Ricardo Peirano

Ricardo Peirano

Reflexiones liberales

Petróleo sí, petróleo no

El eventual descubrimiento de petróleo no viene en buenas épocas. El precio del barril por encima de los US$ 100 parece cosa del pasado
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17 de enero de 2016 a las 00:00

Existe en filas del oficialismo un creciente optimismo de que en un plazo relativamente cercano Uruguay encuentre petróleo y pueda autoabastecerse de esa fuente energética que un día se llamó “oro negro”. Supongo que en filas de la oposición existe un sentimiento similar porque a los uruguayos nos encanta tener recursos naturales abundantes y máxime si no exigen demasiado esfuerzo de extracción. Es decir, si se puede obtener una renta sin trabajar demasiado.

El eventual descubrimiento de petróleo no viene en buenas épocas. El precio del barril por encima de los US$ 100 parece cosa del pasado y ni siquiera en Arabia Saudita cuentan con que vuelva a los 3 dígitos en los próximos años. De ahí que en el país que más influencia para formar y más reservas tiene, hayan diseñado un plan para llevar el déficit fiscal del ¡15% del PBI! que alcanzó en 2015 por efecto de la baja del precio del petróleo a ¡0%! del PBI en cinco años. Menudo ajuste fiscal y ello en un país que subsidia la electricidad, el agua y la vivienda y permite dar educación y salud gratuita a la población.
Pero más allá de lo que hagan los saudíes, que bastantes problemas tienen además de la caída del precio del petróleo en el ajedrez geopolítico de Oriente Medio y en la lucha con el ISIS, conviene mirar realidades más cercanas antes de determinar si es bueno para Uruguay tener o no petróleo. Argentina, por ejemplo, tiene petróleo y gas pero es incapaz de explotarlo en forma eficiente. Subsidia los precios y por tanto no hay estímulos para inversiones. Tampoco ofrece seguridad jurídica porque no respeta los contratos que firma. Y hoy, su balanza energética es claramente deficitaria. De Brasil ni puede hablarse hasta que no se aclaren las responsabilidades del “petrolao” aunque en su plataforma marítima parece haber yacimientos abundantes aunque difíciles de extraer. Venezuela tiene ingentes reservas petroleras pero está sumida en una crisis económica sin igual. Tanta renta petrolera generó una sociedad acostumbrada a no trabajar y vivir del asistencialismo del estado, cosa que Chávez potenció con su trasnochado “socialismo del siglo XXI”. Algo parecido ocurre en Nigeria, Angola y otros países africanos con petróleo abundante.

La abundancia de petróleo suele generar corrupción, disfunciones en el sistema político, asistencialismo social y escaso desarrollo económico en el largo plazo. El famoso ensayista venezolano Moisés Naim señalaba en 2009: “El petróleo empobrece. Los diamantes, el gas y el cobre también. Los países pobres que cuentan con abundantes recursos naturales suelen ser subdesarrollados. Esto ocurre no a pesar de sus riquezas naturales, sino debido a ellas. ¿Cómo puede ser que la riqueza natural de un país perpetúe la pobreza de la mayoría de sus habitantes? Debido a un fenómeno conocido como “la maldición de los recursos naturales”. Lo que alguien denominó “el excremento del diablo”
La maldición de los recursos naturales proviene del mal manejo que se da por parte del sistema político, que busca maximizar sus intereses de corto plazo. Solo Noruega ha sabido manejar excepcionalmente bien el descubrimiento de petróleo, formando un fondo de estabilización.

En base a esa consideración, no estoy para nada seguro que para Uruguay sea bueno descubrir petróleo. En primer lugar, porque de forma sostenida y casi sin chisporroteo político ni alharaca partidaria se ha implementado una política energética de largo plazo, basada en energías renovables, que han disminuido nuestra dependencia del petróleo y hasta nos permiten ser exportadores de energía. En segundo lugar, porque carecemos de un andamiaje institucional para evitar los peligros antes señalados. El hoy ya cuestionado manejo de las tarifas públicas, con petróleo propio, se prestará a vaivenes mucho mayores según las circunstancias electorales y las urgencias fiscales. Tercero, todo el episodio de ANCAP, aún cuando no haya nada de corrupción, muestra una enorme incapacidad para gestionar una empresa cuya actividad principal debería ser algo tan simple como la importación y refinación de combustibles en régimen de monopolio.

Concentrémonos en hacer más eficiente la política energética en curso y olvidémonos de quimeras que traerán disputas y males. No necesitamos para nada “el excremento del diablo”. Lo podremos comprar a bajo precio mientras reducimos nuestra dependencia y recuperamos el principal recurso de una nación: la educación de su gente. Pero mejorar la educación es mucho más difícil que encontrar petróleo.

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