En las frecuentes instancias de asistencia militar a la población en situaciones de emergencia se inscribe la razonable propuesta del jefe del Ejército de incorporar temporalmente al arma a jóvenes que ni estudian ni trabajan, los llamados ninis, como forma de ayudarlos a encaminar sus vidas. La iniciativa del general Guido Manini Ríos ha sido lógicamente respaldada por la mayoría del sistema político. Pero en algunos sectores radicales del Frente Amplio han surgido voces que hasta le asignan al proyecto de Manini Ríos el propósito disparatado de querer militarizar a toda la sociedad uruguaya.
Ciertamente no se los escuchó oponerse a la intervención de efectivos militares en rescates, alimentación y alojamiento a los más de 10 mil uruguayos desplazados de sus hogares por las recientes inundaciones, como en situaciones similares en años anteriores, o en su ayuda a la población de Dolores después del tornado o cuando levantaban la basura acumulada por todo Montevideo a raíz de los paros del sindicato municipal. Ahora, sin embargo, la lista 329 de la diputada Macarena Gelman, integrante del sector de la senadora Constanza Moreira, emitió una declaración contra la propuesta de Manini Ríos, exigiendo al gobierno “más educación, menos Ejército” para garantizar a todos el derecho a “estudiar y trabajar”. Soslayan la caída de la educación pública bajo la fuerza política que integran y la declinación del empleo en la actual crisis de la economía.
En este panorama, la propuesta del comandante en jefe del Ejército es un aporte, pequeño pero bien orientado, para ayudar a un sector problemático de la población. Lo integran unos 40 mil jóvenes uruguayos que, por diferentes razones, están excluidos del circuito educativo o laboral. Manini Ríos acaba de reiterar que llevará al diálogo social convocado por el presidente Tabaré Vázquez el ofrecimiento de recibir hasta 700 de esos jóvenes por vez. El propósito es que, a través de un pasaje por la estructura militar, aprendan algún oficio y se disciplinen en sus hábitos de vida. Ni siquiera se trata de convertirlos en soldados. El jefe militar enfatizó que, luego de un período en unidades militares, esos jóvenes podrán optar por permanecer en el Ejército o reintegrarse a la sociedad civil, mejor preparados para su desarrollo futuro.
La capacidad del Ejército para cumplir una función educativa y laboral de la que hoy carecen los ninis representa una ínfima fracción de ese voluminoso sector de la sociedad. Pero marca la intención inobjetable de incorporar un nuevo elemento de asistencia a la población civil a los muchos en que las Fuerzas Armadas actúan año a año, desvirtuando objeciones que se arrastran del período oscuro de la dictadura hace muchas décadas. Contrariamente a lo que algunos todavía sostienen, la estructura militar de hoy no es una belicosa isla amenazante sino parte integral de la sociedad, sujeta al poder civil. La mayoría de los uruguayos así lo reconoce. Y muchos de los dirigentes principales de la fuerza política que integran los objetores han evolucionado desde sus épocas de combativa insurrección armada y hoy trabajan, desde altos cargos de gobierno, en lógica cooperación con las Fuerzas Armadas. Pero este ejemplo de madurez realista sigue eludiendo a pequeños bolsones de la alianza de izquierda, para los que la confrontación importa más que la armonía.
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