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Stephen Hawking desafía al tiempo

Ya pasaron 52 años desde que al físico británico le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad cuya esperanza de vida no supera los 5 años, lo cual es una suerte de milagro médico
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27 de febrero de 2015 a las 19:36

El 20 de abril de 2009 la Universidad de Cambridge reveló un pronóstico desalentador: Stephen Hawking se encontraba al borde de la muerte. El británico que había sido diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) a la edad de 21 años y que aún así había vivido como para convertirse en el físico más reconocido del mundo, estaba “muy enfermo” en el hospital. Los periódicos emitieron artículos que recordaban a obituarios.

Parecía que el tiempo se había terminado para el hombre que tan elocuentemente lo había explicado. Pero, como es su costumbre, sobrevivió.

Hawking no debería ser capaz de hacer lo que hace. El hombre de 73 años no debería ser capaz de realizar reflexiones acerca de la existencia de Dios. No debería ser capaz de preocuparse acerca de la inteligencia artificial o de la capacidad de la humanidad para la autodestrucción. Y definitivamente no debería poder asistir a los premios británicos BAFTA en la silla de ruedas que lo ha llevado por décadas, expresando admiración por la película biográfica que rindió honor a su lucha, La teoría del todo, o de felicitar vía Facebook a su protagonista, Eddie Redmayne, por el Oscar a mejor actor. Pero es capaz y lo hace.

Una enfermedad letal

Es difícil exagerar la letalidad de la ELA, la condición con la que vive Hawking. Esta enfermedad puede superar a cualquiera. Primero produce debilidad muscular, luego debilitamiento, parálisis, pérdida de la habilidad para hablar y tragar, e incluso para respirar.

La asociación de la ELA dice que la esperanza de vida promedio de alguien que ha sido diagnosticado con la enfermedad es de entre dos y cinco años. Más del 50% pasa los tres años, 20% pasa los cinco. A partir de ahí, el número se desploma, pues menos de 5% pasa las dos décadas. Y luego viene Hawking.

Él ha pasado la marca de las dos décadas dos veces. La primera fue en 1983 y luego, en 2003. Su capacidad de supervivencia es tan grande que algunos expertos dicen que no es posible que esté sufriendo de ELA debido a la facilidad con la que la enfermedad tradicionalmente se lleva las vidas de sus víctimas. Otros dicen que simplemente nunca han visto a nadie como Hawking.

“Él es excepcional”, dijo Nigel Leigh, un profesor de neurología clínica en el King’s College de Londres, a la revista especializada British Medical Journal, en 2002. “No tengo en mente nadie que haya sobrevivido con ELA por tanto tiempo. Pero esto no es lo único inusual: la enfermedad parece haberse apagado. Parece estar relativamente estable... Esa clase de estabilización es extremadamente rara”, agregó.

Más de una década después de las declaraciones de Leigh, cuando Hawking cumplió los 70 en 2012, los investigadores estaban aún más sorprendidos. Anmar al-Chalabi, también del King’s College, dijo a la agencia AP que Hawking era extraordinario: “No sé de nadie que haya sobrevivido por tanto tiempo”.

El sobreviviente

Entonces, ¿qué hace a Hawking tan diferente del resto? ¿Solo suerte? ¿O la naturaleza de su intelecto ha trascendido para encasillar lo que parecía un destino inminente? Nadie está seguro.

Incluso Hawking, quien puede hablar largo y tendido sobre las mecánicas que gobiernan el universo, es cauteloso cuando se trata de un triunfo que es rival a sus logros académicos. “Tal vez, mi variedad de ELA se debe a una mala absorción de las vitaminas”, dijo una vez.

Su historia distinta

La batalla de Hawking con el ELA fue diferente desde un comienzo. Y esas diferencias, dicen los científicos, explican su milagrosa longevidad. El diagnóstico de ELA normalmente ocurre más tarde en la vida de una persona (el promedio es de 55 años), pero los síntomas de Hawking se materializaron cuando era muy joven. Todo comenzó con un tropezón.

“En mi tercer año en Oxford me di cuenta de que me estaba volviendo un poco más torpe y me caí una o dos veces sin razón aparente”, escribió una vez Hawking. “Pero no fue hasta que estuve en Cambridge que mi padre lo notó y me llevó al doctor de la familia. Se me presentó como un especialista y poco después de mi cumpleaños número 21, fui al hospital para hacerme pruebas... Fue un gran shock el descubrir que tenía una enfermedad neuromotora”.

Si bien el diagnóstico temprano lo llevó a una vida de enfermedades, también le dio la oportunidad de sobrevivir a la condición por más tiempo que aquellos a los que se los diagnostica más adelante en la vida. “Hemos encontrado que la sobrevivencia en los pacientes más jóvenes se mide en varios años, en algunos casos más de diez”, dijo Leigh al British Medical Journal. “Es algo diferente cuando se empieza de joven pero nadie sabe el por qué”, agregó.

Leo McCluskey, de la Universidad de Pennsylvania, dijo a la revista Scientific American que la ELA mata fundamentalmente de dos maneras. Una afecta a los músculos respiratorios, “por lo que la manera en que la gente muere normalmente es por fallos respiratorios”, dijo. La otra forma es la falla de los músculos para tragar, que pueden resultar en deshidratación y malnutrición. Y agregó: “Si no se tienen estas dos cosas, se puede llegar a vivir por un tiempo largo”.

Por su parte, Hawking ha dicho que su trabajo le garantizó años que no habrían sido posibles para otros. Quienes se dedican a labores más físicas, como el jugador de baseball Lou Gehrig (que contrajo la enfermedad a los 30), no podrían haber vivido tanto. “Ciertamente ha ayudado el tener un trabajo, el haber sido tan bien cuidado”, dijo Hawking al diario estadounidense New York Times en 2011. “Tengo suerte de estar trabajando en física teórica, una de las pocas áreas en las que la discapacidad no es una desventaja tan seria”, continuó.

Si algo es seguro, es que Hawking ilustra las diferentes formas en que la ELA puede afectar a sus víctimas. “Es un ejemplo muy, muy increíble”, dijo McCluskey.

También ha encarnado uno de los contrastes más sorprendentes de la ciencia pop. Por un lado, está la estructura atrofiada, con la mandíbula floja y los hombros caídos de Hawking. Y, por el otro, está la mente incomparable de Hawking, que vive en las estrellas.

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