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"¿Por qué tengo que hacerme creíble diciendo una mentira?"

El ex dirigente tupamaro dijo que tiene "todo el derecho del mundo a decir: 'señores, esto es un infundio'".
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10 de julio de 2013 a las 20:54

Con relación a las acusaciones de traidor, dijo que su tarea fue “ordenar los papeles”, ¿qué significa eso y cómo fue?

Vamos a ver, hay que ubicarse en lo que es el Uruguay, 19 departamentos, en cada departamento se producen diariamente una serie de procedimientos, unos por la Policía, otros por la Fuerza Aérea, otros por el Ejército y cada unidad tiene su campo de acción. Entonces, como la gente que está militando en el interior ha salido de Montevideo, y gente que provenía de Rocha termina en Paysandú, y gente de Paysandú termina en Durazno, y gente de Durazno termina en Colonia, se produce una mezcla de información. Una repartición de Salto tiene la noticia de que en Durazno un local está en la calle tal, o que se supone que está en la calle tal, dirigido, regentado por un tío que dicen que se llama Manuel, entonces ese Manuel aparece por 25 lados porque en el MLN nunca hubo un Manuel, había 25 Manueles, 15 Enriques, 20 Gustavos. Eso era una mezcla indescifrable. El Ejército allanaba la misma casa 10 veces, 15 veces, porque la información provenía de puntos diferentes. En algunos locales se encontraron un cuerpo del Ejército y otro de la Fuerza Aérea, que uno ya estaba adentro y venía el otro y se tiroteaban entre ellos. Hubo muertes incluso. Entonces, (Armando) Méndez22 pensó que, como yo conocía la estructura del MLN y los alias y los apodos y los seudónimos, que yo, y la negra Mercedes –que la metí yo para sacarla del berenjenal en el que estaba metida–, se los puedo ordenar. Y eso era imposible. ¿Qué pasa? Que cuando yo pienso que no me queda otra alternativa que buscarme la vida, nunca mejor dicho, por mis propios medios, le digo a Méndez que sí, que se lo voy a hacer con la condición de que la negra Mercedes participe del mismo acuerdo.

¿Qué papeles le traen? ¿Las declaraciones de Píriz Budes?

Las de Rosencof, las del Ñato, las de Manera y anotaciones, que eso era la OCOA. La OCOA era un cuaderno en el que un soldado, que apenas sabía leer y escribir, toma nota de las informaciones que le vienen de todos los departamentos.


El hecho de ordenar los papeles, como usted dice, ¿contribuyó a que locales y compañeros suyos pudieran caer?

No, porque esa información no estaba. Méndez le da una importancia fundamental a la información que cree que yo puedo desentrañar, pero esa información no está, ni yo la doy porque no es posible.

¿Puede explicarse mejor?

No había locales concretos, lo único que se sabía era que un fulano que funciona con el alias de Manuel tiene a su cargo un local en departamento de Durazno, ¿quién es ese Manuel? No se sabe.

¿Y entonces?

Méndez cree que yo puedo dilucidar quién es ese Manuel.

¿Y usted no lo dilucida?

No, porque es imposible.

¿Cómo fueron tan generosos con usted si no aportó nada? Cuando a alguien lo estaban torturando muchas veces para parar la tortura decía “yo conozco un local” y el local no existía, resultado: lo volvían a la máquina. Si su colaboración sumó cero, lo hubieran metido en el cuartel.

Creo que Méndez y sus compañeros en el Florida le daban un valor a la vida, a su vida, a sus propias vidas, el valor que hay que darle. Y la negra Mercedes y yo, más la negra que yo, le salvamos la vida al teniente Méndez. Porque cuando se producen las primeras reuniones por la tregua, entre Fernández Huidobro y Wassen le tienden una trampa al teniente Méndez, prometiéndole una entrevista nada menos que con Zelmar Michelini. El objetivo era decirle que le iban a proporcionar ese encuentro porque Méndez tenía una idea de la política, de los contactos con los políticos, no tan cerril como la que tenía el resto de la oficialidad. Méndez tiene un valor de uso de la inteligencia superior al del resto de los oficiales. Y estaba muy interesado en saber por qué un hombre como Michelini, con el cual en algún momento de su juventud había simpatizado, mantiene contactos con el MLN.

