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“Se necesitan 20 años de presupuesto creciente para revertir resultados educativos”

Uruguay vive de la renta educativa de lo que invirtió hace 50 años, dijo el economista Rodrigo Arim
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10 de agosto de 2013 a las 21:47

En la calle Gonzalo Ramírez, a pocos metros del despacho de Rodrigo Arim, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración, hay un volante sindical pegado en la pared que dice: “Más presupuesto para que la educación pública contribuya al futuro”. Cuando El Observador contactó días atrás a este economista especializado en pobreza y distribución del ingreso para charlar sobre coyuntura, se excusó amablemente porque, arguyó, sigue la actualidad económica internacional y local a través de la prensa (The Economist, El Observador y La Diaria, aseguró). Sin embargo, propuso dialogar sobre economía de la educación, ya que entiende que el debate actual sobre la crisis de la enseñanza pública uruguaya se realiza sin base de información.

Como experto en distribución de la riqueza está convencido de que no hay impuestos ni planes sociales que sean más efectivos que la educación para favorecer la igualdad entre los uruguayos. Asegura que se han logrado mejoras, sobre todo a nivel de la Universidad de la República (Udelar), desde que la izquierda llegó al gobierno nacional y aumentó el presupuesto educativo. Dice que esa política de incremento de recursos debe mantenerse constante durante 20 años para revertir los magros resultados actuales que –sostiene– son producto del “cuasiabandono” de la enseñanza pública desde la época de la dictadura.

A continuación, un resumen de la charla de casi dos horas que Arim, cuya edad (41) cuesta asociar a la de un decano, mantuvo con El Observador .

¿Cómo definiría la situación actual del sistema educativo uruguayo y cuáles son, a su juicio, los principales problemas que enfrenta?
Hay una palabra que resume mi percepción sobre el sistema educativo uruguayo en general y es “preocupante”. En términos de grandes pincelazos, de brochas gruesas, el principal problema, el más serio, el embudo importante que tiene para resolver Uruguay es la retención de los estudiantes, de los jóvenes en el sistema educativo. Y eso se expresa con mucha virulencia en Secundaria y se transmite a la educación terciaria, donde también hay problemas de retención, y que, además, tiene en términos dinámicos implicancias complejas para el país. En términos de la sustentabilidad del proceso de crecimiento y de la sustentabilidad de una sociedad que se autopercibe como inclusiva, pero que en una perspectiva de 20 o 30 años, si no se revierten los logros educativos, se va a convertir en un mito. Parte ya es un mito porque hay aún en la sociedad uruguaya una autopercepción de lo que fuimos en términos educativos: educados e inclusivos; y no terminamos todavía de acercarnos a lo que somos hoy donde ya los lugares en términos de preponderancia, de privilegio en el contexto regional, están por lo menos cuestionados. Eso es medular. Esto se mezcla con otros componentes, sin duda el tema de calidad a nivel de todo el sistema con algunos problemas más acentuados en unos que en otros. En general es un problema que tiene varios orígenes, uno de ellos es el diseño del sistema educativo, que posiblemente tenga mucho para modernizarse en todos los planos, y otro radica también en un país que durante 30 o 40 años dejó de priorizar la educación como un espacio de políticas públicas. En algún sentido, objetivamente creo que Uruguay vive de sus rentas educativas, de lo que invirtió hace 50 años cuando fuimos uno de los primeros países en llevar a cero los niveles de analfabetismo y logramos universalizar la enseñanza primaria tempranamente. Pero después progresivamente dejamos de mostrar ese dinamismo que se ve en la región y por supuesto en el mundo.

