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Sturla, la Iglesia, la familia y la diversidad sexual

Entrevista al cardenal Daniel Sturla, participante de la reunión de obispos del Vaticano
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19 de octubre de 2015 a las 05:00

El arzobispo de Montevideo, cardenal Daniel Sturla, es uno de los 45 padres sinodales designados por el papa Francisco. Desde Roma, dialogó por teléfono con El Observador sobre su experiencia.

Además de a las sesiones generales, participa en los grupos de trabajo organizados según idiomas. Le tocó uno en italiano, idioma que comprende bien aunque por momentos se le hace difícil expresarse. Pero por otra parte, la integración del grupo le permite empaparse de realidades diferentes, pues comparte diálogos con representantes de países de Medio Oriente o África y eso le da una mirada más amplia, según destacó.


¿Cuál es la importancia del Sínodo?

Toca un tema fundamental para la Iglesia y para el mundo, que es la familia. En este momento hay una propuesta familiar unida a la fe católica que no está funcionando, también en muchos países de tradición cristiana: la cantidad de divorcios, uniones libres, etcétera, ponen en tela de juicio el tema de la familia.

¿Se registran situaciones similares en los distintos países del mundo?

Hay cosas comunes que están dadas por la globalización, pero muchas veces son diferentes las situaciones. Con diferentes acentos, en muchas partes está presente la ideología de género, por ejemplo. Lo mismo ocurre con el divorcio o los problemas de la bioética. Pero hay algunas situaciones, como la poligamia de África, que no está en otros continentes. O la baja natalidad que, si bien está presente en todos los países, es muy diferente como se da en diversas naciones.

¿Hay propuestas en las que coinciden?

Sí. Por ejemplo, en el fortalecimiento de la familia, sobre todo la preparación de los novios y el acompañamiento de los matrimonios, porque pareciera que la Iglesia los casara y dejara. De eso se ha hablado mucho, se plantea cómo la Iglesia puede ayudar y acompañar. Hay consensos también en lo que se refiere a lo esencial que la Iglesia entiende que es el matrimonio: que es indisoluble, tiene que estar abierto a la vida y tiene un sentido unitivo para la pareja. Hay también unanimidad en que el único matrimonio es entre varón y mujer. En todo eso no hay diferencias. Otra cosa son las respuestas pastorales a los desafíos que muchas de estas situaciones presentan.

¿Hay disensos en algunos temas?

Sí. El más clamoroso es en cuanto a las condiciones que permitirían el acceso a la comunión a los católicos divorciados vueltos a casar. Algunos dicen que de ninguna manera, otros dicen que habría que ver si se hace un camino penitencial y es posible que sí puedan acceder en algunos casos.

Hay sensibilidades distintas y eso aflora en muchas cosas. Está quien subraya la dimensión del pecado y quien subraya la de la misericordia. Quien subraya entonces la Iglesia más de brazos abiertos al estilo Francisco y quien subraya que hay una ley moral que hay que cumplir. Pero ninguno niega lo otro, es un tema de dónde se pone el acento.

En lo referido a los divorciados vueltos a casar, ¿se podría esperar alguna resolución en este sínodo?

Creo que no. Primero, porque quien toma la decisión final es el papa y en eso hay un sentido profundísimo de unidad. Se llegará a un documento final, pero este quedará en las manos de Francisco y él decidirá si se publica o si lo toma como base para un texto que él elabore.
Es claro y público que hay diferentes posiciones.

¿Usted ha intervenido?

En los grupos de trabajo se intercambia todo el tiempo. En la sesión general, intervine el jueves. Hablé sobre la realidad uruguaya marcada por el secularismo y cómo nuestra Iglesia pobre y libre trata de zafar de las dos tentaciones que puede tener, que son la de diluirse en el secularismo o la de pretender ser una especie de "club de perfectos". La Iglesia, en el contexto uruguayo, dice su palabra, anuncia a Cristo con alegría y anuncia también el Evangelio de la familia.

En ese sentido, cité mi reunión con el grupo LGBT y cómo, más allá de que al principio hubo cierta tensión, fue un encuentro cordial donde se refleja que hay un deseo de mucha gente de sentirse respetada en su realidad diversa por la Iglesia.

Hablé de que, manteniendo la doctrina de la Iglesia, tanto los divorciados vueltos a casar como las personas de diversa orientación sexual, si son católicos, tienen que saberse y sentirse parte de la Iglesia. Eso supone un cambio de actitud por parte de la Iglesia que los atiende y recibe en su situación, aun cuando no haya un cambio en la doctrina.

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