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Sin abandono en la página 76

"Cortázar y los libros" del español Jesús Marchamalo recoge anotaciones que el autor de "Rayuela" hacía a los textos que leía
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02 de septiembre de 2011 a las 21:17

"Para Julio Cortázar, que abrió un boquete respiratorio en la literatura, tan anciana, la pobre”. La frase es una dedicatoria de puño y letra de Juan Carlos Onetti, escrita en un ejemplar de Dejemos hablar al viento. “Es una de las dedicatorias más bonitas que tiene”, contó a El Observador el español Jesús Marchamalo, autor de Cortázar y los libros, una obra sobre la biblioteca personal de Cortázar publicada en junio.

En su trabajo, el periodista e investigador se introduce en los más de 4.000 ejemplares de la biblioteca que perteneció al afamado autor de Rayuela, y pone luz sobre su faceta como lector a través de centenares de apuntes, correcciones y dedicatorias.

Marchamalo, nacido en Madrid en 1960, conoció la existencia de la biblioteca propiedad del creador de famas, cronopios y esperanzas a partir de un reportaje que realizó para un suplemento cultural. Luego, preparó una exposición sobre esto y más adelante una muestra virtual que se puede ver en el Centro Virtual Cervantes. Por último, llegó el libro.

Según explicó el español, “es un tema que me ha interesado desde hace tiempo. Creo que las bibliotecas personales aportan datos significativos sobre sus propietarios. Y en el caso de los escritores, saber qué leyeron, cuáles fueron sus autores u obras preferidas, explica, de algún modo, su propia obra”.

A esto hay que agregarle que el escritor argentino nacido en Bélgica “fue un lector excepcional: comentaba, subrayaba, marcaba. Es posible trazar un retrato de Cortázar, a través del rastro que fue dejando en sus lecturas”.

Un lector apasionado

Tal como sostiene Marchamalo, una biblioteca personal habla de su dueño y para ejemplificar esto nadie mejor que el autor de cuentos como La noche boca arriba o el clásico de la educación Secundaria Continuidad de los parques. En sus libros deja constancia de diversas opiniones, comentarios, críticas literarias y diferencias con el autor ocasional, así como también corrección de faltas y erratas.

En su investigación, el español descubrió que Cortázar era “un lector apasionado”. Un lector que “no se limitaba a leer de forma pasiva, sino que intervenía en aquellos libros que le interesaban. Y hay muchos de ellos en los que establece un diálogo muy activo con el autor, con quien comparte opiniones o a quien discute las suyas”.

En ocasiones escribía algún símbolo de interrogación, exclamación o expresiones como: “¡Bien!”, “¡Maravilloso!”, “¡Bodrio!”, “¡Penoso!” También dejó constancia de su retirada: “Abandono en la página 76”, escribió una vez.

Cuenta Marchamalo que en Poesías completas de Pedro Salinas, un título que leyó durante un viaje que hizo a Alemania, “no sólo comentaba los poemas que iba leyendo, sino los pormenores del viaje: las ciudades que visitaba, los restaurantes en los que comía o lo que había soñado”. Por ejemplo, escribió: “Leo en un restaurante de Rothemburg ob der Tauber. Hace frío. Mucho Weiss Wein” (vino blanco).

Por otra parte, era obsesivo con las erratas, marcando cada una que encontraba. En dos oportunidades le escribió a los propios correctores. En un ejemplar de Confieso que he vivido de Pablo Neruda, apuntó: “¡Ché Otero Silva, qué manera de revisar el manuscrito, carajo!”. Y en La realidad y el deseo, de Luis Cernuda, donde está impreso: “Bajo el cuidado tipográfico del poeta Emilio Prados”, corrigió: “el descuido”.

En Cortázar y los libros también se destaca la estrecha relación que mantenía el argentino con algunos escritores contemporáneos, en particular Neruda, José Lezama Lima, Octavio Paz y la poetisa Alejandra Pizarnik.

De Neruda tenía casi 30 ejemplares, muchos de ellos autografiados. En una edición de Estravagario el escritor chileno, con su tradicional tinta verde, le informaba: “Me pareció saber que esta edición la habías perdido, te la renuevo porque me llegó recién y te abrazo una vez más”.

A su vez, según comentó Marchamalo, el autor argentino “tenía un gran número de obras de Felisberto Hernández”, de quien incluso tradujo algún título al francés.

Entre los varios libros “curiosos” que encontró el investigador español hay una edición de Las coplas de Nico Pérez de la uruguaya Nancy Barcelo, consistente en un ejemplar conformado por páginas circulares encuadernadas con un aro.

Cortázar y los libros cuenta con 70 ilustraciones e integra el catálogo de Fórcola Ediciones, de España. Si bien según informó la propia editorial no está previsto que el volumen llegue al mercado uruguayo, se puede comprar en la tienda online de la firma a unos $ 320.

La biblioteca personal de Julio Cortázar fue donada por su primera esposa y heredera, Aurora Bernárdez, en 1993 a la Fundación Juan March, en Madrid. En total fueron 3.894 ejemplares en diversos idiomas que estaban en su casa parisina de la calle Martel. En la actualidad, son casi 5.000 libros, pues se han ido sumando nuevas ediciones de las obras de Cortázar. Una buena posibilidad de acceder a la biblioteca personal del escritor desde Uruguay es visitar la web del Centro Virtual Cervantes (http://cvc.cervantes.es), donde hay una muestra que Jesús Marchamalo preparó para dicho sitio. Allí se pueden ver réplicas de las páginas escritas por Cortázar y de las dedicatorias que redactaron para él.

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