El vicepresidente de la República renunció por el uso de las tarjetas corporativas de
ANCAP, pero la sociedad, esta sociedad abierta y de la comunicación, no sabe exactamente aún qué y cuántas cosas compró indebidamente.
El vicepresidente de la República renunció, pero la sociedad, esta sociedad abierta y de la comunicación, no tiene idea de cuántos otros jerarcas públicos cometieron los mismos pecados con las tarjetas que el vicepresidente.
El vicepresidente de la República renunció, pero la sociedad, esta sociedad abierta y de la comunicación, no se ha hecho tiempo aún para tomar conciencia de que si el Tribunal de Cuentas (uno de los organismos que controlan a los funcionarios) hubiese observado el gasto con las tarjetas, las del vicepresidente y las de cualquier otro, los gastos se hubiesen hecho igual, porque el Tribunal de Cuentas es una mentira constitucional, grande como las mentiras del vicepresidente.
El vicepresidente de la República renunció, pero la sociedad, esta sociedad abierta y de la comunicación, sigue teniendo los mismos escasos controles y la misma cultura oscurantista sobre el uso de los dineros públicos que la que había antes de que el vicepresidente renunciase.
El vicepresidente de la República renunció, pero la sociedad, esta sociedad abierta y de la comunicación, sigue estando igualmente regalada para que cualquiera que maneje dinero público lo haga de manera indebida.
El vicepresidente de la República renunció, pero la sociedad, esta sociedad abierta y de la comunicación, se olvidará rápidamente de él, como se olvidará de lo frágil que está frente a otros pillos y mentirosos, que seguramente hoy mismo están haciendo trampa, como la hacían incluso antes de que el vicepresidente renunciara.