Mundo > Desafío europeo

¿Puede sobrevivir la Unión Europea?

La incertidumbre parece ser hoy la única certeza que está planteada para el futuro de la Unión Europea y su destino común
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15 de abril de 2017 a las 05:00
Una incertidumbre existencial y colectiva recorre por estos días las autopistas y vías férreas de la vieja Europa. El futuro del proyecto europeo –que el pasado 25 de marzo celebró en Roma, con una reunión de los 27 líderes de los países miembros del bloque, los 60 años de su creación– es hoy una gran incógnita. La Unión Europea (UE) se ve amenazada en múltiples frentes.

Los sueños del destino común y la unión en la diversidad que, de los escombros de la segunda guerra mundial y con Beethoven de fondo musical, construyeron el proceso de integración más profundo y ambicioso de la humanidad, se despabilan hoy ante la posibilidad de hacerse añicos.

Por ejemplo, a medida que se acercan los comicios en Francia, crecen las voces de alerta desde el establishment, desde los sets de televisión y desde las páginas de opinión en todo el viejo continente que un eventual triunfo allí de la nacionalista Marine Le Pen significaría "el fin de la Unión Europea".

En efecto, Le Pen es una ferviente defensora del frexit a la usanza del brexit británico, victorioso en el Reino Unido tras una fuerte campaña de rechazo a la Unión Europea (ver recuadro). Y con la importancia capital que Francia siempre ha tenido dentro del proyecto europeo desde sus inicios, su salida dejaría a la gran federación herida de muerte.

En crisis

Pero la UE está en crisis desde hace tiempo. Una crisis que se ha ido pronunciando aceleradamente en los últimos cinco años y que, desde 2014 a la fecha, ha entrado en una vertiginosa espiral descendente con término desconocido.

Le Pen y las demás figuras y expresiones nacionalistas y xenófobas que proliferan en toda Europa, así como el brexit, son la consecuencia de esa crisis; no la causa. Las explicaciones habría que buscarlas en otra parte; y todas ellas son a su vez causas entre sí, o se retroalimentan unas a otras
.
La más inmediata al actual estado de cosas, vale decir, al advenimiento de todos estos movimientos y expresiones eurofóbicas, es simplemente que la propia UE ha caído en un severo desprestigio en varios de sus países miembros.

Muchos votantes europeos quieren que su país salga del bloque. De hecho entre los candidatos presidenciales franceses, Le Pen no es la única que propone un frexit.

Y en el primer debate que celebraron el pasado martes 4 por la noche, de cara a la primera vuelta del 23 de abril, de los 11 aspirantes al Elíseo, solo dos defendieron abiertamente la permanencia de Francia en el proyecto europeo.

Es cierto que uno de ellos fue el liberal Emmanuel Macron, quien junto con Le Pen encabeza las encuestas. Pero aun así, que de más de una decena de candidatos solo dos hagan cuestión de la importancia de permanecer en la UE, habla de un electorado profundamente desencantado con Bruselas. Y obviamente no es el único.

La crisis de los refugiados

¿Qué ha ocurrido entonces? ¿Cómo es posible que el sueño de la unión se haya resquebrajado de esa manera, y que su rechazo sea algo tan extendido en toda Europa? Porque si bien es cierto que en Austria y en Holanda los eurofóbicos sufrieron una derrota en las urnas, estuvieron muy cerca. Y eso, unido al brexit, no pueden ser buenas noticias para el futuro común de esas naciones.

En primer lugar, la apuesta por la moneda única, en vísperas del nuevo milenio, maniató las políticas monetarias de los países más débiles del bloque a la hora de hacerle frente a una crisis como la que los golpeó en 2008.

La adopción del euro terminó arrojando a los países de la periferia europea en una debacle de endeudamiento de la que aun no se recuperan.

Si bien España y Portugal pudieron medianamente asomar la cabeza, Grecia se vino abajo, y en 2015 estuvo a punto de abandonar la eurozona.

Finalmente fue rescatada a la hora undécima, pero sigue siendo insolvente; y, sobre todo, la angustia que se vivió en Europa durante los días de su crisis y el hecho de que el grexit se planteara de manera tan abierta echaron por tierra la idea de irreversibilidad de la UE y su compacta solidez.

Luego, casi sin respiro, sobrevino la crisis de los refugiados. Multitudes de sirios, iraquíes, libios y afganos, huyendo de la guerra y la miseria que provocaron las intervenciones de Estados Unidos en sus países, desbordaron las fronteras de una Europa rica que se convirtió rápidamente en un imán para inmigrantes.

