Ricardo Peirano

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Por los próximos 25 años

El camino no ha sido fácil, entre otras cosas, porque la independencia no tiene muchos adeptos
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23 de octubre de 2016 a las 05:00
Un muy buen amigo me suele repetir que él no mira para atrás ni para tomar carrera. Y creo que es un buen consejo. Pero hoy, que se cumplen 25 años del nacimiento de El Observador, y las realidades han superado las expectativas, incluso las más optimistas, es justo hacer un poco de historia pero para mirar hacia adelante. Cuando nació El Observador, el 22 de octubre de 1991, ninguno de quienes estábamos involucrados en aquella aventura nos imaginábamos algo más que un periódico. Mejor o peor, con más o menos páginas y suplementos, pero compuesto, al fin y al cabo, de tinta y papel. En ningún momento nadie visualizó una marca con proyección y alcance global, multiformato y multiplataforma.

Pero la evolución (o revolución) tecnológica superó esas expectativas de quienes estábamos más preocupados de afianzar un nuevo diario en un momento en que los diarios parecían estar en declinación que de imaginar otros caminos o medios. Y entre ellos, un "medio" que casi nadie conocía y menos el gran público. En agosto de 1991, muy poco antes del lanzamiento de nuestra primera edición, se desarrolló la primera página web en el Centro de Investigación Nuclear de Suiza. En sus primeros cuatro años de vida, internet llegó a 50 millones de usuarios. Ya se veía un potencial que no tardó en invadir y revolucionar la vida cotidiana de la humanidad: desde el correo electrónico hasta el comercio electrónico, pasando por los smartphones y el uso y abuso de la mensajería instantánea y, últimamente, la economía colaborativa, que modifica de cuajo muchas industrias. Una industria tras otra fueron cambiando drásticamente, debiendo reinventarse o buscar nuevos modelos de negocios o simplemente cerrar.

La industria de la información, especialmente la de los periódicos, fue de las primeras en sentir el impacto de internet. Sin pensarlo mucho, los diarios pusieron gratis sus noticias en la web (este diario fue el primero en hacerlo en Uruguay en 1995), y el acceso a las noticias se hizo universal. Internet fue una mina de oro para los lectores, que podían informarse en forma inmediata, y también para los periodistas, que accedieron a información de primera línea de todo el mundo y en tiempo real. Arianna Huffington, la icónica fundadora de TheHuffingtonPost.com, señaló hace poco que "vivimos una Edad de Oro de los consumidores de noticias". Y una edad "no tan de oro aunque sí de oportunidades" para los "productores de contenidos", en la que podemos y debemos prosperar aunque los modelos de negocios no estén claros y haya que avanzar sin cartas de navegación precisas. Muchas veces, munidos solamente con el método de la prueba y el error.

El Observador acompañó siempre el desarrollo tecnológico, viéndolo no como una amenaza sino como una oportunidad de llegar a consumidores de otros países y a consumidores del propio Uruguay pero a través de distintos formatos. Fuimos el primer periódico en editar en la web, y en las plataformas que iban surgiendo. Fuimos el primer medio en Uruguay en emitir televisión por streaming y en vivo, con una propuesta atractiva que se complementaba con nuestra producción diaria.

Innovación sí y siempre pero manteniendo firmes los principios periodísticos que nos dieron origen y que orientan nuestro accionar desde 1991. El Observador se ha guiado por un firme compromiso ético con la verdad. Es más, creemos firmemente que sin una información veraz, rigurosa y ajena a toda suerte de banderías e intereses no es posible el progreso del país, ni la convivencia pacífica ni el real funcionamiento de un sistema democrático y del estado de derecho. Y a eso hemos contribuido y queremos seguir contribuyendo con todas nuestras fuerzas y aprovechando todas las posibilidades que la tecnología ofrece.

El camino no ha sido fácil, entre otras cosas, porque la independencia no tiene muchos adeptos, porque la libertad (como decía Erich Fromm) genera miedo y porque la defensa de la ética y de los valores que hicieron grande a la sociedad occidental ha venido cotizando a la baja por años.

Pero ha sido un camino apasionante y promete serlo más aun. Sin correr detrás de la última tecnología, es preciso adaptarse rápidamente a un entorno cambiante. Y ello exige, ante todo, una cultura empresarial abierta a los cambios. Implica salir permanentemente de esa zona de confort en la que personas y organizaciones suelen refugiarse. Implica salir a la intemperie, aunque el tiempo no sea propicio. Implica probar sin miedo a fracasar. Implica buscar sin cesar nuevos caminos. Implica seguir entusiasmados con esta tarea apasionante de informar, analizar y opinar con honestidad, y desarrollar un periodismo atractivo, inteligente, independiente, interesante y moderno.

Implica, en suma, renovar cada día nuestro compromiso con la búsqueda de la verdad y, por tanto, con lo que aspiran los lectores, los anunciantes y la sociedad en general. Con ese espíritu del primer día, iniciamos nuestro segundo cuarto de siglo, que esperamos sea tan fructífero como el primero.

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