Y usted lo que dice es que en esa supuesta entrevista lo iban a ejecutar, le iban a hacer un atentado. Méndez no tiene ni idea de eso.

Sí, tiene que tenerla, si no yo no estaría aquí en este momento.

¿Y usted dice que Méndez lo salvó? Pero Méndez era un teniente, no era nadie.

Eso no es cierto, Méndez era la única cabeza pensante de toda la oficialidad.

Ubiquémonos, por más tontos que fueran los que rodeaban a Méndez, si le preguntan: ¿qué obtuviste de Amodio? No, en realidad no obtuve nada. ¿Y vamos a salvar a Amodio por nada, por la entrega de nada?

La solidaridad en las fuerzas armadas, por lo menos en lo que yo conocí, era muy grande y, además de esto, si a mí no me detiene Calcagno, no estoy acá.

¿Ahora dice que lo salvó Calcagno?

Sí, porque era primo de una tía mía. Le había prometido a esa mujer que, en caso de que él me detuviera, a mí no me iban a tocar. Esas son las palabras que Calcagno me transmite.

Usted era de los más buscados, ¿cómo Calcagno podía ir ante Cristi a decir “mire agarramos a…”?

Lo de Calcagno fue una decisión personal suya.

Por esa acción de salvarle la vida a Méndez, más el conocimiento de Calcagno, usted no solamente no es torturado sino que no lo llevan a ningún cuartel, simplemente lo trasladan al noveno de Caballería y luego, un año después, le dan la libertad y un salvoconducto para que se vaya al exterior, cuando era uno de los hombres más buscados, mientras que el resto de la cúpula es detenido por 15 años. ¿Ese es el resumen?

Sí, pero en el medio pasan cosas. Una cosa que no se valora es que cuando Píriz Budes hace una información de las características personales y militantes de una cantidad de compañeros…

¿Él sí fue un traidor?

No sé si Píriz Budes traicionó en los términos que comúnmente se usa la palabra traidor. Píriz Budes tuvo sus condicionantes y actuó como en ese momento creyó que debía actuar.

¿Él entregó nombres?

Por lo que sé, sí, porque leí sus declaraciones. Y cuando Méndez me dice “te puedo ofrecer lo mismo que se le dio al Tino”, me da las declaraciones del Tino. Y entre sus declaraciones hay un informe sobre las características personales de la gente que él conocía, y él a mí me deja bien. Que soy un discrepante, que no estoy de acuerdo con el desarrollo militar del MLN. Entonces, para Trabal dejo de ser ese sedicioso tan buscado. Yo soy un discrepante, y eso pesó.

En un momento muy difícil de su vida, con la actitud humana de cualquiera de querer salvarse de la tortura, con una mujer que amaba y a la cual quería salvar, en el marco de una organización que se caía a pedazos, de situaciones confusas que lo ponían a usted como cabeza de turco, con compañeros que lo querían limpiar, eran elementos suficientes para al menos comprender que entregara algunas cabezas. Pero ahora dice que no entregó a nadie.

¿Por qué tengo que hacerme creíble diciendo una mentira? ¿Tengo que decir que sí, que entregué gente, para que digan “ah, pero miren, resulta que este hizo lo mismo que todos”? No.

No entregó ni un local.

No tuve necesidad. Puede calificarlo como se quiera pero es así. Si a mí me detiene cualquier unidad del Ejército que no hubiera sido el Florida yo era boleta, porque a mí se me adjudicaba todo. Se creían que yo era Superman. Entonces se encuentran un día a un tío que resulta que no es eso, porque claro, todo esto yo tendría que dar muchísimos más detalles de toda las conversaciones que hubo, porque las hubo, claro. A mí vienen y me encaran “me dicen que eras el contacto con Erro”. Claro que sí, si ya lo dijo el Tino (Píriz Budes), lo dijo el Ñato (Fernández Huidobro), lo dijo Rosencof, ¿y yo voy a ser tan tonto de negarlo? Pues sí.

