Tardía reacción a una tragedia mundial

La reacción europea no erradicará una situación crítica, ya que los millones de sirios, iraquíes, somalíes y de otras nacionalidades que han sido desplazados no tendrán cabida en la Unión Europea. Pero al menos un número importante podrá acceder a la posibilidad de reorganizar sus vidas. Alemania y Austria lideraron el cambio europeo de actitud, al abrir sus fronteras a los refugiados, en su mayoría sirios que habían llegado a Hungría luego de escapar de sus países. Alemania, con leyes más liberales de asilo que otros países y programas de asistencia financiera y laboral, absorberá a la mayoría de los refugiados que ahora podrán entrar a la Unión Europea. Igual decisión, en volúmenes menores, anunciaron casi todas las demás naciones de Europa Occidental, incluyendo Gran Bretaña y Francia, tradicionalmente renuentes a admitir más inmigrantes debido al flujo que ya ingresó desde sus antiguas colonias en las últimas décadas.

Es un pequeño paso en un problema gigantesco. Desde hace años africanos de los países más pobres y convulsionados de ese continente se lanzan a cruzar el Mediterráneo en frágiles balsas o en barcos en los que son explotados por traficantes de seres humanos. Miles han perecido ahogados. A este flujo se han agregado mareas humanas de familias de Medio Oriente. Muchos perecen en el camino, como Aylan Kurdi, el niño sirio muerto en una playa, cuya imagen recorrió el mundo, o las 71 personas encontradas sin vida dentro de un camión. Millones de sirios han huido de la guerra civil que destroza su país, agravada por el surgimiento del terrorista Estado Islámico. Estos sirios, así como miembros de la etnia kurda, atraviesan Turquía y los Balcanes en la búsqueda desesperada de asilo europeo. A los que ahora podrán obtenerlo les espera la difícil adaptación a medios y culturas diferentes, como acaba de ocurrir en Uruguay con el pequeño grupo de familias sirias que aceptaron esperanzados el refugio en nuestro territorio pero ahora quieren irse por no poder integrarse.

Pero al margen de cómo puedan reorganizar sus vidas, el asilo a decenas de miles de refugiados constituye un fragmento ínfimo de una tragedia que afecta a millones de hombres, mujeres y niños. Los programas de Naciones Unidas, la Unión Europea y otros países que tomen igual rumbo podrán atender a más refugiados. El nudo central de la crisis, sin embargo, es la persistencia de la violencia bélica y de su secuela de persecuciones, muertes de no combatientes y privaciones de todo tipo. La única forma de erradicar la ignominia de los campos de refugiados, en los que languidecen millones, es terminar con las guerras que asuelan a Medio Oriente y partes de África. Pero poner fin a las guerras es un objetivo que sigue eludiendo a los pueblos y a sus gobiernos.