La ganancia operativa de ANCAP en el primer semestre del año fue consecuencia de sensatos ahorros en algunos gastos corrientes y de la ayuda circunstancial del abaratamiento del petróleo y del dólar, que no se trasladaron al consumidor. Pero subsisten los problemas estructurales de fondo, el nudo gordiano que desafía la capacidad de la nueva conducción de la empresa. Es elogiable que, por primera vez en mucho tiempo, el atribulado ente petrolero muestre un resultado financiero positivo. Los modestos US$ 78 millones de ganancia en el período reflejan los primeros efectos de medidas de ordenamiento dispuestas por el Directorio que encabeza Marta Jara en áreas donde antes existió descuidado dispendio, como viáticos, viajes, transporte y otras.
Incidió además que el precio del petróleo, sostenidamente por debajo de la paramétrica de ANCAP, no se trasladó a los combustibles que pagan los uruguayos sino que fueron a aliviar los desequilibrios financieros. Lo reconoció Jara cuando, al anunciar los resultados del primer semestre, advirtió que “la empresa sigue teniendo un pasivo muy importante”. Al preguntársele cuándo bajará el precio de los combustibles, la presidenta del ente, una técnica exitosa proveniente del sector privado, lo descartó por ahora, al señalar que “en este momento la principal prioridad es terminar de fortalecer las finanzas de la empresa”, salvada del derrumbe por el gobierno meses atrás con una urgente inyección de US$ 624 millones.
Pero en ausencia de anuncio de correctivos específicos, es una tarea de titanes enderezar la gigantesca empresa. Exige solución a vastos sectores del grupo ANCAP que operan a pérdida o registran baja productividad. No se trata solo del escándalo de ALUR, cuyos biocombustibles han sido subsidiados durante años por ANCAP para disfrazar balances, con cargo negativo al resultado financiero del ente. En situación igualmente comprometida se encuentran Carboclor y la producción cementera, así como la ridícula producción de perfumes que nadie compra. Y la minúscula refinería de La Teja tiene un nivel de productividad unas tres veces inferior al de plantas similares en Chile o Estados Unidos por exceso de personal.
Situaciones similares en el sector privado se solucionarían con el cierre o reducción de operaciones irrecuperablemente deficitarias. Las cosas son diferentes en el sector público. No solo sus funcionarios son inamovibles, privilegio con que no cuentan los trabajadores del sector privado pese a que constituyen más del 80% de la población económicamente activa del país. Y aunque se pudiera despedirlos, ningún gobierno se animaría al golpe social de dejar repentinamente sin trabajo a miles de personas. Pero en algunos casos se ahorrarían recursos fiscales cerrando empresas inviables y enviando a su plantilla a sus casas con pago de su salario.
Este es el meollo del problema que enfrentan Jara y los demás conductores de ANCAP, por encima del revuelo por los altos sueldos de muchos gerentes. Ciertamente no se justifican cuando fracasan en su gestión. Pero hay áreas, como ocurre en el Banco Central y otros organismos del Estado, en las que salarios aun superiores al del presidente de la República son indispensables para retener técnicos de alta competencia y evitar su fuga al sector privado. El tema central para encarrilar a ANCAP es lograr eficiencia y competitividad donde tradicionalmente han abundado la displicencia y la incompetencia.
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