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Sismo electoral en Alemania
El rechazo a la voluminosa inmigración musulmana abierta por el gobierno y un fuerte resurgimiento del extremismo nacionalista incidieron decisivamente en el sorpresivo resultado de las elecciones en Alemania. El gobierno centrista de la canciller Angela Merkel salió debilitado y con dificultades para armar una nueva coalición, en tanto que la ultraderecha xenófoba, que incluye a elementos neonazis, entró por primera vez al Bundestag, la Cámara de Diputados, como tercera fuerza del país. El social demócrata SPD, hasta ahora aliado de Merkel, tuvo su peor votación desde 1945 y ya anunció que no volverá a formar coalición con la canciller y pasará a la oposición. Esta decisión crea incertidumbre sobre cómo hará Merkel para formar su cuarto gobierno consecutivo, después de votar muy por debajo de lo anticipado. Necesita lograr el apoyo de dos partidos menores, el liberal FDP y los Verdes, lo cual dista de ser seguro debido a las diferencias programáticas entre ellos.
Genera desconcierto, por otra parte, la emergencia vigorosa de Alternativa para Alemania (AfD), acusado de representar un renacimiento del nazismo. El ministro de Relaciones Exteriores, Sigmar Gabriel, denunció que su ingreso al Bundestag, con más de 90 bancas, representa el retorno nazi al legislativo “por primera vez en más de 70 años”. El líder principal de AfD en el estado de Sajonia, donde concentró su mejor votación, despotricó durante la campaña contra “las mezclas raciales” y el “culto a la culpabilidad” de Alemania por el holocausto, en el que 6 millones de judíos fueron exterminados por el régimen de Adolfo Hitler.
En el AfD no solo militan quienes añoran el efímero Tercer Reich. Su plataforma nacionalista, parecida a la extrema derecha francesa de Marie Le Pen, incluye su rechazo al euro, a toda forma de inmigración, especialmente musulmana, y a los sectores que ataca como elites a cargo de la política y la economía. Alexander Gauland, uno de sus principales líderes, anunció: “Vamos a expulsar a la señora Merkel, vamos a recuperar nuestro país”. Sus ambiciosos objetivos son improbables. Pero el poderío parlamentario ganado por el AfD le abre el camino para expandir su prédica.
La fuerza alicaída de la Unión Demócrata Cristiana de Merkel, el surgimiento de la ultraderecha nacionalista y la pobre votación de los demás partidos, incluyendo la extrema izquierda radical, dan vuelta el panorama político del país. Detrás del sismo electoral está el descontento de gran parte de la población por la decisión del gobierno de recibir desde 2015 a cientos de miles de refugiados de Medio Oriente y los Balcanes, en su gran mayoría musulmanes y el temor al terrorismo islámico que ha provocado trágicos atentados en varias ciudades europeas en los últimos meses.
Ha incidido también el costo financiero que paga Alemania como potencia dirigente de la inestable Unión Europea. Merkel necesitará ahora de toda su capacidad negociadora para iniciar un cuarto período de gobierno con una coalición más frágil que la que había forjado con los social-demócratas. Para armarla debe convencer a los liberales y a los Verdes, objetivo nada seguro dado que ambos partidos menores tienen posiciones divergentes en materia económica y social. El panorama resultante amenaza no solo la estabilidad de Alemania sino también el futuro europeo y el equilibrio entre las principales potencias del planeta.
