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Rocha al mango: horarios corridos, fiesta desde el amanecer y hostels repletos

La Paloma y La Pedrera fueron los balnearios elegidos por los jóvenes para pasar los primeros diez días del año
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08 de enero de 2017 a las 05:00
"Los jóvenes en verano son como golondrinas, van migrando por todos los balnearios dependiendo del que esté de moda ese año", le comentó hace unos días un señor a otro en una charla de veteranos una calurosa mañana en la playa de La Balconada. Mate, termo y revista de crucigramas en mano, ambos hombres discutieron por varios minutos el hecho de que tanto La Paloma como La Pedrera se habían vuelto a transformar en los balnearios vedette de Rocha y en los que aquellas "golondrinas" decidieron armar nido en los primeros diez días de enero.

La discusión de los jóvenes y adolescentes sobre en qué balneario vacacionar ha sido siempre una elección cíclica. Punta del Este, La Barra, Punta del Diablo, La Paloma, La Pedrera; todos han sido elegidos al menos durante una temporada por veraneantes de entre 19 y 24 años que buscan independencia, playa y fiesta.

Este año la brújula de las tendencias apuntó casi de manera directa a La Paloma y La Pedrera. El primero –con una infraestructura y un funcionamiento sólido– recibió más que nada a los jóvenes de entre 18 y 20 años; el segundo fue tomado por veraneantes de ente 21 y 24 años.

Horarios corridos, fiestas que no comienzan sino hasta el amanecer, hostels sobrepoblados, comidas a precios demasiado altos y poca playa: el verano joven late a su propio ritmo en enero.

El alquiler dorado

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Lo primero (y en algunos casos también lo último) que los jóvenes deciden al momento de planificar sus vacaciones es el alojamiento. Desde julio y agosto ya saben cuáles serán los balnearios de moda durante la temporada, según la franja etaria, y por esas fechas los grupos de amigos y amigas comienzan las averiguaciones de alquileres y hostels.

Manuela (el nombre fue cambiado a pedido de la entrevistada) tiene 19 años, estudia psicología en la Universidad de la República y junto con un grupo de 16 amigas del colegio decidieron irse juntas por primera vez a vacacionar a la costa. A fines de octubre, cuando concretaron quiénes efectivamente querían irse, comenzaron a buscar alquileres en páginas de internet, inmobiliarias y en Mercado Libre.
Por los primeros diez días de enero la mayoría de los arrendadores pedían entre US$ 1.200 y US$ 1.500. Finalmente consiguieron una cabaña para 12 personas –en la que en los hechos duermen entre 13 y 16 cada noche– a US$ 1.300 por ese período.

Entre las 16 chicas dividieron el costo del alquiler y pagaron al propietario una base en caso de que se generara algún daño material durante la estadía. Matías, otro joven que se alojó en una casa a pocas cuadras de la playa de La Aguada con sus amigos en una situación muy parecida a la de Manuela, explicó a El Observador que para evitar daños, todo lo frágil que había en la casa fue a parar a la valija de un auto y que allí permanecerá hasta su partida de vuelta a Montevideo.

En el proceso previo, y una vez que la casa está reservada, comienzan a ponerse en marcha el resto de los preparativos: surtido en el supermercado para llevar la mayor cantidad de los alimentos comprados de antemano, una grilla de a quiénes les tocaría cocinar, lavar los platos o limpiar el baño según el día, y la cantidad de alcohol que nunca falta en las casas de veraneo juvenil.

Un grupo de ocho amigas de Manuela cargó hasta La Paloma con 21 litros de bebidas alcohólicas, sin contar la cerveza que viajó de a casilleros hasta la costa.

El hostel de trinchera

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La otra opción, sobre todo cuando se trata de grupos más pequeños de amigos o que en vez de diez días van tres o cuatro, son los hostels.

Tanto en La Paloma como en La Pedrera la noche de hostel cuesta entre US$ 30 y US$ 35 e incluye derecho a una cama en un cuarto compartido mixto de seis u ocho personas, baños y cocina compartida, y en algunos casos un modesto desayuno a base de café con leche, alguna fruta, y pan con manteca y mermelada.

La estadía en los hostels de La Paloma en los primeros días de enero es tranquila. Si bien en las noches los huéspedes realizan previas al boliche con música hasta altas horas de la madrugada, el resto del día solía transcurrir con mucha calma. Hay una gran presencia de extranjeros; brasileños, argentinos y estadounidenses.

En este balneario, a su vez, es común ver alguna que otra familia extranjera que decide alquilar un cuarto para pasar unos días en la costa.

Ciro, un arquitecto y surfista de 30 años, había llegado a Uruguay desde Bahía para recorrer playas y balnearios de la costa este. Pasó fin de año en Cabo Polonio, se quedó unos días en Punta del Diablo y su siguiente destino era La Barra de Maldonado. Sin embargo, tuvo que parar una noche en un hostel de La Paloma porque no consiguió pasaje para esa misma noche.

Ciro había viajado a Rocha con la esperanza de encontrar precios más accesibles que los de las ciudades costeras de Brasil y se vio defraudado. "Ya no puedo más con los precios uruguayos", dijo entre risas a la vez que bebía de una botella de agua mineral de medio litro por la que pagó $ 60 en un mini-market cerca de la playa.