Sin embargo, desde que la izquierda llegó al gobierno en 2005 se alcanzó el histórico presupuesto educativo reclamado de 4,5% del PIB y los resultados son cada vez peores en las comparaciones internacionales.
Hay varios temas que son complejos y vale la pena tener en cuenta. El primero es que la educación como inversión rinde frutos a largo plazo y tiene efectos de mediano y largo plazo. Pasa igual con cualquier inversión en infraestructura de porte. Si uno ve una inversión edilicia, o logística por ejemplo, porque uno invierta al cabo de cuatro o cinco años, los resultados no se ven en forma inmediata en términos de crecimiento económico del PIB, y con la educación pasa algo parecido. Para ser claros. Si uno tiene una corte de estudiantes que ingresa con cierto nivel de recursos, los resultados de los incrementos presupuestales en términos de retención de estudiantes se van a ver al cabo de cinco, seis, siete años. No antes. No quiero ubicar en los recursos el único problema que tiene el sistema educativo para nada, pero el primer problema es que en los últimos 30 o 40 años hubo una ausencia de políticas públicas para la educación. Del golpe de Estado para aquí, y antes también, la asignación de recursos ha sido baja en la comparación internacional y baja en relación con lo que había sido Uruguay hasta los años 50.

¿Es un problema de plata o de gestión?
Es un problema de plata y de gestión, se retroalimenta porque más recursos sin innovación educativa puede determinar que no haya resultados favorables. Se requieren recursos sobre la base del consenso, no para profundizar modelos sino para montar modelos innovadores.
El problema se revierte con plata en el largo plazo y con cambios en los modelos educativos. Se revierte con una priorización de los recursos y efectivamente eso fue lo que pasó en los últimos años. La educación comienza a tener un incremento importante de los recursos. Antes hubo algo, por ejemplo, con la administración (de Germán) Rama. Independientemente de cómo uno la pueda juzgar a la distancia. Pero hubo una apuesta, políticas de desarrollo educativo, y eso se vuelve a marcar fundamentalmente con la primera administración del Frente Amplio. Muchas veces comparamos a Uruguay con Finlandia, que invierte 7% del PIB en la educación. No podemos pretender que un país pobre como Uruguay tenga los mismos resultados.

Entonces el 4,5% no era mágico como se reclamó históricamente por los gremios educativos e incluso desde la Udelar...
Por supuesto que no era mágico y yo no creo en las cifras mágicas. Pero con lo complejas que son las instituciones como la Udelar, que tiene 100 mil estudiantes, comienzan a haber algunos resultados que son fruto de la mayor inversión y por eso se requiere seguir y discutir cuáles son los modelos educativos en cada uno de los niveles aumentando los recursos. No para perpetuar modelos, sino para apuntalar las experiencias exitosas como el Plan Ceibal y las escuelas de tiempo completo, por ejemplo para entusiasmar y retener a los jóvenes. El aumento de recursos demuestra que cuando se hacen ciertas apuestas se comienzan a ver resultados que son palpables. En la Universidad hay un caso que es paradigmático, la descentralización, Montevideo e interior, que es una realidad que llegó para quedarse. En estos momentos la Udelar tiene no solamente centros en Salto, sino dos regionales en el este y el noroeste. Y va a abrir otra el año que viene en el eje Tacuarembó-Rivera , de ingeniero forestal. Única en Uruguay. Hay una mayor retención de jóvenes en el interior del país. Hemos tenido la capacidad de retorno de docentes que emigraron. También mejoraron los sueldos que pasaron de la pobreza a la austeridad y eso significa capacidad de retención. Otro resultado es que a diferencia de lo que ocurría en los años 90, en estos años los egresos en la Udelar aumentaron sistemáticamente por encima de los ingresos, porque hemos mejorado la tasa de finalización de estudios terciarios. Es decir que la situación general sigue siendo preocupante , porque ya era históricamente preocupante, pero comienzan a surgir algunos indicios de tendencias que deberían profundizarse en los próximos años. Era preocupante el cuasi estancamiento de los egresos universitarios y la tasa de abandono en los años 90 y eso se revirtió. Hemos logrado avances que no deberían ser subestimados. Si no hubiéramos tenido los incrementos presupuestales que tuvimos, era impensable tener las tasas de egresos actuales, era impensable no tener docentes-taxis que vienen a dar clase y se van. Y hoy en la Udelar tenemos la capacidad de reclutar recursos humanos, no solo uruguayos. Hay docentes extranjeros que se han presentado a concursos y los han ganado. Lo que pasa es que a veces se discute sobre educación en clave de crónica roja, sin una línea de base de información sólida que permita complejizar las discusiones sólidas. Hay que intentar construir diseños educativos que sean capaces de reconocer la heterogeneidad. Pero hay una realidad, Uruguay tiene que preguntarse, en términos relativos al mundo, cuánto está invirtiendo. No creo en los discursos que piden solo recursos, pero tampoco en los discursos que dicen que se pueden lograr cosas sin aumentar los recursos. Invertir en educación implica invertir en el tiempo y sostenidamente.

