Batlle y Ordóñez con sus ministros el 18 de julio de 1906, cuando se colocó la piedra fundamental del Palacio Legislativo
Miguel Arregui

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Prosperidad y reformas en busca del "pequeño país modelo"

El Frente Amplio como sustituto histórico del Batllismo (II)
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19 de octubre de 2016 a las 05:00

José Batlle y Ordóñez, líder del Batllismo en el Partido Colorado, no hizo rico a Uruguay, como a veces surge en forma difusa del imaginario colectivo, sino que reforzó la centralidad del Estado e introdujo reformas importantes en una nación que prosperaba a grandes zancadas desde mediados del siglo XIX.

Pese a la recurrente inestabilidad política y las guerras civiles –y algunas graves crisis económico-financieras como las que empezaron en 1867 y 1890–, el país se había beneficiado de un gran aumento de la población, poderosos flujos migratorios y una modernización económica general financiada por las exportaciones agropecuarias.

Lea también El Frente Amplio como sustituto histórico del Batllismo (I)

Entre el fin de la Guerra Grande en 1851 y 1860 la población de Uruguay se duplicó; y entre 1860 y el ascenso de Batlle y Ordóñez al poder en 1903 los habitantes se multiplicaron por más de cuatro veces, hasta alcanzar el millón de personas. Un censo realizado en Montevideo en 1884 mostró que el 44% de sus pobladores habían nacido fuera de fronteras.

Las cotizaciones de las exportaciones uruguayas –carnes, tasajo, cueros, lanas– eran muy altas. Los precios incluso subieron mucho más durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), pero al principio no había barcos suficientes para llevar la producción a Europa, lo que acentuó la grave recesión que se había iniciado en 1913 por problemas propios de Uruguay. (Algo similar ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial: precios muy buenos pero escasez de fletes, al menos hasta que los Aliados aumentaron su producción de barcos y ganaron la "batalla del Atlántico" a los submarinos del Eje).

"Batlle estaba aprovechando la prosperidad para impulsar proyectos que cambiarían al Uruguay", sostuvo Milton Vanger.

Ya había pasado una década desde el fin de la última gran crisis, la de 1890, gestada en Londres, que en Uruguay provocó quiebras (incluida la del Banco Nacional, el primero de capitales mixtos, público y privado), alto desempleo y el default de la deuda pública. También en 1890 finalizó el ciclo del Militarismo iniciado por Lorenzo Latorre en 1875-1876, y que incluyó una extraña mezcla de tiranía y modernización.

El triunfo del Frente Amplio

La coalición Frente Amplio ganó las elecciones de octubre de 2004 con más de la mitad de los votos. La grave crisis económica con epicentro en 2002 puede haber contribuido a su éxito, pero no lo explica en absoluto. Ya en 1999 había alcanzado el 40,1% de los sufragios en primera vuelta y 45,87% en la segunda. La reforma electoral de 1996, que introdujo el balotaje, evitó que la izquierda gobernara a partir de 2000 en medio de un panorama regional desastroso, y eventualmente preservó su integridad. El país contó con una fuerza política de relevo frente al desgaste de los partidos tradicionales, y no se hundió en la inestabilidad y el escepticismo que sufrió Argentina, expresado en el lema "que se vayan todos".

La restauración democrática se había concretado en Uruguay un cuarto de siglo antes, con la izquierda en la mesa de negociaciones. El país se modernizó y creció a la alta tasa de 4,3% promedio anual entre 1985 y 1998. Luego, entre 1999 y 2002, padeció una grave crisis económico-financiera con su secuela de quiebras, desempleo y miseria.

El Frente Amplio aprovechó el formidable auge del precio internacional de las materias primas. Ese ciclo se extendió entre 2002 y 2014, con altibajos, e incluyó desde la carne y la soja hasta el mineral de hierro, el cobre y el petróleo, lo que benefició a toda América Latina. (Picos similares, excluyendo al petróleo, se habían registrado en 1915, 1922, 1950 e inicios de la década de 1970).

En suma: tanto Batlle y Ordóñez como el Frente Amplio dispusieron de abundantes recursos económicos y crédito internacional, además de un optimismo generalizado, al menos durante la mayor parte de sus gobiernos.

Guerra civil y predominio del poder del Estado

Al examinar la historia del Primer Batllismo, que va de 1903 al inicio de la Gran Depresión en 1930, es preciso distinguir lo que realmente se hizo desde el gobierno, de lo que se prometió y no se cumplió, de lo que se intentó y no se terminó, y de lo que ocurrió por el mero empuje del contexto externo y la globalización. Apenas un ejemplo: Batlle propuso un nuevo puerto en La Coronilla con capitales estadounidenses, en tanto José Mujica empujó otro entre La Paloma y Cabo Polonio, pero ninguno prosperó.

