida tiene su libertad, mi hijo nunca la va a tener", dijo a El Observador la madre de Leonardo, Norma Cedrés.

El psiquiatra José Luis Rinaldi determinó que el homicida no tenía "capacidad de discernimiento ni juicio crítico".

"Si bien el paciente reconoce que mató a su padre, no tiene capacidad de valorar el hecho ni las causas que lo motivaron", dijo el profesional.

"Rabia por dentro"

Horacio Nicodella soportó durante muchos años el maltrato de su padre. Más de una vez se le cruzó por la cabeza poner fin a esa violencia, pero nunca se imaginó llegar tan lejos.

El 30 de octubre de 2015 discutió horas con su padre, quien estaba borracho y lo insultaba una y otra vez. Cuando se durmió su padre, tomó un fierro y le pegó con furia en la cabeza. Luego agarró un cuchillo de mesa y lo apuñaló en el pecho

Nicodella sabía que su padre había cobrado un préstamo de $ 30 mil y una vez consumado el homicidio buscó el dinero. Al principio intentó ocultar lo que hizo: tiró las armas homicidas en un pozo negro y se fue a la casa de su madre. Pero horas más tarde el cargo de conciencia fue más fuerte. Volvió y se entregó a la Policía.

"Fue una locura del momento; yo estaba con rabia por dentro", declaró ante la Justicia, según consta en el expediente al que accedió El Observador.

Cuando era niño, Nicodella fue castigado de forma cruel por su padre, según consta en el expediente judicial de su causa. Cuando le preguntaron por qué lo mató, respondió: "Por el maltrato psicológico y físico que me ha causado durante toda mi vida. Me pegaba con un cinto a mí y a mis hermanos, nos hacía hincar de rodillas sobre maíz".

La Justicia pidió una pericia psiquiátrica para saber si Nicodella estaba en sus cabales. La forense determinó que el homicida era "capaz de apreciar el carácter ilícito de sus conductas".

Blanquillo

Los casos de parricidios son aislados. Cada tanto hay noticias de alguno, pero el Poder Judicial no lleva una estadística ya que se trata de homicidios con el agravante de ser entre familia directa y es difícil discriminar para tener un dato global. El último divulgado por medios de comunicación en Uruguay ocurrió el 30 de abril de este año en Blanquillo (Durazno), y tuvo como protagonista a un joven de 17 años que mató a su padre de dos tiros en la cabeza. El parricida relató con lujo de detalles ante la Policía su delito, y aseguró que tanto él como su hermano de 15 años eran víctimas de violencia por parte de su padre.

El joven no soportó más el maltrato de su progenitor y luego de irse a la cama en la noche del domingo 30 de abril, esperó a que su padre –de 54 años– se durmiera para tomar un rifle y disparar.

El joven contó que el padre les pegaba con rebenques e incluso tenía picanas para castigarlos, elementos que luego fueron encontrados durante los allanamientos en la casa. "Su progenitor era controlador y violento, los castigaba cuando no hacían lo que él quería (...). No le permitía a ninguno (de sus hijos) tener amistades, ni vincularse con otros integrantes de la familia. Los hizo acostar en el piso, utilizó la picana y además los golpeó con los pies. Luego les decía que si les quedaba alguna marca en el cuerpo, refirieran a su madre que habían tenido una pelea con amigos o que se habían golpeado", dice el auto de procesamiento con base en la declaración del parricida. El joven fue internado en dependencias de INAU.

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