¿Durante cuánto tiempo hay que seguir aumentando los recursos de la educación para revertir los resultados? ¿Veinte años?
Sí, por supuesto, el deterioro actual del sistema educativo es producto del abandono de los recursos durante ese tiempo o más. Si no es como construir un puerto de aguas profundas y dejarlo por la mitad. Pero tiene que ser un aumento constante de recursos con transformaciones en todos los planos. No vamos a lograr una mejora sin un aumento sistemático de los recursos para la educación. En momentos en que el país que está tan enfrascado en discutir sobre educación –y yo creo que está bien hacerlo porque se juega el futuro del país– a veces no se discute sobre una base de información sólida.

En 2008 se aprobó una ley nacional de Educación. ¿Eso cambió en algo los planes de estudio y carreras? Porque no hace mucho, el presidente José Mujica se quejó de que el país estaba “infestado” de escribanos, abogados y economistas.
Creo que fue una expresión desgraciada del presidente de la República no por las profesiones a las que abarca, sino por las señales que emite. Creo que a los jóvenes hay que incentivarlos a que sigan estudiando y que sigan estudiando a nivel terciario, y una señal de esa naturaleza de desacreditar alguna profesión no ayuda. Respecto a la ley, más que la ley los cambios tienen que ver con algunos procesos de reconfiguración de la institucionalidad de la educación terciaria más diversificada.

¿Dónde se puede ver eso?
En el caso de la Udelar, la ordenanza de grados que se produjo hace dos años. Aparece un instituto de evaluación terciaria superior y a mí me parece estupendo que se diversifique la oferta, la hace más compleja y nos obliga a tener reacciones más complejas. También hay un cambio en el relacionamiento interinstitucional con el Codicen y la Udelar, que tiene un número de ofertas educativas terciarias. La Udelar se obligó a renovar todos sus planes de estudio a partir de la odenanza de grados. Esta facultad tiene, por ejemplo, un plan educativo nuevo que sustituye al plan 90 y la tasa de abandono en primer año se redujo de 40% a 20%.
Cuando asumí como decano una de las cosas que me propuse fue modernizar el plan de estudios. También la ley habilitó a abandonar esquemas tubulares, permite la acreditación de otros institutos universitarios, se dimensionaron las carreras de grado, ya que Ciencias Económicas era ocho o nueve años y ahora son cuatro o cuatro y medio. Además permite la circulación horizontal. Por ejemplo, a un estudiante de Ingeniería que viene con modelos de cuántica, nosotros se los revalidamos. Antes éramos muy tubulares y ahora reconocemos los créditos y le señalamos las trayectorias que tienen que recorrer para obtener el título de contador o economista.
El problema de Uruguay es que tenemos pocos estudiantes terciarios, no muchos. Corea del Sur, país al que le ha ido muy bien, entre los jóvenes de 25 y 30 años casi el 70% terminó la educación terciaria. Uruguay no llega a 20%.

Existe la sensación de que la Udelar investiga y contribuye poco al desarrollo y que cada vez que se escucha su voz es para pedir plata.
Es responsable del 80% de la investigación científica del país.

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