Venezuela, Caracas. Nicolás Maduro emite un discurso frente al palacio presidencial.
Gabriel Pastor

Gabriel Pastor

Tierra adentro > política

Seregni tenía razón

En 2002, el general Líber Seregni había advertido acerca de los problemas políticos que provoca un régimen populista como el de Hugo Chávez. No imaginaba lo que vendría 13 años después
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18 de marzo de 2015 a las 00:00

El 13 de octubre de 1994, unos siete meses después de abandonar la cárcel del municipio Simón Bolívar del Estado Miranda, por un intento de golpe de Estado contra el presidente constitucional Carlos Andrés Pérez, el teniente coronel Hugo Chávez arribó a Montevideo en el marco de una gira por la región que bautizó “Tras la ruta de Bolívar, Artigas y San Martín”.

El militar golpista venezolano llegó acompañado por el teniente coronel José Luis Dávila y el economista Manuel Quijada, previo pasaje por Buenos Aires. En la capital de Uruguay se encontró con Gerónimo Cardozo, un viejo camarada. Chávez quería reunirse con el presidente del Frente Amplio, el general Líber Seregni. Pero Seregni no lo recibió.

Hay quienes dicen que Seregni evitó el encuentro con Chávez porque suponía que podía dañar la campaña electoral de la coalición de izquierda. Puede ser. Pero también es cierto que Seregni tenía cierta desconfianza del proyecto político de Chávez, pese a los elogios públicos que le lanzaba el militar venezolano. La plana mayor del Frente Amplio de entonces no veía con buenos ojos a quien después se transformó en el comandante bolivariano y el líder del llamado Socialismo del siglo XXI, apadrinado por el jefe comunista Fidel Castro, y que terminó aplaudiendo la propia izquierda uruguaya.

En abril de 2002, cuando se produjo el derrocamiento temporal de Chávez, Seregni, al analizar la situación política venezolana, tuvo una mirada crítica del proceso bolivariano.

Seregni cuestionó el golpe militar contra Chavéz y los actos de protestas violentos que ocurrieron entre el 9 de abril y el 14 de abril del 2002.

Pero también advirtió que Chávez lideraba “un gobierno de corte populista, que tomó medidas que afectaron a sectores importantes de la sociedad” venezolana. Primero, dijo Seregni, hubo “un enfrentamiento de Chávez con el sector empresarial”. Luego un enfrentamiento “con la Iglesia y con la propia potencia sindical”. Y, por último, “con la prensa”, lo que “terminó cavando su sepultura política”.

Para Seregni, la gestión de Chávez era “muy particular, con un sello muy propio, que creó un clima muy adverso a su gobierno, también en el plano internacional”.

Ese era el análisis político de Seregni acerca de la Venezuela de Hugo Chávez de 2002. Por supuesto que entonces nadie vislumbraba la fatídica muerte de Chávez, en 2013, ni la descomposición del régimen chavista que estamos presenciando en vivo y en directo de manos de su sucesor Nicolás Maduro.

Hoy la situación de Venezuela es mucho peor que hace 13 años, no solo por la grave crisis económica y la debacle política, sino porque se han profundizado las acciones totalitarias chavistas.

Algunas de las denuncias de violaciones a los derechos humanos del régimen chavista podrían compararse a las que sufrieron en carne propia dirigentes de partidos de izquierda de la región durante las dictaduras militares de las décadas de 1970 y 1980.

Si parece una exageración, recuerdo algunas de las graves denuncias contra el régimen chavista que comanda Maduro y Diosdado Cabello:

• El gobierno instaló una cárcel en Caracas, cinco pisos bajo tierra, que se conoce por el nombre “La tumba”. Consta de siete celdas muy pequeñas, alumbradas casi todo el día para que los presos pierdan la noción del tiempo y “ventiladas” con aire acondicionado a muy bajas temperaturas. Dicen que los presos, que son vigilados con cámaras las 24 horas del día, solo pueden ir al baño cuando quieren los carceleros y solo ven la luz del sol por una hora, cada un mes o un poco más. Allí estarían varios estudiantes movilizados contra el gobierno de Nicolás Maduro.

• Casi todos los líderes más relevantes de la oposición están presos. Y los dirigentes que se salvaron están siendo investigados por el gobierno. Leopoldo López está preso desde febrero de 2014; junto a él, Daniel Ceballos, alcalde de San Cristóbal. También está detenido Antonio Ledezma, alcalde metropolitano de Caracas. Todos pudimos ver por televisión cuando unos 60 hombres armados, agentes de inteligencia, algunos de ellos con el rostro cubierto con pasamontañas, irrumpieron en la oficina de Ledezma. Estaban vestidos con ropa de camuflaje y tenían rifles de asalto. A Ledezma se le acusa de liderar una banda con pretensiones de derrocar a Maduro. De lo mismo que se acusa a Lezama, se acusa a Leopoldo López. Y lo mismo por lo que se investiga a María Corina Machado y que tienen en la mira a Henrique Capriles.

• El 24 de febrero murió un estudiante de un disparo en la cabeza. Era un liceal de nombre Kluiverth Roa. La fiscalía inició una investigación y responsabiliza a un policía que intervenía en controles de seguridad en una manifestación callejera.

• Entre febrero y mayo de 2014 hubo 43 muertos en actos de protestas. La diferencia es que la muerte de Roa ocurre semanas después de que el gobierno autorizara a los cuerpos de seguridad al uso de "fuerza mortal" para controlar el orden público.

• La oficina del fiscal general de Venezuela admitió que el año pasado las fuerzas de seguridad detuvieron a más de 3.300 personas durante manifestaciones de protestas contra Maduro. Unas 60 siguen encarceladas.

Human Rights Watch, una de las organizaciones no gubernamentales (ONG) en el mundo dedicada a la investigación, defensa y promoción de los derechos humanos, aseguró que tiene pruebas sólidas de 45 casos de “graves violaciones de los derechos humanos” cometidas por la policía y que ha documentado 10 casos de tortura, incluyendo "palizas brutales, descargas eléctricas, quemaduras y otros malos tratos".

¿Qué diría hoy el general Líber Seregni acerca de esas atrocidades chavistas? ¿Culparía al “imperialismo yanqui”?

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