En La Pedrera la situación es bastante diferente. Los hostels son tomados exclusivamente por jóvenes y se saturan rápidamente. La cantidad de gente este año es tal que uno de los hostels más grandes del balneario, Compay, alquila lugar en pufs y hamacas paraguayas a US$ 20 la noche para aquellos que llegan luego del boliche y necesitaban un lugar donde dormir. Los administradores del establecimiento negaron a El Observador brindar este servicio, pero aún así el precio de esta prestación puede averiguarse mediante una llamada telefónica al hostel.

Según un relevamiento realizado por El Observador tanto en La Pedrera como en La Paloma, la mayoría de los establecimientos estaban con su capacidad colmada hasta el 10 de enero.

Fiesta en el boliche y en la calle

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Uno de los grandes indicadores para los jóvenes de cuál será el balneario de moda ese verano, además del boca a boca, son los boliches. Desde temprano en el año, al menos en Montevideo, las barras de los locales bailables comenzaron su campaña de promoción para que los locales fueran adquiriendo nombre y se empezara a construir la marca y la identidad del lugar.

En La Aguada se anclaron dos potencias: Barbas y Va Como Piña.

La página de Facebook de Barbas comenzó a generar contenidos en julio del año pasado. Bajo el lema "Un amor de verano", el boliche basó su estrategia en redes sociales vinculándose con otros tres locales bailables que tuvieron mucho éxito en Montevideo hasta que el complejo W Lounge, del Parque Rodó, cerró en 2015: El Club, El Rancho y Pepino.

El 2 de setiembre, Barbas abrió su canal de reservas de pases VIP al local, una modalidad que se viene implementando desde hace varios años en los boliches de temporada y que les vende a los veraneantes un paquete de 15 entradas intransferibles, ingreso a las pistas por puerta exclusiva y una consumición por noche. Todo a un precio que osciló entre US$ 60 y US$ 80, dependiendo de la fecha en la que se compraba el abono, la edad y el sexo de la persona.

Los boliches en La Aguada abren sobre las dos de la mañana pero recién se llenan sobre las 5.30 o 6. Luego, cerca ya de las 8.30 o 9, comienza una música más tranquila (el Himno Nacional, cantado con euforia por los jóvenes, suele dar el puntapié inicial a este set) que indica que es hora de cerrar.

La infraestructura de ambos boliches está muy cuidada. Tienen un acceso único y amplio de tres puertas; entre seis y siete barras; una escenario para toques en vivo en el que se presentaron bandas populares como Márama, Rombai, Mano Arriba y Toco Para Vos; dos sectores de baños químicos (que resulta poco cuando el lugar está a su máxima capacidad); decks que hacen las veces de terrazas, y varias pistas de baile.

Dentro del boliche, la seguridad abunda; fuera se constata poca presencia policial.

En La Pedrera la fiesta se repartió entre algunos boliches ubicados en la avenida principal del balneario y en la propia calle, donde miles de jóvenes se concentraron cada noche para bailar y tomar. También surgió una versión de las casitas de La Barra de Punta del Este, aunque a una escala menor ya que las fiestas en La Pedrera suelen ser más entre grupos de amigos y no abiertas a todo público.

En esta lógica, los jóvenes se despiertan a las cinco o seis de la tarde y bajan a la playa. A las 21 o 22 horas cenan en sus casas, se acuestan a dormir nuevamente y a eso de la 1 o 2 de la madrugada se despiertan y comienzan la previa en sus jardines o en los de sus vecinos, con luces y música. A las cinco emprenden camino hacia el boliche, donde se quedan hasta las nueve de la mañana. Luego de un after party, que puede ser con comida o simplemente una continuación del baile en las casas, se acuestan a dormir. Si el día lo amerita y la resaca es misericordiosa, algunos bajan a la playa.

Salir a bailar a plena luz del día

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El hecho de que los jóvenes recién vayan al boliche a las 5 de la mañana ha obligado a los DJs y bandas que se presentan en los escenarios de los locales a tocar más tarde de lo común. Muchos de los grupos musicales que visitaron La Aguada en los últimos días incluso tocaron en pleno día, con el sol ya pegando de frente.

Presupuesto gasolero

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Vacacionar en Uruguay los primeros días de enero es caro, y más si se quiere ir al balneario más popular para los jóvenes. Un grupo de amigos que se quede en una cabaña durante diez días gasta, en promedio, $ 12.000 cada uno. Eso incluye el alquiler de la casa, el surtido del supermercado (que no se despega mucho del arroz con atún y los fideos con tuco), el alcohol, algún refresco, la VIP para el boliche, los pasajes y dinero extra para gastos diarios como comida afuera (un chivito en el centro de La Paloma con una bebida pequeña se consigue desde $ 300) y algún trago adentro del boliche, que cuestan entre $ 130 y $ 160.

Cifras


$ 12.000
Puede gastar un joven veraneando diez días en enero, incluyendo hospedaje, comidas y bebidas, pasajes y pases VIP para los boliches.

U$S 35
Es el costo de una noche en un hostel en La Paloma y La Pedrera, en una habitación compartida. En algunos casos incluye un modesto desayuno.

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