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Patrimonios escondidos: una mirada a la ciudad que espera

Caminar por la ciudad permite descubrir edificios emblemáticos, escondidos, inadvertidos para la mayoría de los montevideanos. Si levantamos la mirada, podemos observar en ellos un pasado rico en historia y patrimonio
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25 de marzo de 2015 a las 17:35

Documento vivo, escrito en ladrillo de lo que fuimos y de lo que somos. Solo es cuestión de detenernos, de observar y descubrir el patrimonio de la ciudad. Las fachadas, edificios, rincones y lugares de los barrios de Montevideo nos hablan del pasado y del presente. Muchos están abandonados y esperan un nuevo destino, otros están en vías de volver a sus mejores años y también están los que conviven en la ciudad que a veces los atropella y otras los respeta.

Otra mirada

Salgo por la ciudad buscando encontrar esa otra mirada que me permita ver los sitios silenciosos que nos acompañan y dan a Montevideo una fisonomía europea y colonial. De esa mistura va construyendo su identidad, como de a retazos, pero en armonía. La Ciudad Vieja y el Centro de Montevideo reúnen esos edificios que nos hablan de lo antiguo, del lujo o de lo sencillo, pero siempre de lo noble y de una sociedad que ponía énfasis en lo decorativo y en la belleza de su entorno. Hoy muchos están descuidados, abandonados, en una decadencia que los hace parecer dormidos. Pero su impronta se impone y parecen negarse a desaparecer. Otros están en una etapa de revalorización y son parte de la dinámica de la ciudad de una manera nueva.

La Comisión de Patrimonio del Ministerio de Educación y Cultura y la Unidad de Patrimonio de la Intendencia de Montevideo con sus ocho comisiones son los espacios en los que se selecciona una lista de los valores arquitectónicos protegidos en sus diferentes niveles. Algunos tienen carácter de protección patrimonial, otros son bienes de interés departamental, otros son patrimonio cultural de la nación o monumentos históricos nacionales. La lista es amplia. Hay más de 2.000 padrones protegidos en alguna de sus caracterizaciones.

Las comisiones que nuclea la Intendencia de Montevideo incluyen la comisión especial permanente de Ciudad Vieja, la de Pocitos, la de Carrasco y Punta Gorda, la del Prado, la del casco histórico-ferroviario de Peñarol, la de Colón, la del barrio Reus al norte y la de 18 de Julio.

La lista señala varios rincones de cada uno de los barrios de la ciudad. Entre ellos se encuentran edificios de valor arquitectónico, de valor histórico e incluso parques y plazas.

Gigantes revalorizados

Sobre la calle 18 de Julio está el edificio del Jockey Club de Montevideo, declarado monumento histórico nacional. Abandonado durante más de 10 años, hoy está comenzando un nuevo camino. En la planta baja el restaurante recientemente inaugurado da una nueva vida a este emblemático símbolo de la ciudad. El desembarco del grupo hotelero portugués Pestana ha sido el responsable de revalorizar este espacio. Ha respetado su impronta, su belleza y la riqueza patrimonial. La esencia sigue intacta pero con perspectivas de abrir el lugar a nuevos aires. La revalorización de cada rincón es notable.

Al pasar por la bella puerta de hierro que marca la entrada es posible trasladarse por un minuto a otra época. El ruido de la ciudad se diluye, y las paredes, el mármol, los vitrales coloridos y una atmósfera relajada, serena e imponente a la vez dan la bienvenida a este señorial espacio. Me imagino los antiguos encuentros de la alta sociedad montevideana en aquellos rincones.

Fue construido y pensado por el arquitecto francés Joseph Paul Carré e inaugurado en 1932, en los años de esplendor de un Montevideo que se adivina en sus paredes. Allí se reunían jugadores, pensadores y amigos del Jockey Club, todos hombres, ya que no se admitían mujeres, las que podían concurrir solo a eventos especiales en los enormes salones donde se realizaban casamientos o fiestas particulares. Luego de la época de bonanza, el Jockey cerró sus puertas y en 1997 se remató el edificio. El grupo Pestana es su propietario desde 2010. Allí proyecta un hotel cinco estrellas que se estima comenzará a mediados de este año con las primeras etapas del desarrollo y restauración. La obra llevará no menos de año y medio. El gigante dormido despertó y ya se respiran nuevos aires en los salones del Jockey, que ha comenzado a recibir buena gastronomía, música y arte. Es un primer paso para una construcción que comienza a despertar.

Montevideo, qué lindo te veo

Casi frente al Jockey Club, se encuentra el ícono de la ciudad por excelencia, el Palacio Salvo. Declarado bien de interés departamental, y monumento histórico nacional desde 1996, es una obligada postal para propios y ajenos. Hoy parece que le falta algo: todos soñamos con que la cúpula vuelva a completarlo. Pero fueron los hermanos Ángel, José y Lorenzo quienes lo imaginaron. Y el arquitecto Mario Palanti lo diseñó. Fue inaugurado en diciembre de 1928, tiene 27 pisos y mide 95 metros, lo que lo convirtió en la segunda torre más alta de Sudamérica hasta 1935. Recorrer sus pasillos, a veces oscuros, nos hace imaginar historias, personajes y relatos. El Salvo espera recuperar su mayor esplendor. Hay pisos más modernos que albergan oficinas, otros son residencias particulares y otros parecen detenidos en el 1900. La vista desde sus ventanas art déco ofrece una de las mejores postales de la plaza Independencia, de la puerta de la ciudadela y de la bahía de Montevideo.

