Relatos de los que estuvieron con Benedicto en la penúltima audiencia

“Tengo la sensación de que su pontificado me marcó desde el inicio hasta el final. Lo vi aparecer por primera vez en la ventana con su timidez y ahora me conmovió verlo de nuevo, dejando ese lugar que algunos piensan que es de gran fama pero que sobre todo es un servicio muy entregado. Y se ve que lo hace con tanta humildad que conmueve, se siente muy de cerca”. Esta uruguaya, que por estos días se encuentra en Roma, no dudó en ir ayer de mañana al aula Paulo VI para despedirse.

El lugar en el que se celebró la audiencia tiene capacidad para 7.000 personas pero por lo general quedan algunos lugares vacíos en el fondo. Esta vez las puertas de entrada se cerraron casi una hora antes de que llegara el papa, porque ya estaba repleto. Había banderas de todos los colores y carteles en distintos idiomas; el más grande decía “Grazie santitá”.

“Esta audiencia fue distinta porque había muchísima gente, sí. Pero también porque el ambiente era otro: muchos iban a despedirse. Había expectación, se notaba que la gente estaba muy pendiente”, contó también desde Roma Marga Puigaurnaud, catalana.

Cuando el papa llegó, el aplauso de los 7.000 duró un minuto. Y lo primero que hizo Benedicto XVI fue referirse a su decisión. “Fue muy directo y eso la gente se lo agradeció mucho”, relató Marga. El papa explicó que había optado por renunciar “con plena libertad por el bien de la Iglesia, tras haber orado durante mucho tiempo” y después de haber examinado su conciencia ante Dios, “muy consciente de la importancia de este acto”.

“Era emocionante porque cada vez que algún sacerdote se ponía de pie para darle su mensaje al papa y decía que lo acompañaba con la oración, todos interrumpíamos con aplausos. Es que esos sacerdotes realmente expresaban lo que pensábamos todos los que estábamos ahí”, contó Julia Zorrilla, mexicana.

“Cariño pero no euforia loca”

Teresa Escobar, argentina, había estado en otras audiencias del papa pero reconoce que la de ayer fue distinta. “A diferencia de otras veces, no vi turistas o gente que estuviera ahí por casualidad. Todos estaban ahí para darle cariño al papa, pendientes de cada una de sus palabras y queriendo expresarle su cercanía”.

Algo parecido percibió Paola Rivera, de España. “Todos estábamos como arropando al papa”.

¿Por qué esta madrileña dejó de lado sus actividades y fue ayer al Vaticano? “Porque es algo histórico, una de las últimas veces que voy a poder estar con este papa, que voy a poder estar cerca de él. La verdad es que también es una suerte de despedida.

Días difíciles

Hacía mucho tiempo que Elaisa no iba a una audiencia y en esta, que además fue un poco más larga que las demás, comprendió la razón del cansancio del papa que a sus 85 años anunció que renunciará “por la edad avanzada” y porque ya no tiene “fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio”.

“Sentí que el ritmo del papa era muy intenso, y eso que esta era solo una actividad de un día. Estábamos todos sentados, sí, pero lo suyo es un darse constante a todo lo que le piden. Es cansador”, reflexionó la uruguaya.

Teresa, la argentina, también comentó que “se lo veía cansado pero especialmente conmovido. Cuando decía que estos eran días difíciles, se le veía la cara de ‘días difíciles’”.