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Programa apoya y financia gastos a buenos estudiantes de bachillerato

B’nai B’rith dice que nadie mira a los que les va bien y por eso desertan
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04 de noviembre de 2013 a las 18:45

Invisibles y discriminados. Así se sienten los buenos alumnos dentro del sistema de Educación Secundaria. Esta es una de las principales conclusiones a las que llegó la B’nai B’rith, luego de cuatro años de implementación del programa de becas para estudiantes de bachillerato Salir adelante.

El programa, que nació en 2009, tiene como objetivo principal promover la igualdad de oportunidades educativas a jóvenes de liceos públicos a partir de cuarto año, que cuenten con un buen desempeño académico y provengan de hogares socioeconómicamente vulnerables para que logren culminar sus estudios secundarios.

Cada año participan del programa entre 14 y 20 jóvenes, quienes reciben además del apoyo académico, otros beneficios como ropa, alimentos, una computadora –si no la tienen–, libros y atención médica.

La selección de los estudiantes participantes se realiza en conjunto con el Consejo de Educación Secundaria (CES). La cifra de becados depende del apoyo económico con el que se cuente por parte de empresas y particulares que financian el programa.

“Desde hace años teníamos interés en trabajar en el área educación. Empezamos a ver que siempre se trataba de atender a los chicos que tenían problemas, pero qué pasaba con los chicos a los que les iba bien”, señaló a El Observador, Carlos Kierszembaum, director adjunto de la B’nai B’rith. “Nos dimos cuenta de que la palabra que los identifica es invisibles. Ellos mismos han manifestado que se sienten invisibles en el liceo”, agregó.

“El tema es que el sistema está pensado para que te vaya bien. Si tenés buenas notas, no llaman a tus padres para entregarle el carné. Si no tenés problema de conducta, no te llama el director. Entonces, al que le va bien, pasa desapercibido”, subrayó a El Observador Adriana Stainfeld, directora del programa Salir adelante.

“Ellos no pueden creer que porque les vaya bien, alguien los mire o se interese por ellos. Esta es de las cosas que más nos ha impresionado”, manifestó Stainfeld.

A su juicio, “se trata de una población que necesita ser vista, motivada, valorada para que continúe estudiando. Son chicos que si llegaron a 4º año en las condiciones en que llegan es porque realmente quieren salir adelante”.

La resiliencia que los caracteriza, también se demuestra a la hora de relacionarse con sus pares. El 90% de estos jóvenes no tienen una vida social adecuada a su edad y no están acostumbrados a participar en grupos. “No salen a bailar, se sienten discriminados”, señaló la directora del programa.

“Hoy en día al traga se lo excluye, no se lo incluye en los grupos por eso no tienen vida social”, acotó Kierszembaum. Y muchas veces el sentirse aceptado por los pares confabula para que piensen en dejar de estudiar.

“Si todos los demás dejaron de estudiar, yo también, así me uno. El 25% de los chicos que vienen al programa pensó alguna vez en dejar de estudiar. Entonces te das cuenta de que el hecho de que les vaya bien, no es un elemento por el cual se aferren al programa”, afirmó.

Ser alguien en la sociedad
Kierszembaum y Stainfeld coincidieron en que la necesidad de tener un ingreso económico tampoco es el motivo que empuja a estos jóvenes a comenzar a trabajar y dejar sus estudios.

Si bien los adolescentes provienen de un ambiente familiar complicado, sus familias priorizan la educación, explicaron. “Cuando quieren trabajar no es tanto por presión de la familia sino por la necesidad de sentir que pertenecen a algo, como la necesidad de ocupar un lugar en la sociedad”, manifestó la directora del programa.

Por esta razón, en el programa se intenta trabajar en la estrategia de grupos. “Buscamos que se sientan partícipes de un espacio que los estimule a seguir estudiando. Y qué mejor que hacerlos sentir partícipes entre pares”, explicó.

En Salir adelante, los jóvenes concurren cada 15 días a un taller extracurricular en la Asociación Cristiana de Jóvenes, que los estimula a generar vínculos entre ellos. Además, todas las semanas tienen clases de apoyo en matemática y física en B’nai B’rith.

A partir de segundo año se van de campamento y comienzan a participar de actividades, en las que se busca que ellos den lo que reciben. Algunos participan del programa Jóvenes promotores de Salud de la Intendencia de Montevideo y la Junta Nacional de Drogas. Allí se forman en salud y luego trabajan en un proyecto de intervención. Otros colaboran con el programa Compromiso Educativo de la ANEP, un plan de tutoría de pares, donde los jóvenes de Salir Adelante son los únicos tutores de nivel secundario. El resto son de nivel terciario. “Esto también los motiva a sentirse útiles”, agregó Stainfeld. Además de todo esto, “se van haciendo realmente amigos”, destacó Kierszembaum.

La construcción de la ciudadanía es otro fin del programa. La estigmatización y la estratificación de la sociedad lleva a que muchos de estos jóvenes no salgan nunca del barrio en el que viven. “Buscamos que se apropien de la ciudad que no conocen. Por eso los hacemos andar en ómnibus, que se muevan solos”, explicó Stainfeld. “Cuando vine a la entrevista fue la primera vez que vine sola al centro”, les llegó a comentar una alumna.

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