La primera gran reforma de Batlle fue forzar la guerra civil de 1904 y vencer, con lo que unificó políticamente al país bajo su mando. La muerte de Aparicio Saravia y la capitulación de las guerrillas nacionalistas le dieron un enorme prestigio y el crédito político que deseaba. Hasta entonces, el Partido Blanco o Nacional había impuesto durante décadas una suerte de coparticipación y representación de las minorías en base a rebeliones armadas con finales pactados, en los que obtenía la administración de algunos departamentos. "Soy de los que piensa que esa coparticipación fue clave para explicar la democracia uruguaya", sostiene el politólogo Adolfo Garcé. "Quién sabe. En una de esas, sin la oposición de los blancos, los colorados terminaban siendo como el PRI mexicano".

La primera Presidencia de Batlle y Ordóñez fue moderada y prolija aunque ya en tono innovador. A partir de 1907 le siguió su delfín, Claudio Williman, un hombre cauteloso que sin embargo hizo importantes reformas electorales y obras públicas, nacionalizó el puerto de Montevideo y la red de telégrafos y creó la red telefónica estatal en competencia con privados. También enfrentó con paciencia y firmeza la agresiva tesis argentina de que todas las aguas limítrofes le pertenecían ("costa seca") y con ello obtuvo concesiones de Brasil.

Batlle ganó su segundo mandato en 1910 (hasta la Constitución de 1918 el presidente era elegido por la Asamblea General). Tras asumir en 1911, junto a su bancada presentó una "lluvia de proyectos". Algunos quedaron por el camino o recogían asuntos ya establecidos de hecho, pero otros marcaron la historia de Uruguay por al menos un siglo, en particular por el culto al Estado industrial, comercial y paternalista, y a una elevada cantidad relativa de funcionarios públicos y pasivos.

Las novedades de Batlle

El detalle de las reformas del Batllismo no es el objeto de esta serie de notas, pero requieren una breve enumeración: jornada laboral de ocho horas, indemnización por despido, compensación por accidentes de trabajo, ampliación de jubilaciones y pensiones por vejez, admisión del divorcio, abolición de la pena de muerte, expansión de la enseñanza pública (la matrícula escolar aumentó 69% entre 1903 y 1913), creación de más liceos en el interior del país e institutos para mujeres (en 1908 aún no sabía leer y escribir la mitad de la población), separación de la Iglesia y el Estado en la Constitución de 1918 (una mera formalidad, pues ya había ocurrido de hecho en las cuatro décadas finales del siglo XIX).

El gobierno dejó de utilizar a la Policía como rompehuelgas, lo que estimuló a los sindicatos, aunque socialistas y anarquistas, que eran muy pocos por entonces, peleaban más entre sí que contra sus patrones.

Batlle y Ordóñez impulsó las obras públicas en general, reforzó el Banco de la República y creó monopolios en Montevideo con el servicio de agua potable y las Usinas Eléctricas (antecesora de UTE que ya era municipal desde 1896). También creó la Administración Nacional de Tranvías y Ferrocarriles, en competencia con las empresas privadas, y monopolizó para el Estado los teléfonos, telégrafos y correos. Creó el Banco de Seguros del Estado, con monopolio completo, e impulsó la producción de alcohol como sustituto del petróleo, aunque su producción siempre fue demasiado cara.

La modernización económica ya se había iniciado con empresas de capitales nacionales y extranjeros, en particular británicos y estadounidenses, que impulsaron la industria cárnica y textil, los frigoríficos, la agricultura, la molienda de granos, el transporte (ferrocarril, tranvías) y los servicios (agua potable, telégrafo, teléfonos, gas, iluminación, bancos).

El Batllismo introdujo un proteccionismo selectivo (los antecedentes hay que buscarlos en el Militarismo de 1876-1890), con idea de crear cierta industria nacional, desde la producción de cigarrillos a sombreros y específicos veterinarios sencillos.

El ciclo reformista cesó con el "alto" del presidente Feliciano Viera en 1915-1916. Luego, desde 1931 a 1951, entre los gobiernos de Gabriel Terra y Luis Batlle Berres ("neobatllismo"), el estatismo y la burocratización alcanzarían su punto más alto, hasta la parálisis crítica que se inició a mediados de la década de 1950, duró dos décadas y contribuyó a gestar una dictadura.

Más tarde, ya el siglo XXI, una coalición muy heterogénea que se cohesionó y maduró durante 34 años, dio un gran golpe histórico al aplastar a sus rivales colorados y blancos e iniciar otro ciclo de reformas, con fines similares aunque medios más ortodoxos.

Próxima nota: El reformismo del Frente Amplio: balance preliminar

Algunas fuentes para este capítulo:

"José Batlle y Ordóñez – El creador de su época" (1963; primera edición en español: 1968), y "El país modelo" (1980; primera edición en español: 1983), ambos de Milton Vanger.

"La economía del Primer Batllismo y los años veinte", de Magdalena Bertino, Reto Bertoni, Héctor Tajam y Jaime Yaffé.

"Ensayos de Historia Económica", de Luis Bértola.

Notas del autor en el suplemento Fin de Semana de El Observador, 18 y 25 de setiembre de 2004.

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