Shakespeare según Orson Welles

Como sucede con el vino, las películas de Orson Welles mejoran con el paso del tiempo. Y una buena prueba de ello son La tragedia de Macbeth (1948) y Otelo (1952), los dos films que se pueden ver hoy en el Auditorio Nacional Nelly Goitiño del Sodre a partir de la hora 18, a precios muy populares.

Cualquiera de las dos adaptaciones del dramaturgo inglés William Shakespeare son una muestra de la vigencia de un cineasta de excepción como Welles, que filmó El ciudadano - la mejor película de la historia según varias listas- con solo 25 años, y que dejó una huella imborrable en la retina de todos los amantes del cine con varias cintas memorables.

Películas como El proceso (magnífica adaptación de la novela de Kafka con un descollante Anthony Perkins como Joseph K.), Sed de mal (con un extraordinario e insólito Charlton Heston como policía mexicano), Campanadas de Medianoche (otra excelente adaptación de Shakespeare) El tercer hombre (película sórdida pero hermosa, de inolvidable música), o La dama de Shangái (plasticamente tan perfecta como su protagonista Rita Hayworth) convierten a Orson Welles en un referente ineludible de la historia del cine.

Las dos películas que se proyectarán hoy tienen además de la huella de Shakespeare como gancho, la actuación del propio Welles, figura principal de los dos filmes: en uno como el valiente y desgraciado aspirante al trono de Escocia, y en el otro como el celoso y violento moro de Venecia.

En ambas obras Welles cumple con creces como actor, faceta que siempre ejerció con convicción y desparpajo. En La tragedia de Macbeth -hora 18-, una obra maestra del blanco y negro, con oscuridades magistrales y vahos de neblina que se mezclan con la respiración agitada de los personajes y las tenebrosas brujas, Welles firma una actuación memorable, para una pieza dramática que 400 años después de escrita sigue estremeciendo como el primer día.

En Otelo –hora 20– cumple como protagónico, aunque se parezca más a Toshiro Mifune que a un negro africano, junto a la actriz Suzanne Cloutier.

Múltiples problemas de producción y filmación hicieron que Orson Welles nunca estuviera del todo satisfecho con el resultado final de su trabajo.

De todas formas la accidentada película se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1952. Cine con mayúsculas.