Una agente policial que le prestó el calentador, una guardia que le hacía el vacío y un pastor con el que terminó rezando a pesar de ser él ateo, son algunas de las vivencias que el ex tupamaro Héctor Amodio Pérez tuvo en Cárcel Central, adónde fue enviado el 14 de setiembre luego de haber sido procesado por privación de libertad por hechos ocurridos en 1972.
A través de un mail, que envió a El Observador desde la casa de su hermana donde está desde ayer por decisión judicial, Amodio dijo que desde el procesamiento no ha visto a la jueza ni a la fiscal y que aún no le entregaron el pasaporte uruguayo que tramitó.
"Los primeros días fueron muy malos. El primero, sobre todo, con una crisis de presión muy alta. A medida que me fui adaptando, la situación fue cambiando", relató Amodio.
"Cuando entré fui con lo puesto porque no te dan tiempo a nada, ni avisar a la familia. Ya habían repartido el rancho, y comí porque una guardia, a la que le estaré agradecido siempre, me dio de la suya. Incluso me dejó un calefactor de su propiedad, porque hasta ellos pasan frío", agegó.
El extupamaro dijo que en Cárcel Central al preso le dan "una frazada que parece una toalla, porque no abriga nada y no tiene detalles del fabricante ni nada que lo pueda identificar. La situación es lamentable, en parte por los presos, porque están de paso y no cuidan nada. El trato de todo el personal conmigo fue excepcional, salvo con un turno nocturno, que ni siquiera me saludaban, mientras charlaban amigablemente con el resto de los presos".
Amodio indicó que el director de Cárceles, Luis Mendoza, le hizo mejorar las condiciones. "Me pusieron luz y podía leer y escribir. Ya tengo empezado otro libro, como en 1972, pero este no lo van a poder falsificar, porque no voy a necesitar a (el empresario periodístico Federico) Fasano. Después también tiraron una pared y me ampliaron la celda y me pusieron una mesa. Gracias a Mendoza".
"Al principio no supe cómo moverme con los presos, hasta que terminé integrándome sin problemas. Podía ser el abuelo de la mayoría de ellos y he ayudado a muchos, con comida, y he reclamado cosas que eran para todos, como el calefón que se rompió y no lo arreglaban, hasta que lo pedí y lo cambiaron a las pocas horas", dijo Amodio.
Contó que actuó "como psicólogo de algunos, sobre todo de gente que estaba en periodo de reinserción social, casados, con hijos y trabajando y los mandan en cana por cosas de hace tres años, con lo que todo el esfuerzo se les va a la mierda. Un pastor evangelista, que en su intento por ayudarme rezó por mí, y yo, un ateo recalcitrante, terminé rezando con él".
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