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Subidos al carro del cine bíblico

Ben-Hur se estrena hoy y es otro intento de revivir los éxitos basados en las historias de la Biblia
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25 de agosto de 2016 a las 05:00
En 1959, Ben-Hur irrumpió en Hollywood y sacudió a toda la industria. No sólo tuvo una impresionante producción –contó con el presupuesto más abultado y el despliegue de sets y decorados más grandes hasta esa fecha– sino que acaparó toda la atención en las premiaciones de aquel año. La película, tercera adaptación de la novela que Lee Wallace publicó en 1880, ganó once premios Oscar incluyendo el de Mejor película, Mejor director y Mejor actor, algo que no fue igualado hasta que Titanic desembarcó en el cine de la mano de James Cameron.

Teniendo en cuenta semejante éxito y la apuesta cada vez más recurrente de los estudios a echar mano a los remakes, era solo cuestión de tiempo que Judah Ben-Hur apareciera de nuevo en las salas de todo el mundo, intentando replicar los elogios –y los billetes– conseguidos por el filme protagonizado en 1959 por Charlton Heston.

Al frente de la nueva versión de este clásico del cine que se estrena hoy en Uruguay está el director kazajo Timur Bekmambetov, que a pesar de no tener grandes éxitos a nivel de recaudación y de crítica, tuvo a su disposición un presupuesto estimado de casi US$ 100 millones para recrear el ambiente "bíblico" de la película. Es que justamente, a pesar de no ser un relato propio de la Biblia, la historia de Ben-Hur es considerada como tal incluso por el propio autor de la novela, que incluyó como personajes a Jesús o al rey mago Baltasar, y que la situó en la región de Judea en la época del Imperio Romano.

En pocas líneas, el argumento de la historia gira en torno a Judah Ben-Hur, un príncipe romano que es traicionado por su medio hermano y que debe sufrir en carne propia la experiencia de ser esclavo de su propio imperio. En su viaje para recuperar su posición y vengarse de la traición de su hermano, Judah se encontrará con el jeque Ilderim –protagonizado en esta nueva adaptación por el experimentado Morgan Freeman– que lo llevará a plantear su venganza en un terreno peligroso: las carreras de carros en el circo romano.

Pese a que la venganza juega un papel trascendental en la misión de Ben-Hur, es la redención la que al final prima y allí es donde radica su conexión con las historias bíblicas. El protagonista –encarnado por el poco conocido Jack Huston– se verá influido notoriamente por un encuentro con el mesías del cristianismo, que atará su destino a los valores que hoy ostenta la religión más extendida del mundo.

Por el legado de su antecesora, lo épico de su argumento y la cantidad de dinero destinada a convertirla en una de los tanques del verano norteamericano, Ben-Hur se presenta a sí misma como una de las películas del año. Sin embargo, su estreno ha sido económicamente malo y eso lleva a cuestionarse inevitablemente si hay vida para este tipo de remakes bíblicos en el cine actual.

¿Un público cansado?

Por su trascendencia global, La Biblia es una fuente de historias que el cine ha exprimido con frecuencia, pero en períodos de tiempo bastante distanciados. Ben-Hur, como se aclaró anteriormente, no es un relato extraído de las escrituras pero es el último intento de continuar con la oleada de películas bíblicas a las que Hollywood ha echado mano en el último tiempo.

Sólo en 2014 y 2015 cuatro filmes de este tipo se produjeron allí: Noé (2014), Exodus - Dioses y reyes (2014), Hijo de Dios (2014) y Los últimos días en el desierto (2015), esta última aún no estrenada en Uruguay.

Dos de esas producciones, Noé y Exodus - Dioses y reyes, costaron muchísimo dinero que no fue recuperado en la taquilla, a pesar de que ambas contaban con directores de renombre –Darren Aronofsky y Ridley Scott respectivamente– y con actores muy conocidos por el público, entre ellos Russell Crowe o Christian Bale.

La respuesta a este fracaso comercial, y en algunos de los casos también de crítica, puede relacionarse con el agotamiento del público frente a las historias basadas en La Biblia. Sin embargo, exactamente una década antes, Mel Gibson rompió las taquillas y recibió aclamaciones por parte de los críticos gracias a la controversial La pasión de Cristo (2004), que se ubicó durante doce años como la película con clasificación para adultos más taquillera de la historia.

Además, en un contexto totalmente diferente y con otro tipo de público asistiendo a los cines, películas como Los diez mandamientos (1956) y la propia Ben-Hur de 1959 fueron éxitos rotundos.

Por lo tanto, es difícil saber si es el tono "épico-bíblico" el que hastía a los espectadores o la constante necesidad de retomar éxitos de otro tiempo, pero lo cierto es que los estudios están perdiendo cada vez más dinero con estas producciones.

Por el momento, Ben-Hur no ha logrado ser la película salvadora: su débil estreno podría ocasionar pérdidas de hasta US$ 75 millones para la MGM. Aún así, es casi seguro que Hollywood seguirá subido al carro de los remakes bíblicos, aunque al parecer eso ya no sea redituable.

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