Agatha Christie posa junto a una tabla de surf durante su Gran tour

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Recuerdo de Agatha Christie

El Gran Tour. Alrededor del mundo con la reina del misterio es un libro con fotografías y cartas de la escritora, que realizó en 1922 y que ahora se publican en Español
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28 de noviembre de 2014 a las 20:11

La escritora Agatha Christie, una de las más leídas de la historia, se embarcó en 1922 con su esposo en un gran “tour” que recorrió las posesiones del Imperio Británico, fruto del cual dejó una colección de fotografías tomadas por ella misma y de cartas, ahora publicadas en español.

El Gran Tour. Alrededor del mundo con la reina del misterio ha sido el título con el que la editorial de Málaga, Confluencias, ha publicado esta colección de fotografías y cartas, que supone la crónica de una vuelta al mundo, traducida por José Jesús Fornieles y con un prólogo de Mathew Prichard, nieto de la escritora y presidente de la Agatha Christie Society.

Además de con las fotografías tomadas por Agatha Christie, la edición de su crónica viajera está ilustrada con algunas de las postales originales que envió a sus familiares, con objetos que fue coleccionando a lo largo del viaje y con recortes de la prensa de la época alusivos a algunas de las circunstancias que vivió en su largo viaje de 10 meses.

El itinerario fue Inglaterra, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda, Honolulú, Canadá y vuelta a Inglaterra, y entre las fotografías más curiosas figuran varios retratos de la escritora en traje de baño, descansando en playas del Pacífico y sufriendo algunas quemaduras del sol, de cuyas molestias dio cuenta en algunas de estas cartas. Abundan además los relatos sobre la vida cotidiana, visitas pintorescas, surf en las playas, glamour y charlestón, pero también con una mirada consciente a las sombras del colonialismo.

La mayoría de las cartas fueron enviadas por la famosa escritora a su madre, la cual murió cuatro o cinco años después de su regreso, de modo que la propia Christie debió de encargarse de recuperarlas, según sospecha su nieto.

Según Prichard, esta colección de cartas es “un encantador, perspicaz y relevante testimonio sobre la vida poco antes de la primera guerra mundial, escrito por una autora cuyas dotes para la narración perduran en la actualidad” y “una maravillosa relación espontánea de lugares y paisajes, escenarios, personajes y sucesos”.

Lo más duro para Christie, que se embarcó a sus 32 años junto a su marido, debió ser separarse de su hija Rosalind, de 2 años, con la certeza de que no la vería en 10 meses, mientras que, destaca Prichard, la comunicación con su familia solo pudo mantenerla mediante breves telegramas y cartas que viajaban como ella misma, en barco, y tardaban semanas, cuando no meses, en llegar a su destino.

El nieto y prologuista de El Gran Tour. Alrededor del mundo con la reina del misterio habla de su “sorprendente habilidad” manejando la cámara fotográfica y de su constancia “fotografiando todo aquello que se movía con una cámara que nunca dejó de llevar consigo”.

Sus fotografías del viaje, que dejó en dos álbumes, buena parte de las cuales se incluyen en esta edición, eran como su escritura, según Prichard, “espontáneas, directas y, ocasionalmente, fugaces, como un brillante rayo desbordante de talento artístico”.

En cuanto a su obra literaria posterior, aunque raramente empleara a personas reales como base para sus personajes, “fueron muchos los personajes y sucesos desarrollados en sus ficciones que tuvieron como inspiración” su “gran tour” de 1922.

Junto a la crónica de cómo era el mundo en los años de 1920, el relato sobre vidas pintorescas y caracteres excéntricos, sobre la práctica del surf en playas tropicales y sobre el glamour y el charlestón, las cartas de la joven escritora ofrecen también detalles sobre el colonialismo británico, en páginas cargadas de ironía, como por ejemplo este párrafo, escrito en Australia: “Mientras Belcher y Archie ponían de manifiesto los deseos del Imperio Británico, la emigración en el Imperio, la importancia del comercio en el Imperio y así sucesivamente, yo me permití quedarme sentada en un huerto de naranjos. Tenía una buena mecedora, había un sol delicioso y, por lo que puedo recordar, me comí veintitrés naranjas, cuidadosamente seleccionadas (...)”.

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