José Rilla con el admirado libro de Carlos Real de Azúa

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Real de Azúa sigue impulsándose

A 50 años del formidable trabajo El impulso y su freno del ensayista uruguayo, El Observador conversó con el historiador José Rilla sobre la contundencia y vigencia de ese libro que criticaba el Uruguay batllista
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15 de agosto de 2014 a las 20:58

Hace 50 años, en 1964, el mundo se dividía en dos bloques, Fidel Castro era la estrella desde su Cuba revolucionaria, los imperios coloniales europeos se desgajaban en nuevos países independientes, mientras los Beatles hacían gritar al mundo al ritmo de sus “yeah, yeah, yeah”.

En Uruguay, la época de las vacas gordas había terminado hacía tiempo y el segundo Colegiado del Partido Nacional llevaba a los tumbos un rumbo que ya algunos querían amenazar desde la guerrilla.

Ese es el contexto concreto en el que surge El impulso y su freno, el ensayo en el que Carlos Real de Azúa desmenuza en cada uno de sus elementos la matriz batllista del Uruguay y luego critica esas características de las reformas iniciadas por José Batlle y Ordóñez y luego continuadas sin grandes variables por la dictadura de Terra, los gobiernos de Baldomir, Amézaga y sobre todo Batlle Berres.

El Observador habló con el historiador José Rilla y con el escritor Híber Conteris para poner en perspectiva la figura de Real de Azúa y el valor de un libro relativamente breve (140 páginas) que cinco décadas después mantiene su vigencia, porque muchas de las estructuras de aquel Uruguay batllista están intactas.

El génesis

Según consigna Real de Azúa en su “advertencia” preliminar, un grupo de amigos, entre quienes nombra a Híber Conteris, vinculados a la revista cultural Cristianismo y sociedad, de la Iglesia Protestante, le solicitan que escriba un ensayo en esas páginas.

Conteris, que conocía a Real de Azúa del semanario Marcha, explica que el Consejo Mundial de Iglesias Protestantes, con sede en Ginebra, había encargado a todas sus iglesias un estudio de los rápidos cambios mundiales en las regiones subdesarrolladas (Asia, África y América Latina).

“Para eso convocaron a una serie de politólogos, sociólogos y economistas, con un grado de apertura al diálogo ideológico muy grande, desde cristianos hasta marxistas”, explica Conteris.

Dentro de ese extenso proyecto es que la obra de Real de Azúa estaba originalmente enmarcada, pero por problemas en la asignación de fondos el trabajo fermental nunca se publicó en Cristianismo y sociedad, sino que fue la editorial Banda Oriental la que lo lanzó al mercado.

Para Rilla, la relación de Real de Azúa con la religión hay que buscarla en su primer libro, España de cerca y de lejos, de 1943, un ensayo que parte como un elogio a la falange española y culmina con un desencanto muy grande de un movimiento del que se aleja.

Real de Azúa provenía de una tradición católica, aunque no demasiado confesional. “En un país batllista como este, había una fuerte tendencia a identificar todo lo que fuera religioso, con catolicismo y protestantismo, con algo de talante conservador”, explica Rilla.

A pesar de esto el historiador agrega que el pensamiento de Real de Azúa es casi inclasificable. “Es de una trayectoria sinuosa, difícil de abarcar en una línea que buscara solamente la coherencia, la permanencia o la estabilidad en una sola persona. Aquel que busque eso con Real de Azúa se queda perplejo”, dice Rilla, quien encuentra de fondo una impronta de los pensadores blancos Carlos Roxlo y Luis Alberto de Herrera, así como el colorado José Enrique Rodó, pero que tampoco fue batllista.

Todo esto lo hacía estar siempre en el bando del Uruguay “no oficial”, del que miraba al batllismo de reojo. En una década como la de 1960, donde la generación crítica hundió más profundamente sus dardos sobre la realidad, el libro de Real de Azúa cayó como una piedra sobre un cristal que ya estaba astillado.

Una crítica dura

En el título está resumida la tesis de Real de Azúa. El batllismo impulsó una serie de reformas de carácter progresista que luego se volvieron un lastre difícil de soportar cuando el país cambió sus condiciones económicas.

“Estábamos en el medio de la literatura más ditirámbica hacia el batllismo, con libros que describían el siglo XIX como un cuento tenebroso, hasta que entonces aparece Batlle”, explica Rilla.

“La hipótesis mayor es: el impulso reformista del batllismo, más allá de su inspiración, tenía problemas tales que finalmente lo iban a conducir al freno y luego al naufragio”, arguye.

Según el historiador, Real de Azúa le carga mucho las tintas a don Pepe como persona, como alguien imperativo, sectario, intolerante. “Dice cosas muy duras de Batlle y Ordóñez, y lo describe como alguien que no aceptaba el disenso y que no soporta a las minorías”, agrega.

Aparte del coloradismo, para Rilla los blancos tampoco se encuentran en Real de Azúa. “Incluso los blancos de hoy, que no tienen memoria histórica. Les hablás de estas cosas y no saben de qué les estás hablando. Es un poco trágico que en un país con una tradición tan rica estén tan desconectados del pasado”, opina Rilla.

El libro recibió muchas críticas, pero desde que fue escrito hace 50 años no existe una contestación simétricamente enérgica del mismo nivel. “¿Cuál es la contestación a El impulso…? No tenemos esa contestación”, sostiene Rilla, para quien buena parte de la sensibilidad y del sentido común del uruguayo frenteamplista hoy es batllista.

“Vi un documento del gobierno que se apoya prioritariamente en el fundamento de que el progresismo frenteamplista es la reedición del primer batllismo. No lo sugiere, lo dice”, afirma Rilla.

Para el historiador, lo que es perturbador de El impulso y su freno es que afirme que aquello que se presentó como una experiencia política virtuosa, el reformismo batllista, con su peso en todas las agendas de Uruguay, ese momento glorioso de Uruguay, esa épica de Uruguay, quede al desnudo en un libro que dice “¡cuidado!”. “Cuidado con la euforia, con el optimismo, porque dentro del impulso reformista hay bases endebles. Cuidado porque eso dentro tiene una debilidad tal que se va a caer como un castillo de naipes”, concluye Rilla.

Por un lado, Real de Azúa “perdió”, porque la matriz batllista continúa a pesar de los muchos cambios de gobierno en Uruguay. Pero, por ese mismo factor, “gana”, ya que la vigencia de su ensayo parece estar intacta. La invitación a los lectores queda hecha para que lo comprueben.

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