Pasos más allá, la Ciudad Vieja reúne varios ejemplos arquitectónicos de valor. El Teatro Solís, el edificio Pablo Ferrando, el Cabildo, la catedral, el club Uruguay, el Palacio Taranco, el edificio de la Junta Departamental, la plaza Matriz, la Zabala, varios padrones que esconden en sus sótanos partes de la vieja muralla que rodeaba Montevideo como la que se encuentra en la rambla Franklin D. Roosevelt y Juncal, el Mercado del Puerto o el hospital Maciel. Y la lista sigue y merecería otro espacio.

Todavía te espero

Eso parecen decir algunos de los edificios más bellos que tiene la ciudad. Un ejemplo es el antiguo hotel Nacional, ubicado en la rambla portuaria. A los pies de la calle, las enormes ventanas y balcones parecen intactos. Sus cuatro pisos aún luego de los años trasmiten armonía y esplendor. Sus espacios tapiados no le quitan la esencia, sin embargo esperan volver a abrirse. Todavía aguardan por un nuevo destino. Ubicado en el padrón 2433, el hotel es parte de la historia del doctor Emilio Reus y de su aporte a la ciudad. Marcó una época financiera y social de un Montevideo que fue, y de la impronta que dejó en sus proyectos. Los arquitectos Parcus y Siegerist fueron los responsables de construirlo. La obra quedó inconclusa por la crisis de 1890.

Fue sede de Instituto de Matemáticas y ramas afines y luego Facultad de Humanidades y Ciencias hasta 1973, cuando fue clausurado y luego vendido. En el 2009 en remate judicial el edificio pasa a manos de Ereban SA para su rehabilitación y posterior abertura como edificio de oficinas y museo. El proyecto no prosperó y hoy la empresa tiene el edificio a la venta. Hay un anteproyecto aprobado por la Intendencia y la Comisión de Ciudad Vieja y la venta o la posibilidad de desarrollo a través de inversores puede generar un nuevo destino a este hermoso testigo de otro tiempo. La empresa propietaria realiza el mantenimiento permanente, la consolidación del edificio que está en condiciones y habilitado por la intendencia, pero sin uso actual. La esquina de la rambla portuaria espera nuevos horizontes, depende de la audacia y de la creatividad de inversores, posibles compradores o visionarios que quieran darle vida a estas paredes que acompañan la vista del puerto.

El próximo tren

La vieja estación de AFE es otro símbolo de un Montevideo de esplendor. Declarada monumento histórico nacional en 1975, hoy muestra otra cara. Actualmente en decadencia, grita en silencio por su revalorización. La que fue Estación Central guarda elementos históricos de excelente valor. Es cuenta de un país pujante, donde el tren era el símbolo del desarrollo, de la productividad y de la bonanza económica. Abandonada, cerrada y tapiada, transmite desesperanza. La ilusión de que el bullicio y el movimiento la invadan parece lejos de alcanzarse. Sin embargo, hay quienes trabajan para que eso ocurra. Hoy el Banco Hipotecario del Uruguay es propietario del inmueble y es quien se encarga de su mantenimiento y protección. Un litigio del Estado con uno de los empresarios que iba a recuperarla como parte del fallido Plan Fénix demora su renacimiento. Se desestimó hace pocas semanas la demanda contra el Estado, lo que augura una posible salida para volver a disfrutar de la Estación Central General Artigas. Incluso una asociación, el Grupo de Pasajeros en Defensa de la Estación Central, que se inicia en marzo de 1998, promueve su apertura y lucha contra su abandono. Lo que sea que se haga debería concretarse a la brevedad, porque el monumento edilicio espera y merece otro destino que el del olvido.

Camino y trato de imaginarme los andenes repletos, el ruido de los trenes, la vida rural llegando a la ciudad, los montevideanos yendo al interior. Los paisajes del Uruguay fueron protagonistas del tren, y el ferrocarril escenario del impulso de muchos de ellos. La estación fue inaugurada en 1897, en un Uruguay pujante. Es ejemplo del desarrollo agrícola e industrial y representa el trabajo de un país en crecimiento. Hoy es símbolo de pausa, de destinos inciertos, de desencuentros. Y, mientras recorro las calles del entorno, pienso que se merece otro destino. El silencio solo se interrumpe por el tránsito. Cada elemento me deja la sensación de que muchas historias se cuentan en cada objeto. Muchos abrazos, risas, llantos, saludos y encuentros deben haber sido parte de esta historia. Muchos ejemplos muestran el buen camino, otros indican la necesidad de hacer algo para que estas esquinas vuelvan a su mejor estado. El 28 de febrero de 2003 partió el último tren, hoy esperamos aún su regreso.

No me quiero ir, trato de encontrar a quienes fueron los responsables de dejarnos estas huellas del pasado, trato de escucharlos para alentarnos a respetar ese legado.

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