Los aspirantes a intendentes dedican meses a prepararse para las elecciones. Días enteros destinados a recorridas, a actos electorales, a saltar de una entrevista a otra en medios de comunicación. El objetivo es explicar cada una de sus propuestas y predicar sobre todo lo que pasará en sus departamentos si son elegidos. Las ofertas casi siempre tienen algo de atractivo y eso, sumado al convencimiento que los propios candidatos muestran, logran su objetivo: que el votante los elija.
Pero las propuestas, rodeadas de arcoíris y flores, empiezan a tornarse algo más opacas cuando los candidatos entran en su rol de intendentes.
Le pasó a Daniel Martínez en Montevideo y su historia se repitió los departamentos del interior.
Las lluvias, inundaciones, desencuentros o demoras en los trámites hicieron que, en el primer año y medio de gestión, varios jefes comunales tuvieran que retrasar o incluso descartar algunos de sus planes.
"Tengo la sensación de que uno quiere que las cosas se hagan más rápido que los tiempos de la administración pública. Me despierto pensando en obras que ya tendrían que estar hechas", admitió a El Observador el intendente de Río Negro, Óscar Terzaghi, quien hasta entonces se había desempeñado en el sector privado.
Mientras estaba en campaña electoral, el actual intendente de Soriano, Agustín Bascou, también se imaginó que podría concretar todo a otro ritmo. "Uno desde la óptica privada ve que los procesos deberían ser más rápidos. Cuando entrás en lo público te das cuenta de todas las trabas que tenés para ejecutar proyectos, sobre todo con las licitaciones", agregó el jefe comunal.
Los argumentos para explicar por qué los planes no se concretaron tal cual lo esperaban variaron según los casos.
En los departamentos en que cambió el partido político que gobernaba, los intendentes aseguraron que se les fue el primer año acomodando la casa, poniendo al día deudas anteriores o redireccionando la gestión. Las intendencias que mantuvieron su color político no siempre tuvieron ese contratiempo, ya que por lo general tienden a mantener la línea de su antecesor. De todos modos, en algunos casos señalaron que la aprobación del presupuesto en las juntas departamentales era clave para empezar a ejecutar sus obras, y eso se llevó casi todo el primer año de gobierno departamental.
También las lluvias, las inundaciones, los temporales y el tornado de Dolores en abril hicieron que los jefes comunales tuvieran que destinar recursos a situaciones que no habían previsto al elaborar sus programas.
"Hubiese esperado este año estar terminando el año con unos 1.400 kilómetros de caminería rural hechos pero posiblemente posiblemente llegue a los 1.000 kilómetros", admitió a El Observador el intendendente de Rivera, Marne Osorio.
La situación económica de la región o el estancamiento de la economía a nivel nacional fueron otras de las explicaciones que utilizaron algunos intendentes.
"No se han finalizado las obras, está todo en marcha, un poco retrasado. La gran problemática regional incide. La dificultad económica nos ha pegado a todos", expresó el secretario general de Lavalleja, Juan Estévez.
El santuario de la reserva Rodolfo Tálice, en Flores, el hotel de alto nivel y la terminal de Minas o la reparación de calles en varios departamentos tendrán que esperar un poco más. En Cerro Largo, también tendrá que esperar, sin plazo, la central eléctrica de Tacuarí. "No lo veo para este período", reconoció con resignación el intendente Sergio Botana.