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Polémica por uso de Artigas

La imagen del prócer es utilizada constantemente con distintos fines
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29 de septiembre de 2012 a las 20:22

Héroe militar, revolucionario social, tirano, contrabandista, caudillo agrario, padre de la patria, antiuruguayo, prócer triunfante, ídolo derrotado. Nadie sabe con certeza quién fue realmente aquel hombre que terminó encarnando el símbolo de la identidad nacional, pero la figura de José Gervasio Artigas se ha convertido a lo largo de la historia uruguaya en una especie de fuente de la que todos pueden beber y en la cual todos se ven reflejados. El uso y abuso de sus palabras y doctrina se ha convertido en un fenómeno cotidiano que, sin embargo, no deja de sorprender.

Sorpresa, pero también indignación, causó en la oposición la propuesta realizada el domingo pasado por José Mujica de declarar A don José –de Rubén Lena y popularizada por Los Olimareños– como “himno nacional artiguista”. El anuncio, realizado a la salida del acto oficial en el Parlamento en recuerdo del fallecimiento del prócer, no fue bien recibido a la luz de los problemas actuales que afectan el país y teniendo en cuenta que esta canción ya fue declarada himno cultural y popular el 14 de octubre de 2003 por la ley 17.698, votada en aquella ocasión por el entonces senador Mujica.

Pero el presidente no es el único ni el último en subirse al caballo de Artigas. El legislador del Partido Independiente, Iván Posada, citó al prócer (“Con libertad no ofendo ni temo”) para argumentar a favor de la despenalización del aborto el martes 25 durante la sesión de la Cámara de Diputados. Días antes, los jóvenes líderes de una organización política de reciente formación, el Partido Uruguayo, dijeron a La República que las ideas de Artigas eran de “una derecha popular” y el edil frenteamplista Dari Mendiondo Bidart reclamó que la casa donde nació el prócer, deshabitada y en venta al mejor postor, sea adquirida por la Junta Departamental para construir un espacio que reverencie su figura. “Es cuestión de justicia histórica”, sostuvo el edil.

Un héroe para todos

Para Tabaré Barrios Dalmao, presidente de la Asociación de Descendientes del general José Artigas y nieto en quinta generación, a “don José no se le venera, se lo usa”. El descendiente del prócer destacó que Artigas “es una herramienta para vender, un negocio gigantesco”.

Pero más allá de las motivaciones, detrás del uso de la figura del caudillo se encuentra una construcción (es decir, una manipulación) política que viene de muy larga data y que encuentra en la ambigüedad y la falta de información en torno al personaje su maleabilidad y la razón de su entronización. La diversidad de elementos presentes en el ideario y el discurso artiguista, señala el politólogo e historiador Jaime Yaffé, permite múltiples identificaciones.

La flexibilidad del personaje histórico está en el origen mismo de la construcción del mito. “Cuando nació esta vinculación entre Artigas y Uruguay, es decir cuando Artigas es colocado como el padre de la patria, el país estaba viviendo las guerras civiles entre blancos y colorados y Artigas tenía la gran ventaja de haber actuado antes. El Estado uruguayo necesitaba elementos de identificación que permitieran superar las divisiones que surcaban la sociedad en esa época”, sostiene Yaffé.

Para el historiador Carlos Demasi, el primer momento de la reivindicación de Artigas como héroe máximo es alrededor de 1910, en época del centenario de la revolución de Mayo y de la batalla de Las Piedras, pero también en el momento en que se desarrollaba el conflicto del Río de la Plata con Argentina. “Reivindicar la figura de Artigas implicaba también reivindicar el enfrentamiento con Buenos Aires”, señala el catedrático.

Los colores de Artigas

Dicen que “para gustos, los colores” y en el caso del uso político de la figura de Artigas, los historiadores han planteado cuatro momentos que configuran la “paleta cromática del artiguismo”, comenta Yaffé. La primera etapa es la que se denominó como la “leyenda negra”, fue la que circuló “por parte de los opositores del caudillo a principios del siglo XIX durante el período revolucionario y después de su derrota en 1820”, y era aquella que lo señalaba como tirano, promotor del caos y contrabandista, explica el historiador.