A usted se la atribuye haber sido el que divulgó los contactos de Erro con el MLN, aunque luego aparecieron testimonios de compañeros suyos reconociendo que Erro tenía contactos con el MLN. Sin embargo, los libros lo culpan a usted.

Sí, pero se citan unos a otros. Si ahora agarro todos esos libros y hago un orden cronológico, lo que dice uno en 1995 y lo que dice uno en 2013, lo que reconoció en 2008, lo que cita Fasano cuando me acusa de ser el responsable nada menos que del golpe de Estado, cuando todo eso, si se pone a leer los libros se ve que yo no participé de nada de eso. Yo tengo todo el derecho del mundo a decir “señores, esto es un infundio, un engendro que se ha formado basado en esto, esto y esto”, y está ahí. Los historiadores no están cumpliendo su papel, porque lo que yo estoy tratando de decir es lo que se me ha negado durante 40 años.

¿Qué es lo que le han reconocido?

Que lo que yo dije en 1972, que había que retirarse de la calle, que había que salvaguardar…

Mientras usted estaba ordenando los papeles, en esas mismas fechas en las habitaciones de al lado del batallón Florida, tupamaros estaban teniendo conversaciones con los oficiales…

… No, esas negociaciones se dan cuando yo ya he acordado que no hay nada más que ordenar. No se puede ordenar. El mismo Trabal en un momento intenta reorganizar esas declaraciones.

¿Y de qué tuvo que convencer a la negra Alicia Rey Morales si no había nada que hacer?

Ah, claro, pero yo le tenía que hacer creer a Méndez que sí, que lo íbamos a ordenar.

Usted dice en una carta que por la negra hubiera hecho cualquier cosa.

Sí, señor, cualquier cosa. Si hubiera tenido qué entregar, lo que pasa es que no tenía nada que entregar.

¿Si hubiera tenido qué entregar por ella lo entregaba?

Hubiese entregado con tal de que no la torturaran. Es que hay una cuestión que no se quiere considerar, que es el valor humano y militante que tiene la negra Mercedes cuando decide que ella es un lastre para que sus compañeros puedan huir. Y se entrega. ¿Alguien se plantea en 1972, en plena debacle del MLN, con la tortura que es vox pópuli aunque nadie quiera reconocerlo, que una mujer decida que se entrega, que pone su vida en manos de las fuerzas represivas para salvar a los compañeros? Es que los que hablan del valor humano, y del valor militante…

El tema de la traición tiene un segundo capítulo que es todavía más cuestionable que el primero, y es que haya salido vestido de soldado a marcar gente por la calle.

¿Y quién lo dice?

Muchos. Rodríguez Larreta le cuenta al periodista Leonardo Haberkorn que usted lo delató a la entrada de un cine, tanto que pararon la película y entraron a buscarlo.

¿Y cómo sabe Rodríguez Larreta que fui yo?

Porque lo vio.

¿Y él me conocía? No sé quién es Rodríguez Larreta, nunca lo vi. ¿Cómo me conoce a mí?

Él dice que militó en la columna 15 cuando era muy joven. Cuando él entró, entró en la columna 15.

Si militó en la columna 15, yo no lo conocí. Hay muchísima gente que militó en la columna 15 que yo no sé cómo se llama todavía hoy, no los conocía.

¿Y Julio Listre? Cuenta lo mismo. En el 72 en General Flores y Domingo Aramburú, lo vio a usted arriba de un camello30 del Ejército.

No, Julio Listre no lo dice, el que lo dice es Rosencof, el que lo dice en el libro de Fontana es Rosencof. Y por lo visto Listre me dice, según cuenta Rosencof, “qué hacés, loco”. O sea, yo voy a detenerlo, yo personalmente, en General Flores y Domingo Aramburú. Me viene a saludar, voy yo, me bajo de un vehículo militar y lo detengo. Eso es lo que cuenta Rosencof.
¿Alguien se lo puede creer?

Carlos Martel, uno de los 111 fugados de Punta Carretas dijo que lo vio a usted detrás del teniente que lo detuvo mientras iba a un contacto en General Flores el 8 de agosto del 72.

¿Cómo conozco yo que Martel va a estar ahí? ¿Yo voy por la calle, voy deambulando?

