Las candidatos republicanos Donald Trump y Ted Cruz participan de un debate el jueves 3 de marzo. <br>

Ted Cruz: "Si quieren ganarle a Donald Trump, apóyenme"

El senador republicano, de origen cubano, gana impulso frente al magnate
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07 de marzo de 2016 a las 05:00
El senador republicano Ted Cruz está logrando entorpecer el ascenso de Donald Trump hacia la candidatura del partido, en la que el demócrata Bernie Sanders consiguió dos nuevas victorias y su rival Hillary Clinton certificó su destreza en el sur con un triunfo en Luisiana (ver apunte).
Cruz se impuso a Trump en los caucus de Kansas y Maine, mientras que el magnate se alzó con la victoria republicana en otros dos estados, Kentucky y Luisiana.
En un Partido Republicano asustado por la perspectiva cada vez más real de que Trump pueda convertirse en su candidato en la convención de julio, la doble victoria de Cruz probablemente tuvo un sabor agridulce.

El rebelde y ultraconservador senador por Texas, despreciado por el aparato tradicional del partido, se reivindicó como la única alternativa viable a Trump, pero aún está por ver que sea aceptado como tal por las élites republicanas, más apegadas hasta ahora a su rival Marco Rubio.
"Si quieren ganar a Donald Trump, soy el único candidato que lo está haciendo de forma consistente", dijo Cruz en una conferencia de prensa en Boise (Idaho) tras anunciarse sus dos victorias del sábado, que le convierten en ganador de seis primarias frente a las doce de Trump.

El magnate "se ha beneficiado del hecho de que en esta contienda haya múltiples rivales. Si nos quedamos los dos solos, ganaré a Donald Trump", argumentó Cruz.
El senador de origen cubano pidió a sus otros dos contrincantes que, "si no pueden ganar las primarias", se "planteen si tienen una vía razonable" para lograr la candidatura, dado que Rubio solo ha ganado un estado (Minesota) y el cuarto en disputa, el gobernador de Ohio, John Kasich, no se ha impuesto en ningún territorio.

En tanto, Trump aseguró que le encantaría enfrentarse con Cruz. "No puede ganar en Nueva York, ni en Nueva Jersey, ni en California. Quiero verle en un cara a cara", disparó.
La división en el voto ha complicado la posibilidad de que algún aspirante se haga pronto con los 1.237 delegados necesarios para lograr la nominación republicana, y antes de las votaciones del sábado, Trump contaba con 329 delegados, frente a los 231 de Cruz.

El descontento de la eliteNo está claro que vaya a ganar la nominación del Partido Republicano a las elecciones presidenciales de noviembre de 2016. Pero hay algo de lo que sí puede estar seguro el Grand Old Party: el descontento de los votantes de Trump con la élite republicana está ahí para quedarse.

Todavía queda mucho camino por delante hasta las convenciones republicanas y demócratas de julio, de donde saldrá el candidato definitivo de cada partido.El techo de Trump en los caucus está en torno al 35% de los votos; el resto de republicanos han votado a otros candidatos.

Pero está claro que el Supermartes ha asustado a la cúpula del Partido Republicano y a buena parte de la izquierda norteamericana: de pronto, hay que hacer algo para frenar su espectacular avance.
Se entiende la preocupación a ambos lados del arco ideológico: poco bien puede hacer el estilo bronco de Trump a un país cuyo nivel de polarización ha llevado a un pulso permanente entre la Administración Obama y los republicanos, con mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado desde 2014.

Está por ver si el establishment republicano orquestará una candidatura anti Trump. Pero si lo hace, no bastará con "matar al mensajero": la verdadera mala noticia es que un sector importante ha encontrado esperanza y consuelo en el populismo de Trump.

Una herida sin cerrar
Para entender el auge de este outsider hay que remontarse a la revuelta antiestablishment que comenzó en 2009 el Tea Party. Curiosamente, los tres candidatos republicanos con más opciones han contado en algún momento con el apoyo de los tea partiers: en 2010, Rubio desembarcó en el Senado como candidato favorito del Tea Party; en 2012, Cruz hizo lo propio gracias al Tea Party Express; en enero, la exgobernadora de Alaska y estrella del Tea Party, Sarah Palin, dio su apoyo a Trump.

Este movimiento fue en primer lugar una reacción contra la suba de impuestos llevada a cabo por Obama. Pero había, además, un ingrediente afectivo: la sensación de que el estadounidense medio no cuenta para Washington, lo que incluye también el descontento con la élite republicana.

El Partido Republicano no ha cerrado la herida de la desafección: según una encuesta del Washington Post y de ABC News, publicada en setiembre de 2015, el 58% de los republicanos quieren que el próximo presidente sea "alguien ajeno al establishment político", frente a solo el 24% de los demócratas que declaran lo mismo.
Si algo ha prometido Trump a sus seguidores es tomarles en serio: "Yo no soy un polemista. Yo me pongo a hacer las cosas". ¿Y cuáles son esa cosas? Básicamente, las que preocupan a los trabajadores manuales, que son los votantes con los que más ha conectado. "La presión social y económica de estos norteamericanos es real. El hecho de que su nivel de vida y su estatus social se haya reducido como consecuencia del proceso de globalización (fábricas que cierran en el país y abren fuera) es real. Y sí, su animadversión hacia la competencia extranjera y hacia los inmigrantes también es real", explica Michael Brendan Dougherty en The Week.

Hace unos meses Harold Meyerson desde el Washington Post relacionaba el creciente aumento de la mortalidad entre los estadounidenses blancos no hispanos sin estudios universitarios –a consecuencia de suicidios y muertes relacionadas con alcohol y drogas– con el apoyo a Trump: "Comparten algunas raíces comunes: la sensación de abandono, de traición y de ira mal encauzada".
Meyerson hizo notar que la frustración por el derrumbe del sueño americano era similar al desencanto vivido en Rusia tras la desintegración de la Unión Soviética. También allí la mortalidad ha subido, principalmente a causa del alcohol.

En Rusia, Putin ha recogido este desencanto y se ha propuesto devolver el orgullo nacional. Por su parte, Trump promete "hacer América grande de nuevo". La afinidad entre ambos es patente y se han cruzado elogios mutuos: para el ruso, Trump es "una persona con mucho talento"; para el candidato republicano, Putin es "un líder fuerte".

Demócratas con los ojos en Michigan Por el lado demócrata, Sanders se impuso en los caucus de Kansas y Nebraska y continuó así su buen trabajo en el medio oeste de EEUU, al tiempo que Clinton venció en Luisiana y se llevó una proporción ligeramente mayor que su rival en el reparto de delegados (51 frente a 45). Sin embargo, los demócratas no se enfocaron en ninguno de los tres estados que votaron este sábado, sino en Michigan, que el próximo martes reparte 148 delegados y que ambos consideran necesario para reforzar sus respectivas campañas. Sanders lleva 432 delegados frente a los 1.066 de Clinton, que cuenta con el apoyo abrumador de los "superdelegados" o funcionarios demócratas electos con derecho a voto en la convención. "Tenemos el impulso. Estamos de camino hacia la victoria", afirmó Sanders.

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