Y para cerrar la cadena de calamidades, los atentados en suelo europeo a manos del extremismo islámico: primero fue París, que rompió el espinazo de la confianza en las fronteras europeas y mandó escalofríos por todo el continente.

Luego, nada menos que Bruselas, la capital de Europa, donde se asientan las instituciones de la UE, y de donde además provenían varios de los terroristas que habían perpetrado los atentados de París. Más tarde seguirían Niza y Berlín. Pero para entonces el sentimiento antiinmigrante ya había hecho carne entre amplios sectores de la población europea.

Varios de los terroristas habían viajado por toda Europa amparados en la política de fronteras abiertas del llamado espacio Schengen; muchos de ellos, incluso, eran inmigrantes musulmanes de segunda generación y algunos, hasta ciudadanos europeos.

Esto resultó en caldo de cultivo para algunos sentimientos que durante décadas habían dormido el sueño de los justos en Europa: la xenofobia, el nacionalismo, la islamofobia y la desconfianza en el proyecto europeo.

A todo ello se suma (y además, en ello abreva) el sentimiento de rechazo al establishment; es decir, a las elites europeas por las que amplios sectores de la población se sienten dejados de lado y que además guardan estrechos lazos con la burocracia de Bruselas.

Rebelión populista

El cóctel estaba así servido para lo que se dio en llamar "la rebelión populista", el advenimiento de todos estos candidatos y movimientos eurofóbicos y antiinmigración de los que Marine Le Pen es su cara francesa más visible.

Desde luego que la líder del Frente Nacional tiene buenas posibilidades de llegar al Elíseo. De hecho, todos los días sube en las encuestas y es la única candidata que hoy por hoy parece tener asegurado el pasaje al balotaje del 7 de mayo. Pero sería solo el corolario de una debacle anunciada para Bruselas.

En materia geopolítica todo lo que se podía haber hecho mal, se hizo mal. Y se sigue haciendo mal. De no haber participado los europeos de la intervención en Libia y de haberse opuesto a las políticas de EEUU en Siria (como antes lo hicieron en la invasión a Irak), la sangría humanitaria de esos dos países hubiera sido considerablemente menor.

Libia seguiría siendo el formidable tapón que siempre fue para la inmigración de todas partes de África, y los propios libios tampoco estarían escapando del caos. Por lo demás, sin conflicto en Siria, el Estado Islámico no habría crecido de la manera en que lo hizo; y aun de haberlo hecho, no habría mandado sus soldados a golpear en suelo europeo.

Apoyo a políticas

Pero Europa continúa apoyando las políticas de EEUU en Medio Oriente, y aun cuando Le Pen no ganara en Francia, el futuro del proyecto europeo seguirá estando comprometido.

No se sabe aún cuál será en ese sentido la política exterior de Donald Trump.

Hasta ahora no había podido torcerle el brazo al establishment de Washington que mayormente condujo la geopolítica de la administración Obama. A priori, no parece sencillo que el extravagante magnate devenido en presidente pueda hacerlo.

Y aun cuando lo lograra, no está muy claro en qué podría consistir una improbable "doctrina Trump" de política exterior.

Y así, la potencia que en buena medida salvó a Europa en la segunda guerra mundial y luego dio un apoyo vital para su reconstrucción y la viabilidad del proyecto europeo, hoy podría arrastrarlo a su desintegración. La incertidumbre parece hoy la única certeza para el futuro de la Unión Europea y su destino común.

Reunión en Londres por brexit

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, se reunió el jueves 6 con Theresa May, en la primera visita a Londres de un dirigente de la Unión Europea (UE) desde que la primera ministra inició el brexit, del que moderó el tono desde entonces.

La visita se produjo al día siguiente de que el Parlamento de la UE aprobara una serie de demandas para las negociaciones de la salida británica del bloque. Tusk se marchó sin hacer declaraciones.

El 29 de abril, los líderes de los restantes 27 miembros de la UE se reunirán en Bruselas para tratar la salida británica y adoptarán formalmente las directrices de las negociaciones. Londres notificó la semana pasada su intención de abandonar el bloque –en la primera vez que un miembro lo hace– por la decisión de los británicos en el referéndum del 23 de junio de 2016.

Control a europeos en fronteras

Los europeos serán objeto de controles sistemáticos en las fronteras exteriores de la Unión Europea, en virtud de la nueva legislación instaurada contra el grave problema que provocan los "combatientes extranjeros" de retorno de Siria e Irak.

"Los países del bloque estarán obligados a proceder" a estos controles, "con la consulta de las bases de datos pertinentes" y el objetivo de verificar si los viajeros "representan un peligro para el orden público y la seguridad interior", indicó esta semana una representante de la Comisión Europea.


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