Muchos dicen que salían a patrullar y bueno… ¿Pascual Cuartini y William Haller?

No sé quiénes son. Cómo puedo señalar en la calle a una persona que no conozco. Supongamos que estoy saliendo a la calle a marcar gente, ¿y dónde voy? A los sitios que yo conozco que se mueve el MLN, ¿y el MLN por qué no cambió entonces? Además, ¿para qué? Si no tenía necesidad, ya tenía otorgado el salvoconducto. ¿Para qué?

Muchos consideran que después de que uno se pasa a las filas del enemigo no hay límites.

Si yo hubiera pasado a filas del enemigo, me hubiera quedado en Uruguay, en Argentina y no un lugar como España. Lo que hice fue buscar en determinado momento una salida personal para mí y una salida personal para Mercedes, porque no tenía otra. Estaba por un lado condenado por mis excompañeros y en cuanto llegase a una repartición militar yo era boleta.

¿Y el caso de Julio Marenales que lo marcó en plena calle?

Tengo que contar la historia completa. Yo estoy presente en el momento de la detención de Marenales, pero no lo señalo. El capitán Aguirregaray es el que va al mando del vehículo en el cual me llevan a ver a mi madre, que tenía una flebitis. Y voy como todos los que salíamos en los camellos al juzgado, al hospital, vestido de soldado.

¿Los sacaban a todos así?

Al juzgado ibas con una chaqueta y un pantalón caqui puestos encima de la ropa para que no se supiera que iban detenidos en ese vehículo. Y en ese momento se estaban produciendo las negociaciones por las comisiones de los ilícitos con oficiales fundamentalmente a iniciativa de la gente del Florida. En esas reuniones habían estado cara a cara Engler con Calcagno, con Aguirregaray, con toda la gente del Florida. Y se habían adjudicado entre ellos una inmunidad recíproca, es decir que, si nos encontramos en la calle, yo miro para otro lado. Y entre las inmunidades concedidas por esas reuniones está Engler. En una de las reuniones que participan Engler, Fernández Huidobro y Calcagno, Engler le dice al Ñato, mirá, estas reuniones no valen para nada, lo que tenemos que hacer es pegarle un tiro a ese hijo de puta (de Calcagno) y vos no volvés al cuartel. Y el Ñato tiene la buena idea de contarle a Calcagno lo que Engler le había dicho.

¿Usted cómo sabe eso?

Porque me lo contó Calcagno, me lo contó Aguirregaray.

¿Lo que está diciendo es que Fernández Huidobro sopló a Engler?

El Ñato era así. El Ñato ya en esa época cree que va a convertir en revolucionario a un sector de la oficialidad. Y se lo comenta, y Aguirregaray, que era muy amigo de Calcagno, le dice, lástima que este hijo de puta de Engler tiene inmunidad porque lo he visto por la calle. Y me dice “lo veo todos los días por Larrañaga”. Ese día, Aguirregaray me lleva adonde decía que solía ver a Engler y me dice “mirá, ahí viene”, y se baja del camello para decirle “no te detengo porque sos fulanito”. Pero el que venía no era Engler, era Marenales. Y cuando yo veo que es Marenales y que el otro se baja a hablar, le digo “no es Engler, es Marenales, lo va a matar”. Entonces el sargento que va al lado mío se tira metralleta en mano y se enfrenta. Estuve, pero no lo marqué.

Después se queda en el noveno de Caballería, ¿hasta cuándo?

Me dejan libre en la frontera de Rivera el 13 de octubre del 73, día del cumpleaños de Mercedes.

Ese día aparecen Méndez y el coronel Queirolo, lo suben a un auto y se lo llevan a la frontera. ¿Y qué le dan? ¿Plata?

No, yo salgo del noveno de Caballería con la documentación y un dinero que mi padre consigue a través de un tío mío, dinero con el cual compramos los pasajes en San Pablo. Las fuerzas conjuntas no me dieron ni un peso. En Rivera cruzamos la frontera y nos vamos en ómnibus a San Pablo. Ahí compramos los billetes y hacemos escalas en Río, y de Río a España. Fue el periplo que hicimos.

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