Entre fines del siglo XIX y con mayor intensidad en las primeras décadas del siglo XX se fue construyendo la “leyenda de bronce o celeste”, que convirtió a Artigas en el héroe oficial y creó el relato que lo vinculó con Uruguay. Esto requirió de un proceso de manipulación histórica, ya que “Artigas tuvo su actuación pública antes de la existencia de Uruguay y su proyecto político no era el de constituir un Estado en la vieja provincia oriental, sino el de construir un Estado regional”, apunta Yaffé.

A mediados del siglo XX se gesta la denominada “leyenda roja”, cuando la izquierda comienza a apropiarse y resignificar la figura de Artigas, en contraposición con los próceres venerados por blancos y colorados. Este momento tiene su eclosión con la fundación del Frente Amplio en 1971.

Demasi destaca que durante este período la frase más citada de Artigas pasó a ser “los más infelices son los más privilegiados” y que el documento central de su ideario cambió de las Instrucciones para la Asamblea de 1813 al Reglamento de Tierras de 1815, que comenzó a ser emparentado con la reforma agraria.

“Uno podía asimilar a Artigas con el Che Guevara”, señala Demasi. Por su parte, Yaffé destaca la evidencia de la manipulación de la izquierda al presentar a Artigas como un revolucionario social. “Eso es una deformación del Reglamento de Tierras, porque lo que se plantea no es la eliminación del latifundio sino sacarle las tierras a los enemigos de la revolución y dárselas a los revolucionarios”.

Durante la dictadura, Artigas pasó a ser retratado como un héroe militar, surgiendo así la “leyenda verde”, mediante la cual el gobierno de facto buscó asociarse con las “tradiciones nacionales amenazadas por la subversión y el comunismo”, indica Yaffé.

Barrios Dalmao tiene su lectura del uso artiguista de la “leyenda roja” y la “verde”. Para el descendiente del prócer “es una lástima que (Artigas) aparezca junto a terroristas latinoamericanos como Ernesto Guevara (...). Quieren sacarle el uniforme a don José, hacer un antagonismo entre Artigas y el militarismo. Los militares no causaron ningún daño a su figura. Al contrario, lo veneran como lo deberíamos venerar todos los civiles”, agregó.

Para Yaffé, sin embargo, la visión de Artigas como un héroe militar es “un disparate” porque aunque tuvo algunas victorias “en realidad fue un gran derrotado, al punto de que se tuvo que ir al exilio y nunca más volver”.

El Artigas frenteamplista

El gobierno de Tabaré Vázquez tampoco escatimó en realzar y asociar la figura de Artigas con su programa político. En 2009 el expresidente propuso trasladar (tras más de una docena de mudanzas) la urna con los restos del prócer del mausoleo, sito en plaza Independencia, al Edificio Independencia, posteriormente llamado José Artigas. La oposición que levantó su propuesta, entre las que destacó la de centenares de jinetes que marcharon desde diversos puntos del país y rodearon el mausoleo como señal de protesta, hicieron que el exmandatario diera marcha atrás con el proyecto.

La cruzada artiguista del primer gobierno del Frente Amplio tuvo otro hito cuando Vázquez firmó un decreto por el que cada 19 de junio –fecha en que nació el prócer urguayo– pasaba a conmemorarse el día del Nunca Más a las violaciones de los derechos humanos. Vázquez hizo incorporar en el mausoleo de frases que los militares obviaron poner en las paredes del recinto como “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana” y “Con libertad no ofendo ni temo”.

La imagen de Mujica, Lucía Topolansky, Danilo Astori y su mujer cantando junto a Los Olimareños A don José el día de la asunción presidencial del extupamaro, delante de la estatua a caballo de Artigas en la plaza Independencia, es otra de las recordadas postales de la vinculación de la izquierda con el prócer.

