Riesgosa belicosidad de Trump

El presidente dirigió su artillería pesada contra el armamentismo nuclear de Corea del Norte e Irán. Se comprometió con “destruir totalmente” a Corea del Norte si sus pruebas con misiles y ojivas nucleares obligan a defenderse de los desplantes armamentistas de la dictadura de Kim Jong-un. Y calificó de “régimen asesino” al gobierno iraní del presidente moderado Hasán Rouhaní, acusándolo de continuar con su programa nuclear pese al tratado restrictivo firmado en 2015 por Teherán con Estados Unidos, Gran Bretaña, China, Rusia, Francia y Alemania. Reiteró su intención de liquidar ese acuerdo, que fuera negociado principalmente por su predecesor Barack Obama.

El presidente tiene razón en preocuparse por la expansión del club mundial de naciones con armas nucleares, especialmente cuando se agrega un gobierno tan poco confiable como el norcoreano o eventualmente Irán, país responsable en gran parte de la violencia e inestabilidad de Medio Oriente. Desde el fin de la segunda guerra mundial se ha acumulado un pavoroso polvorín de unas 16 mil cabezas nucleares en nueve naciones. Rusia y Estados Unidos encabezan la lista con más de 7.000 cada una, seguidos por Francia con 300, China con 260, Gran Bretaña con 215, Pakistán e India con entre 100 y 120 cada una, Israel con 80 y Corea del Norte con seis u ocho, a los que podría agregarse Irán en algún momento.

Pese a la seriedad de los gobiernos de la mayoría de esos países, la proliferación de ojivas nucleares conlleva un devastador riesgo para la humanidad de carácter permanente. Como el tratado de prohibición de armas nucleares de la ONU es una fantasía inoperante, el mejor remedio preventivo de lo que sería el peor estallido bélico en la historia del planeta depende de un delicado equilibrio político. En el caso de Corea del Norte, la mejor garantía es el control chino sobre esa nación, que depende íntegramente de Pekín para asistencia financiera y el 90% de su comercio. Y en Irán, su aliado ruso es el que está en mejores condiciones para retacear el riesgo nuclear. Las diatribas de Trump en nada contribuyen a ese equilibrio.

El presidente estadounidense contribuyó además con sus amenazas a profundizar la crisis venezolana. Aunque la describió con precisión como causada por “una dictadura socialista inaceptable” y anunció nuevas sanciones contra el régimen de Nicolás Maduro, sus palabras en nada ayudan los actuales esfuerzos internacionales por atenuarla. Fue significativo que el discurso de Trump recibiera pocos apoyos y muchas críticas, aun de sus propios aliados europeos. Mientras Trump no atempere su virulencia bélica, el mundo seguirá en ascuas.