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Reflexiones sobre la bancarización obligatoria

Decir que es una "tendencia irreversible! delata su sustrato marxista
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03 de octubre de 2017 a las 05:00

Por Hana Fischer

Las autoridades de los países que la impulsan la “bancarización obligatoria”, esgrimen que es una “tendencia irreversible”. Es decir, tan inevitable como cualquier “ley de la naturaleza”. Esa aseveración delata su sustrato marxista, basado en “profecías” históricas.

La referencia a Carlos Marx es relevante, porque las ideas que promovía incluían una dictadura. Análogamente, hay una tendencia despótica en los gobernantes que quieren imponer la bancarización obligatoria.

Curiosamente, la guerra contra el dinero en efectivo comenzó en Estados Unidos en la década de 1960. ¿El pretexto? La lucha contra el crimen organizado. En función de esa premisa, en 1969 sacaron de circulación los billetes de US$ 500, US$ 1.000, US$ 5.000 y US$ 10.000. Actualmente, con la excusa del combate contra el terrorismo islámico, quieren eliminar los de US$ 100.

La lógica indica que frente a una premisa, hay que contrastar lo que se afirma con la realidad. Pues bien, ¿qué ha ocurrido desde 1969 hasta la fecha? ¿Disminuyó la actividad de las bandas delictivas?

Según el blog estadounidense Business Pundit, las dos industrias más lucrativas del planeta son el tráfico de drogas y la prostitución; el tráfico de personas ocupa un lugar cercano. Y la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, calcula que el comercio ilegal del crimen organizado obtiene ganancias anuales de más de U$S 2 billones. Esa cifra representa alrededor del 3,6% de lo que consume anualmente el mundo entero.

Ergo, el crimen organizado en las últimas décadas ha adquirido una dimensión colosal, como nunca se había visto antes.

En consecuencia, la premisa que supuestamente daba pie a coartar la libertad financiera de los ciudadanos, es falsa. Sin embargo, más y más gobiernos se van sumando a esa iniciativa, utilizando el mismo argumento fallido.

Ente ellos el Banco Central Europeo, que anunció su propósito de cesar la impresión de billetes de € 500; el Ministerio de Hacienda alemán que se propone limitar a € 5.000 los pagos en efectivo; Dinamarca dejará de emitir billetes a partir de 2017 y Noruega está considerando adoptar medidas similares.

En América Latina, Uruguay es el “primero de la clase” en copiar aquellas medidas de los países desarrollados que cercenen libertades individuales. Argentina, Perú y Colombia van por el mismo camino.

Afortunadamente, hay quienes mantienen en alto la antorcha de la libertad. Por ejemplo, el Banco Nacional Suizo proclamó que no se plantea eliminar sus billetes de 1.000 francos (el de mayor valor en el mundo) y Carl-Ludwig Thiele –uno de los directivos del Banco Central alemán– alerta “que la limitación del pago en efectivo significa una pérdida de libertad para los ciudadanos”.

También en Latinoamérica ha surgido una oleada de rechazo. En Uruguay, se están promoviendo dos referéndums contra “la ley de esclavitud bancaria”. El slogan es: “libertad y defensa de la privacidad”.

Pues bien, si la restricción en el uso de efectivo no ha redundado en una disminución del crimen, ¿cuál ha sido su efecto?

Friedrich Hayek alertó que el control de la moneda ha sido para los gobernantes un importante instrumento de poder y una tentadora fuente de ganancias.

¿Por qué? Porque mediante las autoridades esa herramienta y otras de similar naturaleza (intercambio tributario automático), se entrometen cada vez más en la esfera privada de los habitantes. O sea, nos espían. Pero a no equivocarse: no es para brindarnos mayor seguridad (hemos expuesto su rotundo fracaso en tal sentido) sino para ver de dónde pueden sacarnos un peso más.

Sobre el primer punto mencionado por Hayek, Edward Snowden reveló que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense nos vigila a todos. Con respecto al segundo, la bancarización obligatoria va en la misma dirección que el monopolio estatal de la emisión de la moneda, el curso forzoso y el curso legal: herramientas utilizadas para explotar al pueblo.

¿Cómo? A través de medidas económicas perniciosas pero que ayudan a ganar elecciones. ¿El resultado? La persistente inflación y las crisis mal llamadas “capitalistas”, cuando en rigor, son producidas por medidas políticas y los Bancos Centrales. O sea que la gente –tributos mediante- le entrega a los gobernantes “plata de buena calidad”, y estos se la devuelven “devaluada”.

Ahora, vayamos a otro aspecto del problema: el humanitario. ¿Qué habría pasado si durante el nazismo hubiera estado en vigencia la bancarización obligatoria? ¿Si hubiera estado penalizada la utilización de efectivo? ¡Qué papa para los nazis! En forma inmediata, se hubieran quedado con el dinero de la totalidad de los judíos y demás “razas inferiores”, comunistas, homosexuales, opositores políticos y de todo aquel que molestara a algún jerarca. ¿Cuántos millones más de seres humanos hubieran muerto?

Esa situación es extrapolable a cualquier tiempo y lugar. ¿Qué sería de los perseguidos del mundo? ¿Cómo se defenderían? ¿Con qué medios podrían luchar por su sobrevivencia?

Como observamos, este asunto no es para nada banal…

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