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Sombrío panorama social
La perspectiva de que la seguridad social sea imposible de financiar por envejecimiento de la población es solo uno de los graves riesgos que enfrentará Uruguay en pocas décadas si no se encaran desde ya medidas para evitarlos. Amenazan agregárseles la caída sostenida del empleo por carencias educativas, con un consecuente aumento de la marginación de gente sin acceso a un mercado laboral cada vez más reducido y tecnificado. Estos peligros, conocidos desde hace mucho tiempo pero que no han salido todavía de la discusión académica, fueron precisados en un estudio realizado por técnicos de la Universidad de la República.
Las realidades paralelas de que las personas viven más pero siguen jubilándose a una edad relativamente temprana y que el empleo no aumenta significa que cada vez habrá menos trabajadores activos para ayudar a solventar el costo de las pasividades. Esta situación impondrá contribuciones en constante aumento del Estado al Banco de Previsión Social, hasta que el pago de jubilaciones se torne insostenible. El incrementado costo no solo impacta sobre el pago de retiros sino también en la atención a la salud. Una población cada vez más anciana requiere mayor atención médica, afectando las prestaciones de todo el sistema y especialmente la que recibe un tercio de los uruguayos a través de ASSE.
Parece paradójico que el empleo haya crecido hasta 2013, luego de una década de bonanza exportadora, y haya caído desde entonces. Pero se explica por el contraste entre la baja demanda de mano de obra no calificada y las crecientes oportunidades en los sectores de servicios con menos necesidad de personal. Este desequilibrio se acentuará en forma sostenida en los años venideros por la expansión de la inteligencia artificial, la robotización y la biotecnología. Es un panorama que conducirá a que mayor número de personas sin la formación requerida caigan en la marginación social, que demandará más asistencia a través de subsidios, vía improbable para un Estado que estará agobiado por el costo de la seguridad social.
Oscurece el horizonte el atraso educativo del sector público. Las reformas para poner a Uruguay a rueda del mundo actual y futuro han sido prometidas hasta el cansancio desde que el Frente Amplio llegó al poder. Una y otra vez han quedado en agua de borrajas por inercia del Poder Ejecutivo, incompetencia de las autoridades del área, ceguera sindical y la defensa de intereses sectoriales y chacras de poder. Pero hay caminos idóneos para salir del sombrío futuro que el estudio de Udelar acaba de reiterar. Uno es aumentar la edad jubilatoria para disminuir el peso de las prestaciones provisionales, punto que ha estado en la agenda pública pero sin una decisión final. Como este recurso restringirá el acceso de jóvenes al mercado laboral, la forma de contrarrestarlo parcialmente es asegurando adecuada formación educativa para que ocupen empleos de mayor tecnificación y mejores ingresos. Esta meta fundamental continúa trancada desde que el presidente Tabaré Vázquez tiró la toalla en su adecuado proyecto reformista al comienzo de su segundo período. La alternativa a no encarar los cambios requeridos en la seguridad social y la educación es condenar a Uruguay a convertirse en un país de ancianos desprotegidos y de generalizado empobrecimiento de los hogares.
