Opinión > OPINIÓN - NICOLÁS ALBERTONI

Por qué creo que nuestra inserción no avanza

Soy de los uruguayos que se fue para volver. De aquí que cuando hablo es buscando elevar la mirada de nuestras discusiones como país. Me interesa que al Uruguay le vaya bien más allá del gobierno de turno
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01 de julio de 2017 a las 05:00
El pasado 19 Junio, este diario publicó una entrevista que me realizaron acerca de la inserción internacional del país. En la misma, entre otras cosas, resalto que en materia comercial entiendo que no estamos avanzando. También señalo que esto se debe, principalmente, a que nuestros competidores directos (Nueva Zelanda y Australia, por ejemplo) están avanzando a una velocidad mucho mayor que nosotros. Esto hace que vayamos quedando desfasados del comercio mundial.

El pasado 27 de junio, este diario también le realizó una entrevista al Canciller Nin Novoa en la que señala una serie de apreciaciones que aluden a algunos de los aspectos que mencioné días atrás. Concretamente, el Canciller señala: "Lejos de afirmarse que la Cancillería y las negociaciones comerciales están retrocediendo, como leí la semana pasada que dijo un especialista desde su confortable universidad de Estados Unidos, la realidad es otra cosa totalmente distinta".

Primero vale una pequeña aclaración. En ninguna parte de la entrevista del pasado 19 de junio, yo menciono que la razón por la cual la política comercial no avanza sea porque desde Cancillería no se está trabajando. Las razones que expongo son mucho más profundas que eso. Es más, debo admitir que no tengo dudas de los esfuerzos personales del Canciller por la apertura comercial. Lo que sí lamento es que sea hoy su propio partido el que haga que muchas de sus buenas intenciones terminen diluidas en asambleas partidarias que no permiten avanzar. De aquí la primera razón por la cual entiendo que hoy nuestra política comercial no avanza.

En segundo lugar, además de las razones políticas, existen razones técnicas detrás de mí argumento. La política comercial de un país, poco sentido tiene analizarla en términos absolutos cuando se es parte de un mundo dinámico e interconectado. Hoy en día un país ya no es solo lo que hace o deja de hacer nacionalmente. Un país es también lo que hacen sus principales competidores. Por tanto, ver que no avanzamos en materia comercial, no se debe, necesariamente, a que desde Uruguay se está haciendo poco, sino más bien a que los países con los que competimos en nuestros principales destinos, avanzan a pasos muchos más veloces que los nuestros. Y el tiempo de los países es limitado.

Aquí algunos ejemplos que, entiendo, pueden aportar al debate. Hoy la diversificación comercial del país no es solamente baja sino que también vulnerable. Si comparamos a Uruguay con países como Nueva Zelanda, Perú o Chile los datos hablan por sí solos. Mientras en Uruguay menos del 50% de las exportaciones son con preferencia arancelaria, en Nueva Zelanda superan el 85%, en Perú es del 98% y en Chile 100%. Esto nos dice dos cosas: primero, que gran parte de los 170 destinos a los que exportamos, son a pulmón del exportador. Segundo, que si no damos pasos concretos para lograr más preferencias comerciales, podemos llegar a perder varios de nuestros destinos. De aquí que resulta clave que se pase, cuanto antes, de las intenciones a las acciones concretas en materia de política comercial. Y no creo que el actual partido de gobierno esté abierto a avanzar en este camino.

Otro aspecto fundamental para entender por qué no avanzamos, pasa por ver que no estamos en los principales debates comerciales que, en muchos casos, pasan a ser el eje de las conversaciones económicas ante un sistema multilateral del comercio –lamentablemente– debilitado. Países como Australia, Chile y Perú tienen todos acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, China, participan de las negociaciones del TISA y forman parte del TPP (el cual, más allá de que EEUU se haya retirado, ya fue ratificado por Japón y Nueva Zelanda). Como si esto fuera poco, Nueva Zelanda y Australia además forman parte del Asociación Económica Integral Regional (RCEP) que tiene como líder fundador a China. Uruguay no participa en ninguno de estos ámbitos de negociación. Y en el único que tuvimos la oportunidad real de hacerlo, el TISA, el actual partido de gobierno decidió dar un paso al costado y ni siquiera ser parte de la negociación.

Como corolario, hace pocos días, el gobierno adopta como medida fiscal una herramienta que claramente va en contra de la apertura comercial y que el propio Canciller en la entrevista del pasado 28 de junio, reconoce como una medida contradictoria.

No tengo dudas que desde la Cancillería trabajan conscientes de este desfasaje comercial en el que estamos. Por eso saludo los avances de las negociaciones comerciales que el Ministro resalta en su entrevista como logros de la Cancillería.

Ojalá todas estas negociaciones se puedan concretar porque serán para beneficio de todos los uruguayos. Pero pocos podrían negar que hoy existe un brecha importante entre lo que la Cancillería quiere hacer y lo que el partido de gobierno le permite. Basta con ver lo lento que va el proceso parlamentario para aprobar la ampliación de un acuerdo comercial con Chile (se imaginarán cuánto más complejo sería si el país en cuestión fuera Estados Unidos o China).

Finalmente, debo resaltar que recuerdo muy bien cuando al asumir, el Canciller señaló que "la política exterior deberá ser una política de Estado donde quepan todas las opiniones, todos los puntos de vista". De aquí que me causó sorpresa que el ministro, a quien respeto mucho, señale que yo hablo desde una posición "fácil" y "cómoda" desde una "confortable universidad de Estados Unidos". Al leer esto, me pregunté por qué el ministro no verá todos estos argumentos que expresé el pasado 19 de junio como datos que aporten a un debate más amplio y elevado. Incluso hasta para increpar a su propio partido que es quien no le deja llevar a cabo muchas cosas que, tanto él como yo, compartimos.

Me cuesta creer que resaltar y justificar que no estemos avanzando en materia comercial, sea una mirada facilista y cómoda. Es, por el contrario, un aporte que viene de alguien que con esfuerzo quiso especializarse para, en pocos años, poder servir mejor al país.

Soy de los uruguayos que se fue para volver. De aquí que cuando hablo –aunque a la distancia– es buscando elevar la mirada de nuestras discusiones como país. Me interesa que al Uruguay le vaya bien más allá del gobierno de turno.

Por todas las razones expresadas creo que menudo favor le haríamos a los radicales, si optamos callar. Igualmente aquí el tema no pasa por buscar culpables, sino soluciones. El país las necesita cuanto antes.

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