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Prince: aquel dios púrpura

Ícono de la música pop, uno de sus guitarristas más importantes y quizá el solista más exitoso de la era del rock, falleció ayer con 57 años y tras una carrera cuya influencia sigue siendo una poderosa fuerza
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22 de abril de 2016 a las 05:00
No hay más que mirar la historia de la música pop en ránkings o charts, como más les gusta llamarlos a los anglosajones, para darse cuenta de que el sonido de Prince siempre ha estado presente. Con sus propias canciones o a través de las de los demás. Es impensable concebir la música negra y a su actual dominancia en el mundo sin su influencia y sus bases, ejercidas y proyectadas hacia diferentes géneros musicales desde sus primeras composiciones, a finales de la década de 1970.

Prince, quien ayer fue encontrado muerto en su casa de Minnesota a la temprana edad de 57 años, fue uno de los músicos más prolíficos y exitosos de su tiempo. Vendió más de 100 millones de copias de sus trabajos. Se manejó tan bien en el formato canción (más allá de Kiss y Purple rain, compartídísimas ayer en redes sociales tras anunciarse su muerte) como en los discos como concepto (Sign o' the times es la referencia más clara de esto). Su estilo brilla en las canciones mencionadas pero su influencia va más allá de su actividad como arquitecto de éxitos. Su forma de proceder contribuyó a definir lo que en su época significaba ser una superestrella de la música popular; alguien que podía combinar la ambición y la meticulosidad de los mejores productores en el estudio y también convertirse en un torbellino en vivo, un híbrido entre Jimi Hendrix y James Brown. Funk, disco, rock, rhythm and blues, soul: todo mezclado, evolucionado y expandido, preparado para una nueva época.

"Lo más importante es ser honesto con uno mismo. Pero también me gusta el peligro. Eso es lo que extraño hoy del pop. No hay excitación, misterio"
Pero además fue un ejecutor de guitarra eléctrica como pocos ha habido dentro de la música pop y en la era del rock en general, cualidades que en vivo eran apreciables sin que para ello se necesitara formación alguna. Se puede comprobar esto viendo su aparición junto a referentes como Steve Winwood y Tom Petty en una versión de While my guitar gently weeps de George Harrison, en la que es difícil no aceptar que redefine y mejora esa tremenda canción del beatle, con lo que eso significa.

Pero su trascendencia excedió lo musical. En 1984 logró estar primero en los ránkings de venta de entradas al cine por su película Purple rain, al tiempo que lo estaba también en las listas musicales por la banda sonora de la película (en discos) y por el tema When doves cry (en singles). Con todo, los números no alcanzan para ponderar su trascendencia: pocas figuras lograron remover tantos preconceptos aprovechando su imagen, algo que hoy muchos artistas que presentan con más libertad su sexualidad le agradecen a él y a otra leyenda que el mundo lloró este año: David Bowie. "Yo no soy afeminado y tampoco soy masculino. Soy algo de todo eso junto. Hay muchas formas de ser hermoso", escribió en 1990 el autor Michael Cunningham en el libro Un hogar en el fin del mundo, ganador de un premio Pulitzer en el año 1990. La cita, que ayer se multiplicó en Twitter acompañada de imágenes de Prince, resume este desdoble de su influencia.


El único a su altura

En la década de 1980, las alturas a las que pudo acceder Prince en reconocimiento y popularidad solo pudieron ser alcanzadas –y en algunos aspectos comerciales, superadas– por otra estrella que procedía del mismo lugar: Michael Jackson. Según los músicos de ambos, entre ellos la rivalidad que definió al pop en esa época en Estados Unidos fue sana, aunque los tiros por elevación aparecieron en varias canciones a uno y otro lado. En el documental This is it de 2009, se revela que "MJ" pensaba en su show de cierre de carrera como un producto hecho para superarlo. "Dios me está enviando estas ideas a la noche. Si no las uso, quizá se las termine dando a Prince", dijo al director del espectáculo que nunca llegó a ver la luz, Kenny Ortega.

“Lo que todo el mundo quiere hoy es que le paguen, por eso hacen lo que pide la audiencia. Yo prefiero darle a la audiencia lo que necesita, no lo que quiere”
Hizo de la extravagancia su carta de presentación. Fue "el artista antes conocido como Prince" y llevó por nombre un símbolo impronunciable. Editó discos hasta 2015 y probó festival tras festival que su decadencia era un fenómeno imposible. Combatió a la industria y a internet como pocos (conseguir en formato digital sus discos es aún hoy casi imposible). En 1999 dijo esto a la revista Notorious: "¡Las películas son reales! ¡La música es real! La otra noche fui a una discoteca y vi a un DJ controlar una sala entera llena de gente. Ni siquiera los políticos pueden hacer eso". Por convencer de cosas como estas a millones de personas es que la pérdida de Prince se suma a la lista de las más complicadas de afrontar: la de los artistas insustituibles. En aquella entrega de los Oscar, Jorge Drexler sabía a lo que se enfrentaba y por eso le dedicó esa recordada reverencia. Prince fue un maestro y su huella seguirá apareciendo una y otra vez para recordarlo

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