Los diversos usos políticos de la figura del “padre de la patria” demuestran que hay Artigas para todos y hay Artigas para rato. “Hay libros donde es feminista, indigenista, ecologista, es de todo”, bromea Demasi. “Pero ninguna representación es demasiado disparatada porque todas responden en cierta forma a la sensibilidad social”, agrega. Así, por ejemplo, la canción del Cuarteto de Nos El día que Artigas se emborrachó responde a una forma de sensibilización social de los jóvenes, que pide un prócer “con el almidón un poco más ablandado”, sostiene el historiador.

No obstante, esta canción dejó traslucir la sensibilidad que despierta el héroe máximo de los uruguayos cuando terminó siendo objeto de una denuncia penal en 1996 por parte del Ministerio de Educación y Cultura por difamación a la figura de Artigas. Esta no prosperó, pero derivó en la prohibición de la difusión del tema en horario de protección al menor y de la adquisición del disco El tren bala para menores de 18 años. Cual si fuera una versión light de la prohibición de los musulmanes de reproducir el rostro de Mahoma, se trata de la única censura hecha a una canción posdictadura.

Pero detrás de las múltiples máscaras en las que se esconde el héroe nacional, la persona de carne y hueso que alguna vez existió seguirá siendo un rompecabezas incompleto. Quién fue realmente Artigas es algo muy difícil de determinar, dicen los historiadores, pero lo que sí parece evidente es que la relación del “padre de la patria” con Uruguay se mantendrá tan fuerte como hasta ahora. Señala Yaffé: “Por más que se enseñe que Artigas en ningún caso promovía la construcción del Estado uruguayo, esa asociación resiste cualquier cuestionamiento porque está plenamente instalada en la forma en que los uruguayos se ven a sí mismos”.

La historia de una canción artiguista
A don José fue compuesta en 1968 por el docente y compositor Rubén Lena en homenaje a José Artigas para los alumnos de la escuela que dirigía en la ciudad de Treinta y Tres. El establecimiento educativo se encontraba en el barrio donde vivía Pepe Guerra, de Los Olimareños. Un día en que la escuela realizaba una fiesta, Lena invitó a cantar al dúo, convirtiéndose a partir de allí en uno de los principales letristas del grupo. De acuerdo a Lena, su intención al componer A don José fue la de “acercar el héroe al pueblo, de buscar una imagen popular de Artigas”. Varios músicos han interpretado esta canción a lo largo de los años, entre ellos, Alfredo Zitarrosa, el dúo Labranois & Carrero y la banda Pecho E’ Fierro.

Una propuesta innecesaria

El presidente José Mujica no debe ser un gran melómano; esta conclusión se infiere casi necesariamente de su propuesta orientada a declarar la milonga A don José, de Rubén Lena, como himno oficial de Artigas; por una parte, ya existe un himno oficial de Artigas; está compuesto sobre versos del poeta Ovidio Fernández Ríos con música del violinista y compositor mercedario E. Santos Retali. Y por la otra, en el año 2003 A don José fue declarado Himno Cultural por la ley 17.698, que el propio Mujica votó (según todos los indicios, sin poner demasiada atención) favorablemente. Pero ni el oído musical ni la memoria del actual presidente de la República son lo que importa en este caso. ¿Por qué se le ocurre precisamente ahora semejante sugerencia, cuando el país atraviesa momentos difíciles que parecerían requerir más atención del titular del Poder Ejecutivo menos ejecutivo que recuerda la historia del país? ¿Tendrá algo que ver, esta insólita urgencia por homenajear al prócer, con el descenso espectacular de su popularidad, según registran todas las encuestas? Sin ponerse demasiado suspicaces, parece innegable que hay, por parte de Mujica, un intento de explotar el prestigio y el respeto que la figura de José Artigas continúa despertando en la población en provecho de su sector político. En fin, lo que el historiador José Rilla trató a fondo en su magnífico libro La actualidad del pasado; poner la historia al servicio de objetivos políticos contemporáneos. Y ya que estamos, me parece imposible no mencionar el hecho de que tanto Rubén Lena, autor de A don José, como sus intérpretes paradigmáticos (Los Olimareños), gozan de amplísima y justa popularidad. A don José es un tema musical espléndido; tanto como para que la dictadura lo empleara como cortina musical el día del golpe de junio de 1973, casi al mismo tiempo que prohibía actuar a Los Olimareños; la gente lo canta en las reuniones familiares y lo ha hecho propio. No necesita ser elevado a los altares por ningún gobierno; es más, creo que el hecho lo perjudica, al darle, quiérase o no, un contenido partidario. Con todo respeto, creo que el presidente Mujica debería dedicar sus esfuerzos al logro de objetivos más urgentes. Por Lincoln R. Maiztegui Casas


