La cosecha de la
soja de la campaña 2015/16 fue magra, con una pérdida promedio que se ubicó entre 25% y 30%, considerando kilos y calidad. Sin embargo, aún con estas dificultades, las empresas exportadoras están pudiendo concretar negocios, aunque con los castigos correspondientes en el precio.
"No es que hayamos conseguido un mercado para la soja con alto porcentaje de granos dañados, sino que se fueron realizando procesos y manejos para que la gran mayoría de la soja sea exportable. Se sigue embarcando y aún falta tiempo para hacer un balance final", comentó a El Observador el presidente de la cooperativa Copagran, Mathías Mailhos.
En los últimos meses el precio internacional de la soja registró una importante suba –el viernes la posición julio cerró en Chicago a más de US$ 429 por tonelada–, sin embargo ya quedaban pocos kilos por venderse.
De todos modos Mailhos reconoció que esta suba de
precios, que se mantuvo firme porque las oscilaciones se dieron dentro de un rango alto, estimulan a mantener el cultivo de soja como el principal en Uruguay. Pero no solo por los precios, porque si se compara ese negocio con el de los demás cultivos, "la soja sigue siendo la estrella", sostuvo.
Cuando el negocio de la soja era brillante, el cultivo se expandió a campos donde antes era impensable hacer agricultura, con fletes distantes y factores de competitividad negativos. Actualmente esos campos "volvieron a la realidad", confirmó el empresario.
Muchos alquileres de campos se renegociaron y otros están en negociación, pero es un hecho que propietarios y agricultores buscan encontrar otro equilibrio.
Mailhos indicó que las rentas en la zona de Paysandú se ubican entre 550 y 650 kilos de soja por hectárea, dependiendo de las condiciones del campo, del tamaño de la chacra, si es pareja o no y si hay buenos caminos o no. El presidente de Copagran recordó que el año pasado esos mismos campos valían más de 800 kilos de soja por hectárea. Los precios estaban muy presionados por la demanda, pero esa demanda fue disminuyendo.