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Se acaba el mundo

El apocalipsis ha sido uno de los grandes temas del cine del siglo XX y debería serlo también en el XXI, hasta donde llegue
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17 de julio de 2016 a las 05:00
Tiempos difíciles era el nombre del diario que aparecía en la película francesa Delicatessen, de 1991. La trama se desarrollaba en Francia, en un futuro indefinido, con una atmósfera post apocalíptica. A mí me pareció que era un nombre perfecto para un periódico: podía mantenerse en circulación siglos y mantener vigencia.

Estos, son, como siempre, tiempos difíciles. Las noticias suelen ser malas noticias, como ha sido costumbre a través de la historia. Son tiempos en los que la pregunta ¿a dónde vamos a parar? provoca tantos escalofríos como en las peores épocas.

Yo nací en febrero de 1963, cien días después de un episodio que se dio en llamar "la crisis de los misiles". Era en el marco de un período que se denominó la "guerra fría" entre las potencias que se disputaban el control del planeta, los Estados Unidos y la Unión Soviética.

En esas horas, días y semanas, en los que barcos rusos llevaban misiles con cabezas nucleares para instalar en Cuba, a menos de 200 kilómetros de las costas de Estados Unidos, muchos pensaban en el fin del mundo. Era octubre de 1962.

El hecho de que ustedes y yo nos estemos comunicando de alguna manera es prueba de que primó la cordura y los líderes de entonces, John Fitzgerald Kennedy y Nikita Serguéievich Krushev, llegaron a un acuerdo. Los misiles volvieron.

A partir de entonces se instaló una línea directa de comunicación entre Moscú y Washington que el periodismo bautizó como "el teléfono rojo". La idea era evitar demoras y malentendidos, para que la guerra siguiera siendo fría.

Sin embargo, desde el estallido de las bombas atómicas en Japón, en 1945, hasta la caída de la Unión Soviética, en 1991, se vivió con esa espada de Damocles pendiente: la posibilidad de que en algún momento se produjera la chispa que desencadenara el holocausto nuclear.

El cine del período reflejó ese temor en una serie incontable de películas. Tal vez la que mejor refleja el estado de cosas de la guerra fría sea Dr. Strangelove: o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba, estrenada en 1964 y dirigida por Stanley Kubrick.

La obra es una sátira pero está basada en la más pura realidad, en tiempos en que lo que detenía la guerra nuclear era la amenaza de la "destrucción mutua asegurada".

El hecho de que a los tres personajes principales los interpretara el mismo actor, un inspiradísimo Peter Sellers, hablaba con claridad de lo poco importante que era quién tuviera razón, quiénes eran los buenos y quiénes los malos.

Fue en los ochentas, sin embargo, cuando la psicosis nuclear llegó a su apogeo. Es la década de War games (1983), cuando un nerd casi desencadena la tercera guerra mundial, jugando en su computadora, y la de Threads (1984) y The day after (1986), después de ataques nucleares a las ciudades de Sheffield, en Inglaterra y de Kansas, en Estados Unidos, respectivamente.

When the wind blows (1986) y Miracle Mile (1988) son otras dos recomendables opciones para quien sintiera nostalgia por la paranoia nuclear de aquella época.

Yo creo que estos son tiempos de hacer películas que vieran el tema de forma inversa. Quiero decir que ahora la trama debería tener que ver con la asunción al poder de un gran villano en Estados Unidos, que se dedicara con todas sus fuerzas a convertir a su país en la gran potencia que fue y después de terminar la construcción de la Gran Muralla Mexicana la emprendiera contra un enemigo de su tamaño: China.

Entiendo que es una película no solo necesaria sino urgente, que debería estar en todos los cines este año, antes de noviembre, porque de lo contrario, se corre el riesgo de que resulte demasiado seria, como si fuera un documental.

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