Apagados entusiasmos

Desde que el oficialismo se empeñó en festejar un bicentenario propio y a la medida, a Artigas se le había dejado quieto; algo más de un año es mucho tiempo. No se le puede dejar descansar tanto. Por eso al presidente de la República se le ocurre promocionar una canción popular muy pegadiza, para convertirla, legalmente, en un “himno” en alabanza a esa cuasi divinidad (o divinidad entera), que la literatura vernácula hizo de Artigas.
Llama la atención que la iniciativa provenga precisamente de Mujica, que tenía las ideas claras cuando decía que Artigas “es alguien que no quiso hacer un país. No. No lo reduzcamos. (Artigas) es el caudillo por esencia de la argentinidad en el sentido trascendente; una visión federal del Río de la Plata, que está por encima de nosotros” (discurso del 30 de noviembre de 2010).
En esta síntesis a cargo de quien no dedicó su vida al estudio de la historia, Mujica está muy cerca de Quijano, que hace 40 años reflexionaba que “ser oriental es ser artiguista y ser artiguista es ser rioplatense y ser rioplatense es ser hispanoamericano” (Marcha, 31 de mayo de 1974). Ni Quijano ni más tarde Mujica, cruzaron el Rubicón. No se atrevieron a admitir lo que naturalmente se desprende de sus deducciones: ser artiguista es ser argentino. El paso del caudillo por la historia, dejó una ristra de errores pero nunca renegó de su patria. Artigas lucha y muere como argentino. Un desdeñoso silencio fue su respuesta a un mal tratado que amputaba su provincia y mutilaba su patria.
La iniciativa de Mujica, que agrega más argamasa y más revoque a la ya recargada figura del protector (ahora un himno, por si algo le faltara), viene también a fomentar el mito de la federación a la que los uruguayos adhieren sin la menor crítica.
Tanto como “la lucha de puertos” o “el espíritu autonomista de los orientales”, este –“la federación”– es otro de los mitos que alimentan los textos en un intento sostenido por hacer más llevadera la derrota que nuestro país sufrió en 1828, cuando, después de ganar la guerra por tierra y mar, claudicó en la mesa de negociaciones, firmando la onerosa (por decirlo amablemente) Convención Preliminar de Paz.
A diferencia del bien ubicado puerto de Buenos Aires, la bahía de Montevideo no podía funcionar como puerta que diera mejor acceso a las dos rutas más apetecidas desde Madrid y en cuanto al espíritu autonomista, pudieron abrigarlo algunos caudillos –sin duda Artigas y, en la década siguiente, Lavalleja– en la medida que les daba poder sobre determinados espacios, pero no iban más allá. Llamarle “federación” a esas pretensiones resulta totalmente desproporcionado. Esa palabra, por lo demás, no se empleaba el discurso habitual. Si se revisan las posiciones políticas de lo que llamaríamos “la clase pensante” (otros le llaman la oligarquía) se podrá comprobar que ninguno de sus más calificados representantes, fue autonomista. El estilizado obelisco a los Constituyentes emplazado, precisamente, en el bulevar que recuerda al campeón del federalismo cimarrón, es un homenaje que la Asociación de Bancos ofreció a los unitarios. Por Guillermo Vázquez Franco

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